Tiene facilidad para desquiciarse, dice Sylvina Walger. Y más desde que la operaron de la tiroides. Sufre cambios de humor. Es irascible e irritable, a veces parece una dulce y acogedora Evita. En otras una tormenta incontenible. Hay un debate sobre si sufre trastornos bipolares, sobre si toma o no litio: pasa de la depresión a estados de euforia; llora en público. La secretaria de Estado Norteamericana Hillary Clinton pidió un informe sobre su salud mental y los cables de Wikileaks revelaron que los Estados Unidos la considera una líder “visceral, que sufre de nervios y ansiedad”.
Son estos algunos de los datos que sobre Cristina Fernández de Kirchner adelanta la periodista y socióloga Sylvina Walger en la biografía Cristina. De legisladora combativa a presidenta fashion (Ediciones, B). En un libro que recorre la vida personal de la presidenta argentina, la autora escarba en aspectos y rasgos que van desde las decisiones políticas hasta las miserias personales de la presidenta. Walger ha sido la única en flanquear el cerco que mantiene Fernández sobre la Casa Rosada y la residencia oficial de los Olivos, a esta última ni siquiera tienen acceso sus 15 ministros. Walger conoció a Kirchner cuando era abogada y diputada, “una mujer valiente que clamaba contra Menem y se ganaba a los periodistas invitándolos a su despacho, donde podían fumar”.
“Me pareció encantadora y moderna”, recuerda Walger, para luego apostillar: “No me percaté del personaje. Su gusto por el lujo está relacionado por ese complejo que arrastra desde niña (su padre era conductor de autobuses, hijo de emigrantes españoles). Cuando viaja a Francia, las grandes tiendas le llevan bolsos, joyas y ropa a la habitación del hotel. Le chiflan Louis Vuitton, Hermès y Bulgari. Puede llevar encima 50.000 euros en alhajas. ‘No tengo que vestirme como una pobre para ser buena política’”, escribe Sylvina Walger sobre una mujer que vive entre la contradicción del mito montonero –ella misma se asume como militante de izquierdas y montonera- y el rencor social que, según Walger, Kirchner intenta tapar con una apariencia exagerada. “En su forma de hablar sigue teniendo la impronta del barrio humilde, a pesar de los profesores de dicción”.
Salve Cristina, La Cámpora e YPF
Alejándose de aquella Cristina cuyas costuras se hacen visibles justo en el costado más pintoresco –cómo se viste, sus nervios, su comportamiento- , Laura Di Marco se dedica a cortar la mucha tela que guarda la presidenta de Argentina en su armario político. Y lo hace precisamente en el libro La Cámpora. Historia secreta de los herederos de Néstor y Cristina Kirchner.
Según narra Di Marco, la expropiación de YPF es un “golpe de mano que altera el ecosistema del poder en Argentina”. A través de esa medida, la vieja guardia fue remplazada por otra más agresiva, conocida como los líderes de La Cámpora, jóvenes que lanzaban piedras contra el gobierno durante la crisis del corralito, universitarios de izquierda e hijos de desaparecidos.
Los elegidos tienen entre 25 y 32 años, asoman a la política tras la muerte de Néstor Kircher y de la noche a la mañana han ocupado puestos clave en el gobierno y en los consejos de las empresas con participación estatal, como Aerolíneas Argentinas y la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses). Son fieles a Cristina Kirchner, pero aspiran a sucederla, afirma.
Los afectos de Cristina Kirchner para con los ‘cachorros’ van a acompañados de reproches a la vieja guardia peronista, a la que le reclamó que permitiese todo tipo de excesos a su marido, Néstor Kirchner, ya enfermo del corazón.
Desde su muerte, la actual presidenta sólo confía en los jóvenes políticos que admiraban a Néstor Kirchner y que mostraban una militancia fervorosa. Justamente ese núcleo que hoy ocupa puestos fundamentales de Gobierno y poder salió de La Cámpora, una especie de organización política juvenil que supone la militancia de base -y en el que coinciden montoneros, hijos de desaparecidos, militantes de izquierda, radicales, piqueteros- del peronismo rejuvenecido de Cristina.
Entre algunos de los representantes de esa nueva generación de peronistas está el vicepresidente Amado Boudou, quien formó parte de la fórmula electoral de Cristina Kirchner en la campaña electoral de 2011, y que ahora se ve señalado por un escandalo financiero gracias a una acusación que el fiscal federal Carlos Rívolo avanzó en una investigación sobre irregularidades en la compra de la empresa Ciccone Calcográfica. Se suma, por supuesto, su hijo Máximo Kirchner, quien desde la muerte de su padre comenzó a ser colocado como una ficha de sucesión, aunque según Di Marco, Máximo está sobrevalorado. De momento su único papel real es el de ejercer de protector de su madre.
Otro de los personajes vistosos de La Cámpora es el diputado nacional y militante Eduardo Wado de Pedro, muy cercano al matrimonio Kirchner y protegido de Cristina Fernández. Huérfano de padre y madre, quienes militaban en Montoneros, tiene una historia y una infancia dura que, según muchos, le ha valido el afecto y la protección de los Kirchner. Escribe Di Marco que llama la atención que buena parte de los miembros de La Cámpora sean huérfanos de militantes radicales, como si de un proyecto inconcluso se tratara.
El herededro inútil y el guaperas marxista
El más importante sin embargo, de todos los jóvenes líderes de Cristina Fernández, es según relata la periodista el viceministro de Economía, Axel Kicillof, a quien se le adjudica la autoría del proyecto gubernamental de expropiación del 51 por ciento de las acciones de la petrolera argentina YPF en manos de la española Repsol.
The New York Times le llamó "el guaperas marxista" cuando Axel Kicillof apareció en las televisiones de medio mundo para rematar el anuncio de Cristina Kirchner sobre la expropiación de YPF. Informal, en mangas de camisa, con gesticulación agresiva, el joven Kicillof dio un puñetazo en la mesa: “Que ningún payaso me venga a decir que controlar YPF no sirve si Repsol está fuera de Argentina”. Su ascenso, para Di Marco, demuestra el aterrizaje definitivo de La Cámpora en la Casa Rosada.
Kicillof es un economista de tendencia neokeynesiana, docente y secretario de política ecónomica. Comenzó como militante de izquierdas pero viró pronto el timón. Trabajó antes como director de Siderar en representación de las acciones que el Estado argentino -a través de la ANSES- posee en dicha empresa, y como subgerente de Aerolíneas Argentinas. Su meteórico ascenso en la política argentina se debe, según comenta la propia periodista Di Marco, a la caída en desgracia de Boudou con Cristina Fernández al verse salpicado judicialmente en escaramuzas legales por la creación de Ciccone. El ocaso de uno significó el triunfo del otro. Y si a eso se suma que a Máximo Kirchner le interesa más es fútbol que la política, eso explica porqué Kicillof manda de la forma en que lo hace.
En su libro incluso Di Marco llega a comentar el secreto a voces en Argentina acerca de una supuesta relación sentimental entre Boudou y Cristina Fernández de Kircher en la que la presidenta de Argentina podría haber relevado al Vicepresidente de la nación por el joven Kicillof, ahora administrador de YPF, a quien hizo dos guiños argumentales de apoyo político durante su discurso de expropiación. Sin embargo, Di Marco no llega nunca a confirmar lo que deja a título de habladurías aunque sí admite que este economista de 40 años tiene todos los ingredientes para que Kirchner está encantada con él: joven, guapo, agresivo, inteligente e incisivo.
"La Cámpora busca ser un semillero del cristinismo y apunta al recambio del poder, al punto que hoy ocupan 10 escaños en la Cámara de Diputados de la Nación, varios espacios en la Legislatura bonaerense y numerosos puestos en el Gobierno", dice sobre esta nueva clase política la periodista Di Marco.