Muchos recordarán la novela de A.E.W Mason “Las cuatro plumas” llevada a la gran pantalla en varias ocasiones. A su protagonista le entregan ese símbolo, que tilda de cobarde a quien lo recibe, y que se basa en la creencia popular de que si un gallo tiene una pluma blanca en la cola no será nunca un buen gallo de pelea. Moncloa debería estar hoy atestada de plumas blancas enviadas a un Pedro Sánchez que une a sus muchísimos defectos el de la cobardía. Por intentar ahorrarse la protesta del público, hizo esperar a Su Majestad el Rey, que no salía de su vehículo esperando a que el presidente estuviera ahí para recibirle como el protocolo estipula. Perplejos, los escoltas daban órdenes de que el monarca se quedase dentro porque Sánchez no estaba.
Mientras toda España veía por televisión en directo como al inquilino de Moncloa no le importa nada que no sea él mismo también pudo ver como al final Sánchez tuvo que salir, porque no era cosa de quedarse metido dentro del automóvil oficial hasta que oscureciese, recibiendo una silba como nunca habíamos escuchado. Escondido tras el Rey pasaba ese remedo de presidente con sonrisita de conejo y una rabia interior tremenda. Lo más suave que se oía era “Sánchez dimisión”. Si sería ruidoso el abucheo que el locutor de TVE, Xabier Fortes, hijo de militar, no tuvo más remedio que asumirlo: “Es la habitual música de viento para un presidente socialista. Lo fue con Zapatero y lo es ahora con Pedro Sánchez por parte del público presente. Se está convirtiendo en un clásico”.
Si cobarde fue Sánchez al huir de la realidad que le persigue allí dónde vaya, bienqueda fue el locutor al querer escurrir el bulto de lo que realmente sucedía. Porque no existe ninguna tradición que indique silbar al presidente del gobierno, socialista o no. Y si a alguno se le silba vaya donde vaya, habrá que pensar por qué sucede y no parapetarse tras el sempiterno burladero de “Ya se sabe, éstos siempre hacen lo mismo” mirando indisimuladamente hacia PP o VOX. Y no, no es la derecha conspiradora y malévola la que inspira esa desafección pública y manifiesta, son las barbaridades arbitrarias y sectarias que perpetra a diario este gobierno socio comunista.
Si cobarde fue Sánchez al huir de la realidad que le persigue allí dónde vaya, bienqueda fue el locutor al querer escurrir el bulto de lo que realmente sucedía
No son los del puro los que gritan en contra de Sánchez, ni son los del IBEX, ni son los ricachos, lo increpan la gente de a pie, los trabajadores. Por rabia, pero también por decepción, porque a los españoles no nos hace ninguna gracia tener un presidente que ha hecho de la mentira y la traición una forma de actuar en política, ni nos gusta ver como se humilla ante Marruecos o ante las dictaduras de izquierda hispanoamericanas. No nos gusta su afán totalitario por controlar desde la justicia hasta la mismísima RTVE, ni nos es agradable comprobar como la ruina económica de las familias españolas es abrumadoramente imparable mientras los destinos de la nación están en manos de comunistas de colmillo retorcido, aduladores de baja estofa, golpistas separatistas y bilduetarras con las manos manchadas de sangre que reparten el dinero de todos entre los suyos. No es la derechona la que silba, señores progres de salón, es el pueblo el que está que trina. Y si al menos Sánchez tuviera la gallardía de afrontar las consecuencias de su desastrosa gestión algo de honor demostraría, pero es que ni eso.
Así que propongo enviarle plumas blancas para que vea que lo tenemos por lo que es, un ser acomplejado, egocéntrico, irrespetuoso con la nación y con sus símbolos y, por encima de toda otra condición, un cobarde. Ahí va mi pluma blanca, Sánchez. Vergüenza debería darle.