Fue el ensayista José Martínez Ruiz, alias Azorín (Monóvar, 1873), quien inmortalizó en el libro Parlamentarismo español una sección titulada Escuela de Maneras. En esta reflexión de primeros del siglo pasado, el reconocido cronista abordó la urbanidad y los buenos modales que han primado desde antaño en el hemiciclo, definiéndolo como "una escuela de bien hablar; allende de ser una escuela de cortesía". "Todo hombre de mundo -y los escritores también- habrán de pasar para su total pulimento por una cierta estada en las Cortes", recomendó. "El Parlamento es una escuela de maneras y de conducta. Frecuentémoslo", sentenció.
Sin embargo, hay diputados que hoy día hacen oídos sordos a tal invitación de Azorín. Y lo peor, la situación empieza a enquistarse. Buena parte de la bancada de Podemos, capitaneada por Pablo Iglesias, ha interiorizado, a lo largo de sus primeros quince meses en la Cámara baja, una serie de automatismos que persiguen el choque directo con el adversario y la bronca teatralizada. Una performance de grosería, una pelea de patio de colegio, impropia de la "escuela de maneras" de Azorín. Iglesias y su "pandilla de burócratas intransigentes" -en palabras del profesor Carlos Fernández Liria, excolaborador del líder de Podemos- no se sienten cómodos con las normas de cortesía de la casa y lo demuestran cada semana plenaria. Ahí están los Montero, Mayoral, Cañamero, Vera, Guijarro, Monereo o Alberto Rodríguez, conocido por sus compañeros como El Rastas.
El problema está en que tal escalada de gruesos epítetos y chabacanos aspavientos, de mala educación, ya ha recibido un primer toque de atención de la Presidencia del Congreso. Pero, desafortunadamente, la respuesta ha sido poco o nada alentadora. En la Junta de Portavoces del martes, Ana Pastor trasladó a los allí presentes el malestar que comparten sobre todo los grupos de PP, PSOE y Ciudadanos respecto a las formas y el lenguaje deshonestos que vienen empleando algunos diputados de Unidos Podemos. Un daño progresivo a la dignidad de la Cámara. Sin embargo, los aludidos, en lugar de corregir el gesto y atenerse al decoro parlamentario, continuaron al día siguiente con su particular coreografía circense. A ello se une cómo la relación Iglesias-Pastor ha pasado de los besos de la cena de Navidad a los reproches mutuos. Y todo apunta a que esto va a empeorar.
Los aludidos, en lugar de corregir el gesto y atenerse al decoro parlamentario, continúan con su particular coreografía circense
En la última sesión de control, el propio Iglesias no dejó de hacer ademanes soeces y de balbucear mientras la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, contestaba a una pregunta -dividida en ocho cuestiones- de la portavoz parlamentaria de Podemos, Irene Montero. Al término de la intervención de Santamaría, el líder morado dedicó un mensaje mudo a la bancada popular: "¡Qué sinvergüenzas!", exclamó, llevándose la mano a la cara ofensivamente como si hubiera un árbitro de fútbol delante. Pese a todo, Iglesias no ha dudado en acusar a los diputados de enfrente de "matonismo" parlamentario. ¿Quién es el caradura?
Los aplausos bufones
Para entonces, Iglesias ya había aplaudido varias veces a la número dos del Ejecutivo, en otro automatismo populista, sólo por decirle que los suyos "critican a la prensa y a la justicia si no les dan la razón" y que "hasta sus modos y modales los tenemos que aguantar los miembros de esta Cámara sencillamente por no pensar como ustedes". Tales aplausos bufones del líder morado sí fueron recogidos en las actas del Diario de Sesiones.
No aparecen, en cambio, otras palabras que pronunció Iglesias cuando estaba interviniendo la vicepresidenta: "Interrumpir todo el tiempo, ocho preguntas, ocho preguntas...", señaló el dirigente morado, según fuentes parlamentarias, en cuanto la bancada popular aclamó por primera vez a la oradora. Santamaría le acababa de contestar a Montero: "Si lo que quería su grupo hoy era marcar estilo, creo que lo ha conseguido. Hace unos días, su compañero portavoz del Senado, el señor Espinar, calificaba esas filtraciones y las preguntas que hoy me hace como pseudoperiodismo. Por tanto, su grupo ha instaurado hoy el pseudoparlamentarismo", lamentó la ministra de Presidencia. A los acólitos de Iglesias y a él mismo les quedan todavía muchas horas de pulimento para adaptarse a la "escuela de maneras". Lo preocupante es que quizá nunca lo hagan.