Una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM) se puede definir como el conjunto de percepciones narradas por personas que han estado a punto de morir y han sobrevivido. En la mayoría de los casos refieren una serie de sensaciones comunes, como el desdoblamiento, que les permite observar desde un plano superior lo que ocurre en el lugar donde se encuentran, la visión en imágenes a gran velocidad de los hechos más importantes de su vida, la percepción de una intensa luz al final de un túnel hacia la que se sienten atraídos, o el encuentro con familiares y amigos fallecidos, todo ello con una sensación de paz y bienestar. Para algunos facultativos se trata de fenómenos sin una explicación completa que demuestran la existencia de una dimensión desconocida más allá de la muerte, mientras para otros estamos ante una suma de reacciones bioquímicas en nuestro cerebro a consecuencia de una situación de estrés extremo como es la proximidad de la muerte. Ciencia o superchería, la clase médica no se pone de acuerdo sobre un fenómeno que lleva años siendo objeto de estudio.
El doctor Miguel Ángel Pertierra, hasta hace unos años otorrinolaringólogo en el Hospital Carlos Haya de Málaga, sufrió una ECM como consecuencia de un grave accidente de tráfico por el que fue ingresado en la Unidad de Críticos del mencionado centro hospitalario. “Un coche se saltó la mediana y fue a impactar contra mí, que viajaba en moto. Sufrí un fuerte traumatismo abdominal y fui trasladado al hospital. Cuando me estaban haciendo pruebas para detectar daños internos perdí la conciencia. En ese momento me vi fuera de mi cuerpo y observando lo que ocurría desde el techo. Vi como la que entonces era mi pareja, también médico, entraba en la unidad y la obligaban a marcharse. Yo no vi un túnel con una luz blanca al fondo, como refieren otras personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte, pero sí muchas luces y una neblina azulada, y sentí una enorme sensación de bienestar, paz y tranquilidad. Debí estar así unos quince minutos, hasta que caí sobre mi cuerpo de golpe. Cuando me recuperé estuve tocado durante meses, sin contárselo a nadie, hasta que me decidí y pregunté a mi pareja si efectivamente la habían sacado de la unidad tal y como yo había visto, y me dijo que sí. No voy a hablar del alma, porque no soy religioso, pero lo cierto es que me ocurrió algo para lo que no tengo explicación médica, que ha cambiado radicalmente mi vida, hasta el extremo de que he dejado de tener miedo a la muerte. Este año ha fallecido mi padre, al que quería con locura, y el duelo ha sido más sencillo porque estoy convencido de que ha ido a algún lugar muchísimo mejor del que estaba con su demencia”.
Miguel Ángel Pertierra explica que muchas de las ECM que se refieren tienen una explicación médica: la falta de oxígeno en el cerebro y el aumento del dióxido de carbono, que puede provocar alucinaciones visuales y auditivas. “Sin embargo, hay casos en los que los hechos que cuentan los pacientes no se pueden explicar por dicho motivo. He estudiado casos similares al mío, como el de una mujer a la que operé de urgencia y que me describió con todo lujo de detalles las pinzas médicas que había utilizado, que son muy específicas de mi especialidad y que muchos cirujanos no conocen, pese a que había entrado en el hospital en coma. En otros casos los pacientes han referido conversaciones mantenidas a cincuenta metros, e incluso hechos ocurridos de manera simultánea en su domicilio, a varios kilómetros de distancia. No digo que sean hechos inexplicables, pero sí inexplicados. Tal vez pasados unos años encontremos respuestas racionales para algo que ahora se nos escapa”. Pertierra lleva desde entonces investigando este tipo de fenómeno y ha documentado una treintena de casos a lo largo de 18 años de carrera profesional.
Miguel Ángel Pertierra: Perdí la conciencia y me vi fuera del cuerpo, observando lo que ocurría desde el techo
El psiquiatra y filósofo norteamericano Raymond Moody fue el primero que estudió a mediados de los setenta el fenómeno de las ECM y recogió sus conclusiones en el libro Life after life (Vida después de la vida), en el que aparecen recopilados los relatos de numerosas personan que habiendo estado cerca de la muerte o clínicamente muertas sobrevivieron tras las maniobras de reanimación o de manera espontánea. La obra reavivó las creencias en la existencia del alma y del más allá a la vista de las características comunes que relataban los afectados. Una certidumbre que aparece ya recogida en el Libro de los Muertos egipcio, redactado entre los años 1550 y 1070 antes de Cristo, en el que se explican las etapas del proceso que sigue el hombre después de la muerte, o en el Libro tibetano de los Muertos, en su caso escrito en el siglo VIII A.C., que se leía como parte del rito funerario a la persona que estaba a punto de fallecer para ayudarla en el tránsito, y en el que se refieren algunas de las características de las ECM. También Platón alude a un suceso de este tipo en ‘La República’ y narra el caso del soldado Er, que iba a ser incinerado en una pira funeraria cuando regresó a la vida y refirió lo que había experimentado en un viaje fuera de su cuerpo.
La neurociencia niega las ECM
“Desde el punto de vista científico, en personas a punto de morir tiene lugar una anoxia (falta de oxígeno), una hipercapnia (aumento del dióxido de carbono) y una liberación de endorfinas, dopamina y serotonina que afectan al cerebro y pueden explicar los fenómenos identificados con una ECM –dice el neurocientífico y catedrático de Medicina Francisco José Rubia Vila-. El cerebro representa un 2% de la masa corporal pero consume un 20% de toda la energía del organismo. La suposición de que la consciencia del yo continúa a pesar de la muerte corporal, y por tanto cerebral, es algo totalmente impensable para la neurociencia de hoy. Lo que parece evidente es que no es de esperar que en el cerebro, a punto de morir el organismo que lo sustenta, cesen sus funciones de golpe, sino que se den transformaciones cada vez más graves, hasta la completa desaparición de esas funciones”. En esas transformaciones estarían, en su opinión, las sensaciones narradas por quienes a punto de morir regresaron a la vida.
“Alguno de esas sensaciones, como la autoscopia, que es la sensación de observar el cuerpo desde fuera, la ha conseguido reproducir el neurólogo suizo Olaf Blanke con la estimulación eléctrica de la corteza cerebral de la unión témporo-parietal, pero es que también se consigue con la ingestión de algunas drogas como la ketamina, un anestésico desarrollado a comienzos de los años 60 del siglo pasado, que induce un estado de despersonalización y experiencias fuera del cuerpo –señala el doctor Rubia Vila-. La dimetiltriptamina (DMT), que es un alucinógeno presente en la ayahuasca y también en el cerebro humano, produce la sensación de estar en presencia de seres sobrenaturales, la sensación de luz al final de un túnel se explica por la generación de fosfenos en la corteza visual, la revisión panorámica de la vida, como en una película a gran velocidad, se atribuye a la hiperactividad del hipocampo y de la corteza del lóbulo temporal (dos zonas del cerebro)…Es cierto que aún no hay una explicación exhaustiva de todos los fenómenos que se refieren en una ECM, pero los científicos, en lugar de recurrir a explicaciones sobrenaturales o entidades metafísicas, debemos buscar razones neurofisiológicas. Un científico necesita pruebas”.
María Isabel Heraso: Ya sé, con los conocimientos que tengo, que estuve al otro lado y decidí volver
La doctora María Isabel Heraso, anestesióloga y jefa de la Unidad de Dolor del hospital San Franciso de Asís de Madrid, también tuvo una ECM a consecuencia de una peritonitis con septicemia que estuvo a punto de costarle la vida. Su experiencia la ha convertido en una firme defensora de la existencia de otra dimensión a la que accedemos tras la muerte. “Muere el vehículo, que es nuestro cuerpo, que se pudre, pero el pasajero lo abandona momentos antes de que cesen las funciones vitales. La muerte para nosotros, que somos el pasajero, no existe, nos hemos ido antes –asegura-. Hay gente que lo llama alma, o espíritu, o energía, a mí me vale cualquier definición. Yo no pensaba así antes de que me ocurriera, era muy científica, y ahora, además, soy espiritual. Tardé un año en asimilarlo y, además, no me acuerdo de todo lo que me ocurrió, lo voy recordando según pasa el tiempo, y eso que de aquello han transcurrido ya treinta años. Ya sé, con los conocimientos que tengo, que estuve al otro lado y que decidí volver para hacer las cosas que no había hecho hasta ese momento. Una experiencia de muerte es un gran martillazo para cambiarte la vida completamente. La mía ha dado un giro de 180º. Cuando vuelves ya no regresas igual, no eres la misma persona, tienes una visión completamente diferente del mundo, ya no te interesa el poder ni el dinero, sino otras cosas menos materiales”. La doctora Heraso mantiene, como sus compañeros Pertierra y Rubia, que para llegar a una ECM el cuerpo tiene que pasar por un problema bioquímico, pero, a la vista de lo que le ocurrió, considera que además del cuerpo hay una energía que sobrevive al mismo. “Las experiencias que refieren otras personas que han pasado por una ECM no son alucinaciones, son reales, pero las personas tendemos a interpretar erróneamente aquellos sucesos que no podemos explicar”.
Situación límite
La psiquiatra Laura Ferrando, directora del Instituto de Investigación y Asistencia Psiquiátrica (IAP) de Madrid, defiende que lo vivido por quienes sufren una ECM tiene una explicación exclusivamente fisiológica. “La ECM es una situación en que los órganos vitales, corazón y cerebro, claudican en su funcionamiento y la muerte es inminente –dice-. Entonces, ante una situación de sufrimiento celular el cuerpo segrega endorfinas, que son unas hormonas que producen una situación placentera, compatibles con esas situaciones de la luz al final del túnel o la sensación de paz y serenidad. Es una defensa del organismo en una situación de sufrimiento”. Una sensación de paz que ella misma experimentó hace unos años, cuando asistía a un curso en la Universidad de Harvard (Boston, Estados Unidos) y a consecuencia de una grave neumonía tuvo que ser ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital. “Me vieron en tan mal estado que me dieron la extremaunción. En mi caso no llegué a perder la conciencia, pero sí recuerdo que pese a la situación extrema en que me encontraba tenía una sensación de enorme tranquilidad, sin duda debido a que las endorfinas se habían disparado”. Como ella, una de sus pacientes, que sufrió un grave accidente de tráfico a consecuencia del cual perdió la conciencia, le relató también cómo mientras intentaban recuperarla con masajes cardíacos ella deseaba que no la despertaran porque se encontraba en una situación de paz absoluta.
Laura Ferrando: Lo vivido por quienes sufren una ECM tiene una explicación exclusivamente fisiológica
El psicólogo Fernando Huerta, director de Humane Centro de Psicología, es también defensor de la explicación exclusivamente fisiológica de las ECM, que atribuye a errores en “el procesamiento de información. Es similar a cuando alguien tiene un delirio o una alucinación. Se rompe alguno de los canales de los cinco sentidos y entramos en un estado de confusión. El cerebro está cortocircuitado y la información que le llega no la puede interpretar y procesar bien”. Huertas ha tratado a muchos pacientes que han protagonizado intentos de suicidio y se han encontrado a las puertas de la muerte. “Muchos de ellos me refieren una sensación de paz, de dejarse ir suavemente desde una visión muy idílica, pero otros sufren una angustia terrible”.
“En España hay pocos profesionales de la medicina que hayan estudiado el fenómeno de las ECM, que me parece tremendamente interesante –señala el psiquiatra José Miguel Gaona, que ha analizado cientos de experiencias de este tipo-. A mucha gente le da pudor y vergüenza hablar de estos temas porque enseguida parece que estás en el terreno de lo paranormal, cuando se trata de cuestiones eminentemente científicas, por eso me resulta penoso que algunos compañeros lo ridiculicen por la pura ignorancia que tienen al respecto”. Gaona ha comprobado que “solo entre un 8 y un 15% de las personas que han estado en una situación próxima a la muerte refieren haber vivido una ECM, aunque cabe la posibilidad de que el porcentaje restante también la haya vivido y no la recuerde. Es una duda hoy por hoy sin respuesta”. Él mismo sufrió lo que él denomina ‘primera fase’ de una ECM como consecuencia de una fibrilación auricular. “Mi caso no es reseñable porque no vi la luz al final del túnel ni tuve un encuentro con personas fallecidas, ni ninguna de las experiencias que relatan otras personas, pero me llamó la atención la sensación de bienestar que experimenté, seguramente porque se me habían disparado las endorfinas”.
José Miguel Gaona: Algunas de las experiencias narradas no se pueden explicar desde la fisiología
“Yo era muy escéptico ante este fenómeno –continúa Gaona-, y aunque algunas de las experiencias que narran las personas que han pasado por una ECM se pueden explicar desde la fisiología, hay otras que no. Hay casos en que la persona no solo se ve fuera de su cuerpo, desde una posición elevada, sino que es capaz de ver lo que está ocurriendo en otras estancias o en lugares geográficamente distantes. En otros ocasiones las personas que han experimentado una ECM adquieren lo que podríamos llamar ‘cualidades’, como provocar interferencias electromagnéticas en aparatos que son sensibles a las mismas, y, finalmente, algunos tienen conocimiento de hechos futuros que les van a ocurrir a ellos o a otras personas. Fenómenos que la fisiología no puede explicar y que es conveniente estudiar”. Gaona defiende que todo tiene una razón de ser, “otra cosa es que muchas veces no sepamos por qué ocurren las cosas, y a eso se dedica la ciencia desde la época de Galileo. No olvidemos que muchas veces la ciencia acaba encontrando una explicación a determinados hechos que hace diez, quince o veinte años resultaba inadmisible”.
Tal vez este sea el caso.