Opinión

Estimada María Guardiola, ¿tú sabes lo que es el amor sin matices?

Estimada María Guardiola

Estimada María Guardiola. No quiero que pienses que intento sacar puntilla de lo anecdótico, pero, sinceramente, no creo que sea cosa menor la frase que pronunciaste el otro día: “Creo en una Extremadura donde el amor no admita matices”. Alguno podría llegar a pensar que negaste la gama cromática del sentimiento que más satisface y frustra. El que puede manifestarse con la etiqueta de 'casi incondicional' pero, a la vez, con la futilidad con la que lo consideraba Kierkegaard, cuyo alter ego, Juan, conquistaba para sobreponerse a la apatía, pero, a la vez, reflexionaba sobre sus vacíos tras cumplir sus objetivos. El amor es complejo, María. Tanto, que hay guapos que sufren sus soledades y feos que aprenden a bailar para sobrecompensar lo suyo.

María, el recurso discursivo no funcionó. Buscabas lanzar un guiño al mundo LGTBI y no tuviste el valor suficiente como para pronunciar el ad hominem contra Vox. Así que la frase quedó a medias, lo que resultó cómico porque pudo parecer que negabas la esencia del amor; o incluso que despotricabas contra los corrillos de vecinas y las conversaciones de máquina de café. ¿Quién es un político para marcar las fronteras del amor? En realidad, todo esto va de la bandera LGTBI, que, dices, en un enorme ejercicio de oportunismo, Vox “quiere tirar a la basura”.

Resulta que en ese partido se oponen a que la enseña multicolor ondee en los balcones de las instituciones, algo que se ha vuelto habitual y que resulta cuestionable, en cuanto a que ningún texto legal la reconoce como símbolo oficial. Este tema resulta muy peliagudo porque quien se opone a esta exhibición corre el riesgo de ser censurado o tildado de monstruo, aunque nunca haya manifestado prejuicios contra nadie.

Ya no basta con proclamar el 'que viva la libertad' y defender que cada cual se enamore o se trinque a quien considere oportuno. Ahora, hay que aplaudir la presencia omnímoda de 'la arcoíris'. No sirve sólo con creer en Dios, hay que ir a misa para demostrarlo. La sinrazón de este asunto se observa más fácilmente si se sustituye la multicolor por la estelada, tanto en instituciones como en comercios. Que un lobby esté de moda no debería ser excusa para que su propaganda se ascienda a la categoría de texto sagrado.

María, ¿acaso te ha votado la izquierda?

Has olvidado algo María, y es que cuando alguien aspira a representar a un conjunto de ciudadanos, lo menos que puede hacer es intentar comprender lo que les aflige y lo que esperan de un gobernante. Es comprensible que si quieres hacer una larga carrera política trates de engalanar tu discurso con los cebos de los que se alimenta la izquierda mediática -como el anteriormente señalado-, pero estas manifestaciones contra Vox no dejan de ser desleales con quienes te han votado.

Porque toda decisión en la vida tiene un coste de oportunidad. Uno puede presentarse a unas elecciones por un partido o por otro. Incluso tiene la opción de abandonar la actividad política por los conflictos morales que le puede generar y fichar por un despacho de abogados, impartir clases en un máster de liderazgo, cosechar remolacha... Ahora bien, si decide estar, debería tener siempre presente al ciudadano, que es quien quien le respalda y quien le paga el sueldo. Y diría que los votantes que apoyaron el pasado 28 de mayo a los partidos de derechas, y los que harán lo propio el 23-J, no se marcan como prioridad la 'guerra cultural'. Lo que buscan principalmente es el final del ciclo político del PSOE y Podemos en España. Dos partidos, por cierto, que insultan y sitúan en el lado de los retrógrados a los ciudadanos que no comparten la totalidad de su ideario sobre las identidades y las formas de vivir (el amor entre ellas, María).

Que cada cual opine si es bueno o malo sustituir las coaliciones de izquierda populista por las de derecha radical, pero, estimada María, esto es lo que hay. Esto no va de lobbies ni de sus banderas.

Por eso, María, situar tus principios -o tus ambiciones- por encima de esta condición supone un ataque a la prioridad de los votantes. Lo mismo ocurre con tu contraparte: si sus dirigentes quedan afectados por el síndrome de Napoleón y tratan de ejercer el papel protagonista, en lugar del secundario lo pagará en las urnas, al igual que le ocurrió a Pablo Iglesias y a Albert Rivera cuando soñaron con hazañas mayores de las que tenían encomendadas. La misión que han encargado los ciudadanos al PP y a Vox es la de formar gobiernos. A partir de ahí, ya se verá. Por tanto, si alguno de los altos cargos o portavoces de estos partidos considera incompatible a la contraparte con su forma de pensar -cosa lícita-, lo lógico es que se haga a un lado. La formación política que se obstine más en estas negociaciones será la más castigada en julio. Y quizás la que desbroce el camino para que Sánchez gobierne una legislatura más.

¿Batallas culturales ahora?

Después, estimada María, podemos analizar la necesidad de librar o no las batallas culturales, como dices. Porque es cierto que estas luchas ideológicas surgen de minorías que aspiran a vivir del cuento, pero también lo es que sus propagandistas, cuando vuelan libres, terminan por influir a las mayorías, que pueden terminar manifestándose por los derechos de la araña roja o por el establecimiento de la cruz de Borgoña como el gran emblema nacional.

Es sorprendente la cantidad de personas que consiguen sueldos públicos gracias a este tipo de refriegas pseudo-culturales. Y es desesperante analizar la cantidad de impuestos que se destinan a sufragarlas pese a que a los ciudadanos, por lo general, se la traen al pairo. Porque todo lo que va más allá de la vivienda, el trabajo, el geriátrico del abuelo, el máster del chaval y la sanidad... no es muy importante.

Lo que ocurre es que en estas batallas hay que comparecer. Quizás no con la actitud patriotera y trasnochada que defienden Buxadé y sus decenas de mamarrachos de red social (que será lo que le quede a Vox si sigue aplicando esa política de tierra quemada dentro y fuera de su sede). Quizás simplemente haya que hacerlo con el propósito de defender lo razonable frente al realismo mágico identitario o frente al autoritarismo de ese marxismo de nuevo cuño, que aspira a dominar las costumbres y el pensamiento de todo ciudadano con símbolos y banderas que ejercen como la piel del cordero que recubre al lobo.

Pero es que, estimada María, esto es lo que hay. La democracia consiste algunas veces en la búsqueda del mal menor. En la batalla cultural, en la gestión de lo público o en la formación de gobierno. Quien no entienda eso, debería dedicarse a otra cosa. Y mucho me temo que no te has enterado de nada. O no te quieres enterar... para que algunos hablen bien de ti y te designen como la nueva Juana de Arco. O para que tu sacrificio actual valga un ministerio en el futuro. Quién sabe.

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