Opinión

La Europa energética que viene

A quienes leyendo el título esperen una lista de predicciones, ya les anticipo que no la van a encontrar. Más bien, a lo que nos enfrentamos es a la incertidumbre derivada de una política energética y una transición a la descarbonización precipitadas

  • Banderas de la UE frente a la sede de la Comisión Europea. -

A quienes leyendo el título esperen una lista de predicciones, ya les anticipo que no la van a encontrar. Más bien, a lo que nos enfrentamos es a la incertidumbre derivada de una política energética y una transición a la descarbonización precipitadas y situadas en medio del choque político que se está engendrando en el seno de Europa. En este escenario, hacer predicciones es suicida y más teniendo en cuenta la afianzada costumbre de algunos políticos que, como verdaderos magos del “poder ser”, pueden pactar cualquier cosa con tal de mantenerse en el sillón.

Que la energía y la política siempre han tenido una estrecha relación es innegable y lógico. Al fin y al cabo, es una de las bases del desarrollo económico y del bienestar social, que los gobiernos siempre van a intentar regular. Lo que sí sorprende es la enorme dependencia que el sector ha adquirido de lo público. No hay más que ver el parón inversor que se ha producido con motivo de las recientes elecciones europeas.

Como ya adelanté hace unas semanas, en esta misma columna, en la composición del Parlamento Europeo, la única ecuación estable es revalidar el pacto actual (EPP, PSE y RE); si bien, se han producido cambios significativos ya que los conservadores y la ultraderecha han obtenido un resultado significativamente mejor, a costa de la pérdida de escaños de los partidos de izquierda.

Es por ello por lo que, aunque se mantenga la coalición de gobierno, este nuevo parlamento debería tener la consecuencia de un cambio en la política energética. El nuevo ejecutivo europeo debería escuchar más a los ciudadanos y menos a algunos gurús de la agenda 2030, de la cual muchos objetivos han devenido irrealizables, al menos en el plazo previsto. También han dado numerosos avisos los inversores en proyectos renovables ante problemas como la congestión del acceso a la red, la insostenibilidad económica de un mercado eléctrico con precios muy bajos y el temor ante unos vertidos crecientes de energías renovables.

Veremos que derroteros energéticos toma el todavía nonnato gobierno europeo, con Ursula von der Leyen en su segundo mandato. Flemática y escurridiza, la política germana abrazó en la legislatura anterior los objetivos de desarrollo sostenible (agenda 2030) y los resultados no fueron buenos. La gestión de la crisis energética fue lenta y poco eficaz; y para paliar sus efectos, una barra libre de fondos europeos.

Opciones energéticas en el Parlamento Europeo

Pero veamos qué sensibilidades hay en el arco parlamentario europeo.

En cuanto a los objetivos, destacan por ambiciosos los de los partidos de la izquierda; ambición que probablemente se quede en papel mojado, ya que los planes vigentes no se están cumpliendo y no es previsible que lo hagan. Lo que no es óbice para estos grupos sigan proponiendo más retos que no se van a cumplir. El centro-izquierda (Renew: Macron, Cs, PNV, etc.) coincide en la misma tesis que los conservadores (ECR: Meloni, Vox, etc.), abogando por un “wait and see” en la agenda energética. La ultraderecha (ID: Le Pen), por supuesto, quiere una revisión completa del Pacto Verde Europeo.

En este punto conviene recordar el reciente resultado electoral del partido de Le Pen, tanto en Europa como en Francia. Y es que el país galo es extraordinariamente relevante en el ámbito energético, ya que se encuentra en pleno centro europeo y gestiona una gran cantidad de interconexiones eléctricas y de gas. Para la Península Ibérica, en particular, es crítico, pues es su única conexión con Europa. Una victoria de Le Pen, determinaría un mix francés basado exclusivamente en nuclear e hidroeléctrica, frenaría las interconexiones y daría marcha atrás en las renovables. La líder francesa ha llegado a prometer el desmantelamiento de los parques eólicos y la eliminación de sus subsidios.

Y es que este es el problema de politizar tanto la energía, una magnitud física que se rige por las ciencias naturales y no a golpe de reglamento. La obsesión por contradecir al adversario político lleva a decisiones poco rigurosas. Sin duda que tiene sentido un mix nuclear e hidroeléctrico (aunque no exclusivamente), pero ¿tiene sentido frenar las interconexiones? ¿tiene sentido desmantelar unas infraestructuras que vas a tener que pagar en cualquier caso y que, en la dimensión adecuada, funcionan perfectamente y permiten reducir las emisiones de CO2? Yo creo que no.

En cuanto a la política industrial, a pesar de ser conocedores todos ellos del impacto que sobre ésta tiene la energía, destaca la falta de programas creíbles. Algunos partidos no ofrecen alternativa, entre ellos ID, y la mayoría pretender aunar competitividad y descarbonización a golpe de gasto público. Solo ECR parece tener claro que la transición energética o es competitiva o no será.

Muy ligado a la política industrial, está el vehículo eléctrico y la prohibición de los motores de explosión a partir de 2035. Llama la atención que solo ECR e ID tengan claro que esa prohibición no se va a cumplir. Así lo han entendido también algunos fabricantes muy significativos, que están modificando sus estrategias en la idea de que este objetivo va a tener que esperar. Sin ir más lejos, marcas tan europeas como Stellantis (Francia) o Mercedes (Alemania) se han manifestado recientemente en ese sentido. El CEO de Stellantis ha llegado a afirmar que la prohibición del motor de combustión para 2035 se hizo sin analizar sus consecuencias y que ha sido un “problema para nuestras democracias.”

Estos dos partidos coinciden también en ser los únicos que no quieren dispendios con el presupuesto europeo y rechazan un esquema basado en incrementar los impuestos y el gasto público para subvenciones energéticas.

Respecto del EPP (Partido Popular Europeo), partido, que ha ganado las elecciones, que determina quien preside la comisión y que debe liderar la acción de gobierno, me ha sorprendido una propuesta muy desdibujada, con un programa abierto y poco definido. La reducción en un 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para 2030 se antoja complicada, como afirma la European Environment Agency en su informe “Trends and projections in Europe 2023”. Y, en cualquier caso, no detalla la manera en la que pretende hacerlo, más allá de declaraciones genéricas sobre la sustitución de los combustibles fósiles por otras fuentes de energía limpias.

Todas sus propuestas de futuro son tecnológica o comercialmente incipientes y es difícil que hagan aportaciones significativas al cumplimiento de los compromisos adquiridos. Aumentar la producción internacional de hidrógeno, crear un mercado único de CO2 que incluya el mercado de captura y almacenamiento de carbono (CCS) o el desarrollo comercial de eco-combustibles, no son proyectos que se puedan abordar de un día para otro. Además, todo su programa energético está basado en incentivos, financiaciones, subvenciones públicas.

La próxima presidencia de Hungría

Desde el pasado 1 de julio la presidencia de turno de la UE la ostenta Hungría, cuyo partido, de ideología conservadora y nacionalista, no está adscrito a ningún grupo político europeo. En su programa para los próximos seis meses destaca como elemento básico un gran pacto por la competitividad. Aspecto éste en el que los precios de la energía y la seguridad de suministro son esenciales.

Para ello pretende recabar un fuerte respaldo político a la energía geotérmica. Desde mi punto de vista no deja de ser una ocurrencia simpática pensar que esta tecnología puede resolver los problemas de descarbonización y seguridad de suministro de un consumo como el europeo. Y esta es la única propuesta en firme. El resto del programa son solo apoyos genéricos al gas natural, a la nuclear y a las redes, así como la sorprendente ausencia de mención alguna al hidrógeno y al biometano. En definitiva, no podemos esperar mucho de este semestre y veremos que sucede en el primero de 2025, con Polonia a la cabeza.

Francisco Ruiz Jiménez ha sido consejero y miembro del comité de dirección del grupo REDEIA

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