Opinión

Ni tutelas ni tu tías: el colapso del PP

Tertulianos, analistas, intérpretes, casadistas, teodosios, ayusistas, opinadores por cuenta propia y ajena, políticos que no llegaron nunca a nada y los votantes jubilaron, intérpretes de lo evidente y la lisura,

  • Pablo Casado y Mariano Rajoy.

Tertulianos, analistas, intérpretes, casadistas, teodosios, ayusistas, opinadores por cuenta propia y ajena, políticos que no llegaron nunca a nada y los votantes jubilaron, intérpretes de lo evidente y la lisura, orates de salón y otras genuinas especies del suelo patrio se daban este lunes, y supongo que hoy, cita en el dial de la radio a la hora de las tertulias matinales. Todos ellos con más opinión -y algo de información- de la que el oyente puede digerir. Y esperar. No hubo ni hay otro asunto en España que no sea solemnizar lo obvio: Casado puede conseguir tiempo, pero no futuro. No lo tiene.

Así como un sábado por la tarde un gol de Benzema dura lo que dura en recorrer el oyente todo el dial porque todas las emisoras están a lo mismo, este lunes, la radio tertuliana parecía eso, una radio deportiva monotemática en el que se daban cita equipos del PP muy diversos: muchos conocidos y otros a la espera de comparecer. Estos últimos, los que se lo están pensando y echan cuentas partiendo con un a raya un folio en el que van poniendo los pros y los contras de su dontancredismo falaz, son los únicos que nos deberían interesar, porque de ellos algo nuevo pueden esperar los votantes. Todo lo demás huele a amortizado.

La casuística habla sola y con tremenda elocuencia. Ahora sí que es verdad que Isabel Díaz Ayuso está obligada a entender que su futuro pasa y se queda en los límites de Madrid. La crisis se ha llevado por delante a los dos, si bien con diferentes resultados. Isabel lo podrá contar, recomponer su figura, y hasta volver a ganar las elecciones del año que viene a la espera, claro está, de lo que la Fiscalía tenga que decir sobre su hermano.

Casado no puede ser el candidato del PP. Resulta obvio repetirlo: quien no puede gobernar un partido no puede gobernar un país. Y menos el actual, sometido como está a graves pulsiones de raíz territorial, económica y social. Si convenimos en que en este momento el Partido no tiene un candidato, ¿puede el PP aguantar unos cuantos meses hasta clarificar una estrategia que le vuelva a dar la imagen de seriedad y rigor perdida? Por eso, es la hora de la verdad para los que tiene claridad en la cabeza y pueden trabajar en este momento para evitar la catástrofe que anuncian las encuestas que adelantan ya el posible sorpasso de Vox.

Abascal se está comiendo a Casado

Cuanto más tarden esos hombres y mujeres en intentarlo más durará la agonía que los votantes de ese partido empiezan a notar como inevitable. Alguien en Génova, si es que alguien hay ahí que tenga la decencia de decir con claridad lo que piensa, debería recordar que este momento no es crucial para la dirigencia o la militancia. Sólo importa la votancia, que es la que te lleva a Moncloa, y esa masa está confundida, una parte huyendo, otra mirando a Vox, y otra, la tercera, esperando un golpe de determinación. No le demos más vueltas. Hay que estar ciegos para no darse cuenta que en este momento el único dirigente de ilusionar al partido es Alberto Núñez Feijóo. Tiene todo lo que ha de tener un líder: rigor, seriedad, cabeza, y lo más importante, capacidad para ganar en cadena cuatro elecciones por mayoría absoluta. Y por cierto y, por si fuera poco, no pregunten por Vox en Galicia porque no lo conocen.

A Feijóo se le pone cara de presidente del PP

Hay quien asegura que este que vive el PP es su momento más delicado. Eso será porque no tiene memoria, y no recuerdan a Antonio Hernández Mancha al frente de lo que aún era Alianza Popular, uno que  se fue a su casa recordando literalmente aquello de Napoleón de que una retirada a tiempo es una victoria. Fue el 1 de abril de 1990 en Sevilla, en el X Congreso del PP cuando Manuel Fraga terminó entronizando a Aznar rompiendo con grandes aspavientos una carta en el que éste le había redactado una dimisión sin fecha. "No hay tutelas ni tu tías", dijo el viejo político. Lo demás ya se sabe cómo fue.

Aznar no es Fraga, pero, para muchos dentro del PP, es alguien del que se espera opinión, y aún no la ha dado. Y hasta puede que no tenga más opinión que el silencio. Malo, malo. En todo caso, el que venga -porque alguien ha de venir a conducir este partido y sacarlo de la cuneta y el colapso-, tendrá que hacerlo sin tutelas y sin tu tías. Libre. Sin ataduras. Con un proyecto claro en el que no tenga la política acomplejada y barriobajera al uso de García Egea. Y en este momento sólo está Núñez Feijóo. O él. O una gestora, o un incierto enroque de Casado y los suyos.  

En el momento de escribir, circula por las redes un impreciso comunicado pidiendo un Congreso Extraordinario. Es un papel de la base, en la que no aparece nombre alguno de interés para una solución, pero su redacción clara y precisa delata a alguien principal. También en este momento el alcalde Martínez Almeida, que no fue a la larga reunión de ayer, hace saber que su puesto está en la alcaldía y no en la portavocía del PP. Por ahí empieza el final: un partido sin portavoz. Lo demás se puede imaginar. 

El tiempo, en contra del PP

Yo no creo que Pablo Casado sea un criajo, un mentecato. Tampoco un mequetrefe. Tampoco un mentiroso como le llaman sus más furibundos enemigos, todos ellos dentro de su partido. Creo que es un político blandiblú con demasiado espacio para la duda y, en consecuencia, la falta de resolución. Resultón en el atril, inseguro en su despacho. Creo que optó a algo que le vino grande desde el principio, porque en ese momento el partido era muy pequeño.

Es un buen parlamentario, uno que está por encima de la media de su partido. Pero creyendo todo esto, también creo que es el retrato fiel de un hombre agotado en lo personal y en lo político, si es que esto se puede deslindar en este momento. Casado, que asegura tener sólidos principios, no puede quedarse de hielo leyendo en los papeles y al lado de su apellido los verbos más dolorosos para un político: resistir, aguantar, soportar, atrincherar. Y eso por mucho que le apoye un comité de dirección elegido a su gusto. ¿Qué le pueden decir aquellos que le deben el cargo y el sueldo? Que se pregunten dónde está hoy el centro derecha en Italia y Francia.

Sería muy fácil culpar de todos los males a García Egea. Sería injusto además, porque Casado hizo con libertad plena su equipo. Se equivocaba, se equivocó y nunca rectificó. No tiene más que una salida honorable: Irse. Apagar la luz y dejar limpia la casa para el siguiente. Ese es su último servicio a un partido hoy desnortado. Cuanto más se empeñe en continuar más durará ese oxímoron que Abascal está construyendo con tanta facilidad, el un silencio atronador. O dicho de otra manera: cuando el enemigo se equivoca, mejor no entretenerle.

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