"Los seres humanos somos muy pequeños comparados con la fuerza volcánica. Lo único que quedará de nuestro paso será lo que hemos contado, escrito y filmado", afirmó en una ocasión el vulcanólogo Maurice Krafft. Él y su esposa y compañera de profesión, Katia, pasaron toda una vida fascinados ante la grandeza de la naturaleza frente a la insignificancia humana. Sin embargo, consiguieron convertir su experiencia vital en algo más colosal de lo que ellos mismos suponían.
Ahora, el documental Fire of love, premio al mejor montaje en el Festival de Sundance y ganador de la 25 edición del Festival Docs Barcelona, saca a la luz las imágenes que ellos mismos grabaron a lo largo de los años del mayor espectáculo de la naturaleza, los volcanes, pero también de la ceremonia igual de grandiosa que fue su propio amor, ese que les unió gracias a la pasión por las erupciones de la tierra.
La polifacética artista Miranda July es la voz narradora de esta historia, dirigida por Sara Dosa, un relato a priori tan poco cinematográfico y que pocas veces ha tenido espacio en los cines: un amor para toda la vida. Al igual que la "tierra viva" a la que se refiere Katia, el suyo era un amor que quemaba como el magma. Ambos compartían el éxtasis" y esa ausencia de peligro que pone el freno ante los episodios más arriesgados.
Ella fue una geoquímica; él, un geólogo. Los protagonistas de esta aventura romántica se sumergieron en el mundo de la vulcanología "decepcionados" con el ser humano y se convirtieron en cazadores de hipótesis y mitos. Se casaron en 1970 y renunciaron a tener descendencia, una opción incompatible con su afán por acercarse todo lo que el cuerpo humano permite a los límites de los cráteres y sentirlos casi literalmente con los cinco sentidos.
Fire of love: dos kamikazes en el fuego
Con este documental, el espectador aprende a clasificar los volcanes entre los rojos -los más amables y predecibles- y los grises -peligrosos e imprevisibles-. A este último tipo de volcán decidieron dedicar sus energías Maurice y Katia en la última etapa de sus vidas, impresionados por el número de víctimas mortales que se cuantificaban en pleno siglo XX. Su entrega, su curiosidad y la pasión por la sangre que brota del centro de la tierra les llevó, precisamente, a perecer juntos en uno de estos volcanes.
Enfundados en escafandras, el espectador contempla en Fire of Love a estos aventureros acercarse peligrosamente al magma, surcar lagos con ácido que pueden descomponer casi cualquier material o idear una canoa para descender varios kilómetros por un río de lava. No hay trucos ni efectos ópticos en este documental, tan asombroso como poético, para esta redactora de Vozpópuli. Sus locuras, las de una pareja con una pasión en común, parecían no tener límites y necesitaron financiación para poder llevarlas a cabo.
De esa necesidad surgieron las incontables horas de grabación, las innumerables fotografías con las que ilustraron decenas de libros y las famosas entrevistas que ofrecieron en televisión. Aunque Maurice afirmó no interesarse demasiado por el cine, esta pareja parece salida de cualquier película de Wes Anderson, cuya estética podría beber de estos dos personajes, y entre todas las grabaciones de los 60 y 70, algunas remiten al mejor western, y otras al lirismo de los primeros cineastas y su gusto por la observación del mecanismo del día a día.
Maurice y Katia se quisieron porque ambos sentían la misma admiración y nada les conmovía más en el mundo que observar una erupción volcánica. Su historia es la de dos kamikazes que optaron por una vida llena de riesgos y de emociones, antes que una vida corta y aburrida. Dedicaron sus horas contemplar el espectáculo de la naturaleza -el mayor y más hermoso, a su juicio- y, sin quererlo, contribuyeron a mostrar que las vidas humanas no son tan insignificantes.