Cultura

La sequía en el veredicto del Pulitzer deja de lado a David Foster Wallace

Ante la decisión del jurado de declarar desierto el Premio, el difunto escritor norteamericano perdió la oportunidad que sí se le concendió a Kennedy Toole en 1981.

Sólo ha ocurrido siete veces, incluyendo ésta. La última fue en 1977, hace 35 años. Aunque en esta ocasión el fallo ha tomado por sorpresa a muchos. Los círculos literarios daban por ganador a David Foster Wallace con El Rey Pálido, una novela póstuma con la que, se suponía, el autor debía repetir la épica del genio  incomprendido que protagonizo John Kennedy Toole en 1981, cuando se hizo con el Premio después de fallecido gracias a su novela La conjura de los necios.

Pero esta vez no fue así, Foster Wallace, novelista estadounidense,  eterno candidato aupado por The New York Times desde que publicara La Broma infinita (2005),  fue dejado a un lado por un jurado conformado por Susan Larson exeditora literaria del  diario The Times-Picayune, de Nueva Orleáns; el crítico Maureen Corrigan y el novelista -y ganador del Pulitzer anterior- Michael Cunningham.

Wallace, quien los útltimos años de su vida fue azotado por una profunda depresión,  murió ahorcado en 2008. Su viuda, Karen Green, encontró el manuscrito de El Rey pálido en su ordenador y, junto a su agente literario, Bonnie Nadell, lo entregó al editor Michael Pietsch para su publicación, la cual ocurrió el año pasado.

El Rey Pálido, escrito durante diez años,  formaba parte de la quiniela de las capillas literarias , que veían en esta novela una oportunidad del novelista para presisidir las capillas literarias tan dadas a reconocer de manera póstuma los méritos no concendidos en vida, todavía más en el caso de Wallace, considerado hasta hace pocos años un escritor de culto.

Para el escritor Enrique Vila-Matas, la decisión del jurado se explica por razones tan pedestres como poco literarias. "Haya o no intereses económicos por en medio, los jurados siempre tienen sus compromisos y sus amistades y sus relaciones laborales presionándoles para que den el premio a un candidato u otro. En el caso de este año del Pulitzer los miembros del jurado no daban la talla, ninguno estaba a la altura artística de un escritor como Foster Wallace", responde Vila-Matas a la especulativa pregunta sobre porqué no Wallace.

Lo cierto es que ninguno de los miembros del jurado consideró la novela de Wallace digna delreconocimiento que en el pasado recibieron Ernest Hemingway, William Faulkner o John Updike. Cierto que los lectores se hallan con El Rey Pálido ante una obra inacabada, pero no es menos cierto que Wallace no reparta en ella las dosis de calidad, ironía y neurosis como los que usó en La broma infinita.

A lo largo de seiscientas páginas Foster Wallace escribe una novela sobre el aburimiento, el tedio y el vacío, sus grandes temas, esta vez destilados en un solo y único procedimiento, usual en su obra: la disgresión. Superhéroes con taras físicas, mujeres hermosas tremendamente aburridas, anodinos inspectores de hacienda..."La broma infinita es una gran novela. Me gustan mucho (mucho) sus relatos y reportajes. No he leído el último libro. Pero, habiendo leído lo anterior, diría que Foster Wallace era probablemente el mejor escritor de su generación. Por mejor quiero decir el más interesante, el que hablaba de cosas de las que otros no podían hablar. Un grande, vamos", dice Jaime Rodríguez, editor de la revista literaria Quimera.

Además de Wallace, este año competían por el Pulitzer Denis Johnson, por Train dreams y Karen Russell, por Swamplandia!. Pero ninguno de los dos tampoco recibió visto  del jurado. Swamplandia, la primera novela de Russell, ha sido uno de los éxitos de la temporada, está  centrada en una familia de luchadores de cocodrilos profesionales en el Estado de Florida. Train dreams, de Johnson, también ha sido uno de los mayores éxitos de crítica de la temporada.

La última vez el Premio se declaró desierto en la categoría ficción fue en 1977, cuando la Universidad de Columbia, anuló la decisión del jurado porque consideró que la novela El río de la vida, de Norman MacLean,  no era de calidad suficiente. Para el crítico literario y escritor Jorge Carrión las razones por las cuales, en este caso en particular, no se concedió el Premio de manera póstuma a Wallace, que era lo esperado, se deben a un asunto relacionado con la obra en sí. "La única razón por la que pienso que El Rey Pálido no ha sido premiado y, en cambio, El tiempo es un canalla, de (Jennifer) Egan, por ejemplo, sí lo fue, es que la novela de DFW no está acabada", dice Carrión como única alternativa posible ante la posible componenda del jurado con un escritor al que todavía se le resiste, sin embargo, el stablishment literario.

Hace unos meses, en una entrevista publicada en el diario El País por Juan Gabriel Vázquez, el novelista Jonathan Franzen, amigo de David Foster Wallace se refirió a las contradicciones y celos que el medio literario norteamericano tuvo para con Foster Wallace antes y después del suicidio del autor: "La gente que lo llenaba de elogios tras su muerte era la misma que nunca lo había nominado para un premio nacional mientras estaba vivo. Y es particularmente grotesco ver que la principal reseñista del New York Times, a quien Dave detestaba, la mujer que siempre había tratado sus libros de una manera boba y mezquina, de repente se subía al tren y gritaba loas al genio".

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