Final Fantasy VII Rebirth es uno de los mejores videojuegos de 2024. Así de claro y conciso. Y lo es por méritos propios, porque ha logrado engrandecer lo que nos mostró en la primera parte del remake, hace ya cuatro años. Ha sido una espera larga, por momentos tensa, pues los jugadores no sabían qué esperar de Square Enix después de anunciar en 2022 que Final Fantasy VII constaría de tres capítulos, en lugar de los dos que todos preveían.
El reto que la compañía japonesa tenía por delante era monumental. Traer de vuelta un juego tan querido como este era un arma de doble filo, pues sus mejoras y añadidos se mirarían con lupa por parte de toda la comunidad, analizando o no el éxito de la empresa acometida. Además, Final Fantasy VII ya ha tenido varios lavados de cara y expansiones a modo de precuelas, películas y demás productos culturales.
Nos quedamos con muchas ganas de más contenido cuando jugamos la primera entrega de Final Fantasy VII Remake en 2020, pues se sentía que había menos contenido del que cabría esperar por su disección en varios fascículos.
Entremedias de ambos lanzamientos, los fanáticos de la saga hemos podido calmar nuestras ganas con ese magnífico Final Fantasy XVI o Crisis Core, precuela precisamente de esta IP. Finalmente, febrero alcanzó las hojas de nuestro calendario, y con él, la historia de Cloud Strife volvía a iluminar nuestras pantallas.
Final Fantasy VII Rebirth, un RPG de época
Narrativamente, Rebirth nos sitúa exactamente donde lo dejó su predecesor, es decir, con Cloud y su pandilla huyendo de Midgar ante el acoso de los soldados de Shinra. Tramas al margen, pues no estamos aquí para destripar a nadie este juego, veamos qué virtudes y defectos esconde este título. Como dijimos en la entradilla, los hemos jugado en PS5, plataforma de la que es exclusivo, gracias a un código proporcionado por Plaion España y Square Enix.
En el tratamiento de los personajes y la reinterpretación del original, Rebirth amplía la senda ya recorrida en el Remake, consiguiendo un nivel de conexión y cercanía mucho mayor que en otras entregas de la franquicia. El punto en torno al cual crece la narrativa es Sefirot, icónico villano al que nos hubiera gustado ver más en la primera parte.
Uno de los escasos pecados del Remake fue la sensación de claustrofobia que desprendía el título, no teníamos margen para movernos a nuestro antojo por el mapa. Todo estaba perfectamente guiado, a excepción de un puñado de misiones secundarias que, sinceramente, no merecen en absoluto la pena. Recados y tareas insignificantes. A veces, la percepción de que estás haciendo las mismas cosas una y otra vez está presente, aunque no llega a ser molesto.
Con Final Fantasy VII Rebirth, Square Enix vuelve a beber de los falsos mundos abiertos de entregas como FF XVI, es decir, dividen el mapeado en segmentos, cada uno de los cuales puede ser explorado para encontrar coleccionables, mejoras y subir experiencia con otras tramas y misiones. Las mazmorras no han variado mucho con respecto a lo jugado en 2020.
Ante nosotros tenemos un RPG monstruoso. A nivel visual y sonoro, Final Fantasy VII saca músculo por todos lados. Pese a reutilizar el motor Unreal Engine 4, Square Enix consigue que luzca mejor. En el caso de quien escribe esto, ha jugado en modo rendimiento, con 60 fps bastante estables. Pasar horas delante de él es divertidísimo, las ganas de querer jugar más dominan la experiencia desde el primer minuto.
Pero vamos a la chicha del asunto, el sistema de combate. Rebirth fluye del mismo modo que el Remake, ataques básicos, sincronizados, habilidades y magias. La impresión predominante es de fluidez en todo momento, siendo uno de los mejores sistemas implementados en cualquier Final Fantasy de la saga.
Podemos usar a otros miembros del equipo, los cuales conviene subir de nivel por injerencias del guion. Agotar, atacar y vencer. Los anhelos de siempre. La subida de niveles y la progresión de nuestro personaje goza de un equilibrio impecable. Las armas que usamos tienen sus propios criterios de mejora, así como las conocidas ranuras de ventajas.
La duración del videojuego, como en el resto de títulos, dependerá de tu habilidad, pero este Final Fantasy VII Rebirth se mueve en la horquilla de otros juegos de la saga, es decir, más de 40 horas. El trabajo de Square Enix logra un equilibrio muy singular, pues reimagina sin excederse en los añadidos innecesarios en casi todas las ocasiones.
Por concluir este análisis, Final Fantasy VII Rebirth es un RPG mayúsculo. Un portento audiovisual y jugable, el título que Sony necesitaba para PS5 en este inicio de 2024 tan escaso de grandes entregas en comparación con la locura que supuso el año pasado.
Un imprescindible que te hará volver a tus años de niñez, cuando sentimos por primera vez que la historia de Cloud y Sefirot nos pertenecía. Final Fantasy ha vuelto por todo lo alto. Y eso siempre es motivo de celebración.