Carlos Codoñer es uno de los supervivientes de la DANA que azotó Valencia hace ahora siete días. Este vecino de Massanassa consiguió salir ileso de la estampida de agua que le sorprendió mientras venía de trabajar y, cuando se cumple una semana de la tragedia, ha vuelto al lugar de los hechos para reconstruir la odisea que vivió.
La zona todavía es un barrizal de lodo por el que se hace complicado transitar. Sin embargo, Carlos relata que no tiene nada que ver con lo vivido la trágica noche. Según explica en entrevista a Vozpópuli, todo comenzó cuando volvía a casa tras terminar su jornada laboral. Su mujer, Esther, le llamó para advertirle que no fuera con el coche a su domicilio porque estaba lloviendo. Teniendo en cuenta que tienen cerca un barranco, decidió irse en una dirección opuesta, al Parque Alcosa (Alfafar), para estacionar allí el coche.
"Venía de la Malvarrosa y mi mujer me dijo: 'No vengas a casa que está entrando agua'. Yo me fui en dirección contraria. Tengo una nave en Benetússer y pensé: lo dejo en la nave y de paso pego un vistazo", cuenta. Carlos creyó que así se protegería de este principio de inundación, pero ocurrió lo contrario: el agua bajaba ya de Paiporta a una gran velocidad y era irreversible. Cuando se topó con el primer torrente de agua se dio cuenta de que no podría atravesar con el vehículo, por lo que dio marcha atrás para estacionarlo, pero la cosa "fue a peor".
"Me cayó un coche encima"
"El coche empezó a subir. Se bajaron las ventanillas solas y se encendieron las luces. Me cayó un coche encima por la parte delante. El morro lo tenía totalmente sumergido en el agua", relata. Ante esta situación, decidió ponerse en la parte trasera del coche. Sin embargo, el agua comenzó a entrar rápidamente por las ventanillas y, cuando le cubría ya por el cuello, tuvo que tomar una decisión crucial: salir del coche o quedarse dentro. Optó por la primera de ellas.
"En ese momento intenté sobrevivir. En el vídeo que he grabado digo ¿Por qué me fui para aquí y no para allá? No me fui a los edificios de mi derecha porque buscaba una valla y pensaba que tendría más resguardo, pero cuando ya estaba en la valla pensé: 'Aquí me muero'". Carlos cuenta que todo ocurrió muy rápido y que su instinto de supervivencia le fue guiando, aunque reconoce que la historia podría haber tenido otro desenlace.
Yo soy una persona fuerte, deportista desde hace muchos años y tengo buena forma física, pero una persona que no sea fuerte de allí no sale. En mi caso, los vecinos me ayudaron y eso fue determinante. Arriesgaron su vida y me salvaron", relata.
En pleno torrente de agua comenzó a nadar apoyándose en los coches. Su objetivo era llegar a la acera, pero la velocidad de la riada y el tránsito de los coches, que ya estaban siendo arrastrados por el caudal, complicó el objetivo. Finalmente llegó a la marquesina de una parada de autobús, donde intentó subirse sin éxito. "Intenté subirme pero no pude porque mi ropa pesaba mucho, no tenía mucha fueza y el agua estaba fría. Pensé en quedarme agarrado y vi que desde el otro lado salía otro torrente. Entonces decidí cruzar al edificio de enfrente porque había rejas y pensé que sería un punto más seguro", razona.
"Arriesgaron su vida y me salvaron"
Cuando lo consiguió llegó otro contratiempo: la reja comenzó a ceder y la ventana a hincharse. En ese momento unos vecinos que estaban presenciando la situación, salieron en su rescate. Carlos les gritó como pudo para que le ayudaran y ellos, dos personas de nacionalidad rumana, le tiraron una cuerda que se anudó al cuerpo. Sin embargo, no podían elevarle hasta la vivienda, por lo que no le quedó otra opción que nadar hasta el portal. "Estaba más cansado y pesaba mucho la ropa. Hacía frío y les pedí que bajaran a abrir el patio, pero yo ahí me quedé más tranquilo", explica en entrevista a este medio.
Finalmente, estos dos vecinos de Alfafar lograron abrir la puerta del zaguán y le introdujeron en el edificio. Para entonces, el agua ya llegaba prácticamente hasta el techo del descansillo, por lo que tuvieron que nadar hasta al primer piso. Una vez allí, más vecinos del bloque salieron en su auxilio. Le prestaron ropa seca y le acogieron esa noche. "Yo soy una persona fuerte, deportista desde hace muchos años y tengo buena forma física, pero quien no sea fuerte de allí no sale. En mi caso esas personas me ayudaron su vida y eso fue determinante. Sin paliativos. Arriesgaron su vida y me salvaron", relata.
Hoy, cuando se cumplen siete días de la pesadilla, Carlos puede empezar a contar lo sucedido. Según explica, ahora se encuentra bien, tranquilo en casa y con su familia pero recuerda lo vivido como "una angustia" tremenda que le hace despertarse en medio de la noche. De su relato se desprende que en circunstancias tan inimaginables es complicado tomar decisiones correctas y que otras muchas personas optaron por quedarse dentro de los vehículos. De hecho, los que iban acompañados de niños o mayores, hubieran tenido muy complicado abandonar el automóvil como hizo él.
Una paella pendiente
Tras tener conocimiento de lo ocurrido, su hija Marta le ha pedido que le presente a las personas que le socorrieron. Él, por su parte, ya ha acudido a verles y tiene pensado ya cómo agasajarles cuando todo esto pase. "Les invitaré a todos a una paella y nos iremos al campo. Empezarán a formar parte de mis buenos amigos", relata.
Esta es la historia de una buena persona que ha terminado bien, Pero los estragos de la DANA siguen muy presentes en la zona. La UME, el Ejército y la Guardia Civil siguen con los trabajos en las partes más afectadas, aunque todavía quedan muchas zonas por limpiar. En el momento del cierre de esta edición el número de víctimas mortales confirmado era de 217, si bien las autoridades manejan una cifra de más de 250 desaparecidos. Mientras tanto, los vecinos de las zonas más afectadas comienzan a recuperar poco a poco los suministros básicos, aunque se estima que al menos 3.000 viviendas siguen sin tener luz.