Cultura

10 años sin Paco de Lucía, el genio de la guitarra

El músico reformó el flamenco a nivel internacional mediante la fusión con ritmos propios de la bossa nova, el jazz y la música clásica, entre otros.

  • El múscio Paco de Lucía, en 2013, durante un concierto en Badajoz. -

«La guitarra es una hija de puta porque no te regala nada». «¿Quién puede considerarse un maestro? ¿Quién puede considerar que sabe todo? Yo soy consciente de mis limitaciones, como cada ser humano». Paco de Lucía se crio con un padre que inculcó, tanto a él como a sus hermanos —Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras—, que ellos no eran músicos, sino «flamencos». Como si, más que de arte, ser flamenco fuese una cuestión de raza. Nacido en un seno humilde, el de Algeciras no sólo fue un virtuoso de la guitarra, conocido por transgredir moldes en el género. También desarrolló uno de los discursos más acertados en torno a la creación, defendiendo que el deseo de comunicar está por encima de cualquier otra cosa y que un genio es quien, además de técnica, tiene algo importante que decir. 

Heredero de las escuelas de Sabicas y Niño Ricardo, y acompañante de cantaores de la talla de El Lebrijano y Fosforito, acabó tocando en Nueva York en varias ocasiones. En su segunda visita, Sabicas estaba entre el público, y se acercó a conocerle: «Niño, tocas muy bien, pero tienes que tocar lo tuyo, un guitarrista siempre tiene que tocar su propia música», le dijo. Paco, que hizo caso al consejo del maestro, acabó convirtiéndose en uno de los guitarristas flamencos con más personalidad, reformando el flamenco a nivel internacional mediante la fusión con ritmos propios de la bossa nova, el jazz y la música clásica, entre otros. A los 10 años de su muerte, se le reivindica en esa Nueva York mediante el homenaje Paco de Lucía Legacy, que cuenta con artistas de distintos lugares y generaciones como Pepe Habichuela, Silvia Pérez Cruz, El Cigala, Al Di Meola y Yerai Cortés.

Pero ¿cómo ha marcado Paco de Lucía en las generaciones posteriores? David de Arahal, joven acogido al legado de Paco de Lucía, cuenta: «Flamenco, entre dos aguas, entre dos orillas, el cante y la guitarra... entre esos dos mundos Paco ha navegado como nadie. Para mí es el mejor guitarrista que ha llevado el cante a la guitarra. Su guitarra canta y está llena de expresividad emocional. Ha sido tan grande su impacto que no sólo influenció a los guitarristas, sino que los grandes cantaores comenzaron a cantar con otra musicalidad hasta antes desconocida». Juan Habichuela Nieto, de la saga de los Habichuela, declara: «La figura del maestro Paco de Lucía nos ha marcado a todos, lo vemos como un héroe que nos hacía soñar de pequeños, hasta que amarramos la guitarra y nos intentamos ver en un espejo como él. Tuve la suerte, gracias a Dios, de conocerlo. Tengo una cejilla regalada por él, y todavía está con nosotros nada más abrir la guitarra, en cada paso que damos, en cada cosa que hacemos siempre está el maestro por delante».

La guitarra es una hija de puta porque no te regala nada

Según el biógrafo Juan José Téllez en un reciente reportaje en Canal Sur, Paco de Lucía y Camarón, grandes compañeros, «fueron los Lennon y McCartney de nuestro país». Con Paco, la figura del guitarrista, tal vez relegada al imaginario colectivo como «escudero» del cantaor, pasó a ser la de un protagonista más, consolidándose así una de las parejas más emblemáticas de la música en español. De hecho, ambos desarrollaron «la canastera», que José Manuel Gamboa describió como «un Fandango de Huelva que Paco acompaña con el rasgueo que él mismo utiliza al final del rítmico de la rondeña». Esa amistad no sólo dio como resultado numerosos discos —como el bellísimo y tal vez algo más desconocido Cada vez que nos miramos (1970), sino que también ambos actuaron en la icónica Flamenco (1995) de Carlos Saura. Tras su muerte, Paco siempre le echó de menos, y le recuperó mediante grabaciones en uno de sus últimos discos publicados en vida, Cositas buenas (2004): «He recuperado masters de grabaciones antiguas que hacíamos. Pude recuperar a un Camarón que parece que está vivo en este disco». 

Su disco Fuente y Caudal (1973), que incluía la famosa rumba «Entre dos aguas», fue una improvisación prácticamente momentánea que alcanzó número uno de ventas en España, acercando su música al gran público internacional. ¿Qué significaba estar «entre dos aguas»? Esta canción —que dialogaba directamente con «Te estoy amando locamente» de Las Grecas, «Fly me to the moon» de Sinatra y «Caramba, carambita» de Los Marismeños—, aparte de demostrar que en el flamenco se podía improvisar como se hacía en el jazz, mandó un mensaje claro al mundo: estar «entre dos aguas» era, pues, poseer lo que todo genio dentro del arte: un pie en el pasado y otro en el futuro a la hora de crear. «Yo toco con una mano agarrando la historia y la otra agarrando el futuro», decía.

De personalidad aparentemente tímida —rasgo que curiosamente caracteriza a la mayoría guitarristas flamencos—, Paco de Lucía defendió, mediante un discurso plagado de magnetismo, lo que significa ser un artista humilde con el resto y consigo mismo: «Toco mal casi siempre. Me subo al escenario para disfrutar yo, y entonces, de pronto, hay un día en el que siento que soy más grande del mundo. Notas que los pies se te van el suelo, empiezas a flotar y te sabes toda la música del mundo [...] El flamenco no es sólo una música, es una forma de vivir, una filosofía, una forma de ver la vida». Para él, esa timidez se convertía en temperamento mediante la música. «El secreto es tener algo que decir», declaró en alguna ocasión.

El de Algeciras, autodidacta a veces acomplejado, fue un músico que supo encontrar el punto medio entre el artista y el técnico, entre el talento y el conocimiento, entre haber aprendido en la calle o en un estudio. Ya declaró, mediante una metáfora del toreo: «Hay toreros técnicos que generalmente son fríos, y toreros artistas que salen con la carita blanca al ruedo». Además, siempre defendió el poder de comunicación de la guitarra: «La guitarra es un vehículo por el cual puedo comunicar muchas sensaciones, te da la capacidad de comunicarte con gente de cualquier país, de cualquier raza, con gente con la que no puedes hablar dos palabras porque hablas una lengua distinta, pero con la música y la guitarra puedes estar horas comunicándote con el corazón y con el espíritu».

Además, también fue crítico con quien pudiera tener ínfulas en ese terreno artístico: «Esa gente que va de divo por la vida, pues... es medio ridículo». Él supo congregar en su figura el talento, la disciplina, la humildad y la vocación por innovar. Buscó la nitidez, ese no fallar una nota jamás, con un cambio de postura a la hora de tocar que enfadó a los puristas, como todo adelantado a su tiempo. Un artista que antepuso la emoción a la intelectualidad y que, además, tomó por bandera el lema «encuentra lo que amas y deja que te mate» en el sentido de llevar tu vocación hasta lo más profundo: «Yo he vivido para la guitarra, y sigo viviendo para la guitarra, que ha sido la cosa que más me ha gustado en el mundo, lo que ha dado sentido a mi vida, por lo que sigo viviendo, y todo lo demás es pura anécdota».

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