El proceso soberanista catalán tiene un componente que es místico para los creyentes y cómico para el resto. Provoca situaciones como la que se desarrolló en Madrid durante los días en los que el Tribunal Supremo juzgaba a los cabecillas del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. Allí, en un paso de cebra de la calle de Génova, cuatro personas ataviadas con banderas estrelladas, cruzaban la calle una y otra vez, durante una hora por la mañana y otra, por la tarde. Los clientes del restaurante VIPS observaban la liturgia soberanista con asombro, mientras trasegaban su hamburguesa con patatas fritas. ¿Por qué hacían todo eso? "Caminamos de una acera a la otra en silencio para denunciar la forma en la que España intenta callar a Cataluña", afirmó una de las manifestantes.

Los rituales son habituales en esta religión. Hay un procesionario independentista que se llama Joan Porras, y que durante ochocientos atardeceres acudió a la prisión de Lledoners para dar las buenas noches a sus convictos más ilustres. “Bona nit, Turull; bona nit, Rull, bona nit, Oriol; bona nit, Jordi Cuixart; bona nit, Jordi Sánchez; bona nit, Joaquim; bona nit, Raúl; us volem a casa, llibertat”.

A aquel 'sereno de explanada' le dedicaron varios reportajes, los medios adheridos a la causa soberanista e incluso le publicaron un libro que prologaron las esposas de Rull y Turull. De Porras y de otros personajes del estilo versa El brazo friki del procés y del posprocés, publicado por Ediciones Hildy y escrito por Joan Ferran Serafini, quien fuera diputado del PSC, actualmente convertido en una de las voces más críticas contra el independentismo.

Cuenta su editor, Sergio Fidalgo (elcatalan.es), que hace unas semanas elevaron una petición a Librería Blanquerna -dependiente de la Generalitat- para poder presentar allí este ácido ensayo. Varios días después, recibieron una escueta respuesta que les transmitía que no sería posible celebrar allí el citado acto. "Nos han censurado", apunta Fidalgo.

El 'espíritu nacional' catalán

La obra en cuestión comienza con una reflexión del autor acerca de cómo en Cataluña se ha pasado del sometimiento al 'espíritu nacional' franquista al independentista. "El Telenoticies ha suplantado al NO-DO, se cantan otros himnos y ya nadie sabe cuál es la bandera de referencia. Se insulta y atiza al discrepante llamándole traidor, nyordo o colono, mientras se le conmina a hacer las maletas", expresa.

A partir de ahí, realiza una clasificación casi taxonómica de las criaturas más extrañas del procés. Entre ellas, se encuentra la monja Sor Lucía Caram, admirada por Pilar Rahola, de discurso envenenado y la cual "presume de amar a Dios sobre todas las cosas", pero a la vez se confiesa enamorada de Artur Mas. "Sospecho que tras la sonrisa de la mosca cojonera se esconde un punto de maldad, que la religiosa gusta de usar contra aquellos a los que considera adversarios", apunta el escritor.

También dedica unas páginas a Quim Torra, el expresidente de la Generalitat, a quien apoda 'El pedorrín' por la frase que pronunció en su día: "He comido un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan en el juicio, la cosa puede salir, por un lado, o por otro".

Después, recuerda algunas otras, menos escatológicas, pero también con un punto esperpéntico, como aquella en la que apuntó: "Franceses y españoles comparten la misma concepción aniquiladora de las naciones que malviven en sus Estados”. O la que afirmaba: “Los españoles en Cataluña son como la energía: se transforman, pero no desaparecen".

Beatriz Talegón, intelectual del procés

El libro aborda la circunstancia de algunos conversos como Beatriz Talegón, quien presumía de talla intelectual en las tertulias de TV3 mientras elevaba la homeopatía a la altura de una ciencia en sus redes sociales. De ella es una de las deducciones más reproducida durante estos años, y es la que situó a Cataluña por encima del resto de España, dado que allí lo más visto en televisión es el informativo y en otras regiones, Sálvame.

Entre sátiras dedicadas a Eduard Pujol, Joan Canadell o Pilar Rahola, el autor se acuerda de María Lapiedra, la actriz porno del procés, a la que exhibía Joan Laporta en sus mitines. En otro capítulo, cita a Sandro Rey, tarotista melenudo que, un buen día, agarró un micrófono de RAC1 y exclamó: “¿Por qué Cataluña tiene que mantener a España? Y además que nos roben. Ya está bien”.

El autor deja una reflexión sobre lo actual y lo que viene. “Dicen que el procés ha muerto”, pero esta segunda parte “adolece de las mismas taras que su antecesora”.

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