Hubo un tiempo en que el cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva, se declaraba español y orgulloso de serlo. Fue, eso si, cuando era mucho más jóven y mantenía intacto el cabello. Pero el paso del tiempo pasa para todos y con Romeva ha sido especialmeente implacable sobre todo en lo ideológico. Romeva ya no se presenta en los foros públicos como "representante del parlamento europeo, español, amigo y hombre". Lo hace más bien como el ciudadano de la República de Cataluña. El hombre que llama falangistas a quienes se manifiestan para defender la unidad de España, el político que se pasea por el mundo avisando que "muy pronto habrá que enfrentarse a una realidad europea con diferentes conceptos de soberanía". Antes o después ,ha dicho Romeva a un medio esloveno esta semana, "habrá que hablar abiertamente de los problemas mas dolorosos así que es mejor que ocurra lo antes posible porque si no el enfrentamiento llegará como una explosión".
Eslovenos y camboyanos esta es la ciudadanía a al que se dirige Romeva para vender el proyecto soberanista de Cataluña, desde que fué nombrado primer consejero de Exteriores de la Generalitat en enero de 2016. Desde esa fecha el único ministro con el que ha podido hacerse la foto es Vong Sauth, titular de Asuntos Sociales de Camboya que visitó Barcelona en mayo para firmar convenios de cooperación. El Departamento de Relaciones Exteriores y Transparencia de la Generalitat sostiene que la mayor parte del trabajo de Romeva se basa en “reuniones discretas que no se publicitan”. Pero aunque la oposición en el Parlament ha reclamado en numerosas ocasiones que su agenda y sus contactos se hagan públicos, hasta la fecha no ha habido suerte.
Hubo un tiempo en el que los presidentes de la Generalitat eran recibidos en las cancillerías de medio mundo. Jordi Pujol se citaba con Helmuth Khol o con Geroge Bush en la Casa Blanca; José Montilla llegó a entrevistarse con el líder italiano Romano Prodi y Pasqual Maragall, con el presidente turco Recep Tayip Erdongan. Hoy ocurre todo lo contrario: los dirigentes internacionales evitan a los representantes del Gobierno catalán y su programa intensivo para dar a conocer el proyecto de referéndum.
En el último año el contacto oficial de los Estados con la Generalitat se ha circunscribe casi exclusivamente a los encuentros de Romeva y de los presidentes Artur Mas y Carles Puigdemont con las embajadas en España. El momento internacional cumbre de Puigdemont fue una bienvenida de urgencia que dio en 2016 al entonces primer ministro italiano Matteo Renzi que viajó a Reus para honrar a las víctimas italianas del accidente de tráfico de Freginals. Puigdemont no habló con Renzi de otro asunto.
Durante 2016, Romeva realizó un total de 87 viajes en cuatro continentes en una carrera frenética para internacionalizar el proceso independentista. Muchos kilómetros para demostrar el vacío internacional que recibe la Generalitat fuera de Cataluña. Un estrepistoso silencio que se inició hace cuatro años cuando el entonces presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, se negó a recibir al presidente Artur Mas. Un año después, Barroso rechazó la intervención de Bruselas en el referéndum de independencia por ser un asunto interno español.
Uno de los mayores fracasos internacionales lo protagonizaba Mas en un viaje a Nueva York en abril de 2015. El periplo se limitó a una conferencia universitaria, una visita a la Zona Cero sin presencia de autoridades locales y una cena con la comunidad catalana en la que el participante más relevante fue Arturo Sarukhán, exembajador de México en Estados Unidos y miembro del consejo consultivo del Diplocat.
En cuanto a Puigdemont sus dos grandes hitos internacionales se produjeron en Francia con un acuerdo de cooperación económica con la presidenta de la región Île de France y una reunión similar en Narbona con la presidenta de la región de Occitania.