Construir la casa con los cimientos de las percepciones no es otra cosa que actualizar el cuento de los tres cerditos, y sobre todo el del cebón que vio cómo su casa, a falta de cimientos, se la llevó el viento. Hacer, o mejor aún, pretender que el primer conocimiento de las cosas sean las impresiones y no el conocimiento y la razón de los hechos, nos ha llevado a una situación cortoplacista en la que nada dura. No duran las noticias, que digerimos como si fueran pipas; no duran las decisiones, que son enterradas por otras, muchas veces en dirección contraria; ni duran las opiniones, ni los consensos. Por no durar, en este país no duran ni los vicepresidentes. ¿Será verdad que hoy nos van a contar cómo será España en 2050 si apenas podemos saber cómo será Ceuta mañana viernes 21 de mayo de 2021? Hace falta valor, que cantaba Santiago Auserón.
Caprichosos y soberbios al mando
España es un país con serios problemas económicos y sociales y, además, con signos propios de la maldición bíblica que desnuda a los hombres y los atrapa sin tregua para la solución, al menos hasta 2050. Esa maldición nos condena a la insignificancia de una dirigencia política fuera de la realidad y, por consiguiente, instalada en las percepciones del marketing, el eslogan y el titular. Por lo general son gente caprichosa, soberbia y malencarada; sin preparación, sin conocimiento de lo que es el trabajo más allá del momio que perciben en forma de soldada que pagamos todos los españoles. Ya, ya lo sé, generalizar es injusto y por eso no deben de darse por aludidos los que están fuera de este círculo infernal que hace que este país sea cada vez más pegajoso y menos soportable, siempre a merced de holgazanes instalados en la sinecura y el toreo de salón, siempre haciendo faena a toro pasado, sin riesgos, engañando al respetable: dicen torear animales bravos, pero son gatos, a veces sardinas. El engaño de la pañosa no puede tapar ya tanto descaro.
Cómo serán los políticos de la España de 2050
De esto no hablan los papeles de Redondo, Iván. Qué razón tiene Alfonso Guerra cuando recuerda el error del PSOE, el inmenso error, de cambiar a un Redondo, copia mala de Juan Tamariz, por el otro Redondo, Nicolás, al que amenazan e insultan.
Durar es el alfa y el omega de quien desde muy jovencito -y jovencita- descubre esta forma de vivir en la que nunca te echan con tal de que no molestes a quien te nombra. Igual da que a la misma persona ayer le diera de comer el PP y hoy el PSOE. Hay estómagos que digieren culebras y zampoños descompuestos con facilidad. Ahí están, dispuestos a contarnos cómo será España en 2050 ante la imposibilidad de adivinar la de la semana que viene. Quizá un día llegue alguien al poder y le dé por reglar la forma, los méritos y reputación de las personas que tendrán una representación política de alto nivel. Quizá venga ese momento en el que lleguen a los consejos de ministros lo más preparados y no un amigo, o la pareja de un vicepresidente caprichoso que se hartó un buen día y se marchó del Gobierno. Quizá se aburría, quién sabe. El día en que los que pegan palizas a la policía no puedan sentarse en un escaño; el día, en fin, que gobiernen hombres y mujeres con capacidad para hacer lo que piensan. El día en el que el presidente de mi país no tenga un socio en el Congreso, ERC, cuyo jefe está en la cárcel y desde ahí, desde LLedoners, dedicándose a pensar el fututo Gobierno de Cataluña. ¿Cómo es que mi Gobierno anda en tratos con un preso sedicioso que ha intentado y seguirá intentando romper mi país? ¿Soy acaso un mentiroso, un fascista irredento por plantearlo así o hay otra manera de hacerlo? Mejor no preguntarnos cómo hemos llegado a este punto porque quizá haya que repartir las culpas entre muchos. Los votos pueden ser ignorantes, pero nunca inocentes. Horacio, antes de que naciera Cristo, lo escribió así: Odi profanum vulgus, et arceo, odio al vulgo ignorante y me alejo de él. ¡Hombre, hombre, pero que cosas recuerda este señor!
La realidad ante el progresismo fósil
Cuando llega la realidad se impone a las percepciones y al tahúr con despacho en Moncloa se le adivina el truco, y cuando Marruecos nos pone frente al áspero reflejo que envía el espejo es cuando uno ha de pellizcarse las manos para creer lo que está viendo, que la señora Laya -marroquís no, ministra, marroquíes es el gentilicio más correcto-, sea en este momento la balbuceante titular de Exteriores que parece haberse enterado por los periódicos de la invasión de Ceuta. Y todo mientras a Sánchez le zarandean algunos coches de su comitiva cuando llega a Ceuta a que le explicaran la situación. Hay que tener mucho cuajo y ninguna vergüenza política para irse a la zona, después de presidir un Consejo de Ministros en el que se le dan a Marruecos 30 millones de euros ¡para controlar la inmigración!, y enjaretar declaraciones sobre la situación sin nombrar a Marruecos, sin pronunciar el nombre del monarca Mohamed VI, sin que nadie pronuncie el del primer ministro Saadeddine El Othmani, todos ellos actores principales culpables de esta crisis humanitaria de una dictadura encubierta que nadie quiere llamar así. Sólo una dictadura sin escrúpulos es capaz de utilizar a niños y hasta a bebés como herramientas para la presión, carne humana tratada al peso sin más consideración. Pide uno información a Google sobre lo último de este sátrapa coronado con el que España hace negocios y lo que sale es que se acaba de comprar un palacio en el centro de París de 80 millones de euros. Es un ejemplo, uno de tantos. Hay sólo unos meses de aquel gobierno bonito que recibió el barco Aquarius lleno de inmigrantes a este que envía fuerzas militares a la zona invadida. Ay la realidad, que manera de doblegar las percepciones lábiles que nacen del progresismo fósil que lidera Pedro Sánchez.
Una tomadura de pelo
Y en esto hoy nos presentan el Plan 2050. Trabajan con nosotros a sabiendas de que el miedo no existe si no conocemos el peligro. Pero esto no da más de sí. Si hubiera algo de consideración y un poco de respeto a los acontecimientos, semejante acto de propaganda estaría suspendido. A ver, a ver señor Redondo, Iván, cómo será Ceuta en 2050, y cómo Melilla, y cómo la relación con el aprovechado monarca de ahí abajo. Incapaces de digerir la España de 2021 en la que el paro, los ERTE y los ERES, los autónomos asfixiados, jóvenes sin trabajo y con dos crisis en su mochila, las colas del hambre y cientos de miles de hogares sin que entre un sueldo, el mago que vela el sueño del presidente nos quiere contar cómo seremos en 2050. Eso se llama faramalla. En realidad, no es más que desprecio por los ciudadanos a los que se sigue maltratando incluso después del varapalo del 4 de mayo. Sucede que el miedo es poco, ninguno, porque el peligro ya lo conocemos. Aún no se han terminado de incorporar de la sorpresa de que destacados intelectuales, antaño votantes del PSOE, declaren sin rubor que lo han hecho ahora por el PP, o por Ayuso más bien. Y esos Redondo qué son, traidores, oportunistas, tontos. Sí, hace falta valor para presentar hoy ese papel.
Pero lo mejor está por venir, y llegará mucho antes de 2050. Cómo será el movimiento que hasta el CIS de Tezanos, impasible el ademán, empieza a notarlo. No hay miedo cuando se conoce bien el peligro.