Entrevista

Cultura

Andrés Trapiello: “La desdicha de la guerra marcó por igual a vencedores y vencidos"

Su nueva novela, ‘Me piden que regrese’, retrata una historia de amor en el durísimo Madrid de los años cuarenta

  • Andrés Trapiello.

Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) es uno de los escritores más prestigiosos de España, que contesta las preguntas de Vozpópuli pocas horas después de recibir el premio de periodismo Diario Madrid. Este otoño está cosechando elogios de nuevo con su novela Me piden que regrese (Destino), situada el Madrid de la posguerra, que el autor relata con gran atención a los detalles y la verosimilitud de los diálogos. Se hace un fresco completo de la ciudad, desde salas de fiesta como Pasapoga hasta las corralas más humildes, escenas que que suena ncomo de otro mundo, a pesar de que ni siquiera ha pasado un siglo. Trapiello, superados los setenta años, va explicando estos días que éste es el libro que ha querido escribir toda su vida, el que puede atrapar a cualquier lector que decida darle una oportunidad.

Pregunta. Ha hablado usted estos días de la novela como espacio de reconciliación. Para orientarnos mejor, ¿podría citar algún libros sobre la posguerra que le parezcan emblemático de esto?
Respuesta. Muy pedagógico, y reciente, el de Álvarez Tardío y Fernando del Rey, Fuego cruzado. Sobre la violencia en la primavera de 1936, la del Frente Popular. Una manera de bajarles los humos a los 'hunos' y a los 'hotros', que decía Unamuno.

P. ¿Qué diría que es lo más importante que ha aprendido sobre Madrid estudiando tan a fondo los años cuarenta?
R. Aprendí a ver que la desdicha de la guerra marcó por igual a vencedores y vencidos. Es difícil distinguir a menudo, por la vida que llevan y los trabajos que hacen, y las necesidades qué padecen, quien pertenecía a un bando o otro. A considerar en primer lugar a aquellos que no hicieron daño a nadie, fuesen vencedores o vencidos. A compadecer a quienes sufrieron las injusticias de los vencedores y antes a quienes las habían sufrido de los vencidos. Y, principalmente, a valorar el coraje de los que siendo de los vencidos decidieron salir adelante sin mirar hacia el pasado, y la piedad de quienes, teniendo mucho de lo que dolerse por el daño que se les causó en el pasado, miraron el futuro sin resentimiento. Finalmente Madrid fue la ciudad de todos, como lo había sido siempre.

P.  Espero no caer en la romantización, pero leyendo el libro me da la impresión de que los madrileños llevaban mejor la experiencia de la pobreza entonces que ahora.  ¿Está de acuerdo?
R.La gente andaba escasa de suministros, solo los muy ricos, los del régimen y los militares de alta graduación, los estraperlistas, los acaparadores y los sinvergüenzas, estaban a salvo de esa penuria. El resto sobrevivía como podía, el estraperlo, la trampa. los arreglos. Pocos podían gastar en cosas superfluas, la comida se escatimaba, la ropa se zurcía y viendo cómo estaba todo el mundo (no solo en España, la guerra mundial dejó Europa aún más calamitosamente que España) la gente procuraba quejarse poco. Era más dura que hoy. Y acaso más humana. Se condolían del pesar ajeno.

P. En la, digamos, alta literatura actual, parece que tiene más prestigio un enfoque descreído sobre la existencia que uno centrado en el amor y la capacidad para amar. Usted opta por el segundo y me pregunto si esto es una elección consciente o algo que le sale de forma natural.
R: A mí me gustan las novelas de amor. Debe de ser una inclinación natural. Me costó muchos años advertir que los episodios nacionales de Galdós no eran tanto crónicas de la historia de España, sino cinco historias de amor, una por cada serie. Guerra y paz es una novela de amor, La cartuja de Parma, igual. Hasta el Quijote lo es. El amor es lo único que perdura, lo único por lo que vale la pena levantarse cada mañana. Es lo que nos ayuda a ver o más lejos o más hondo.
 

La mayor parte de la intransigencia y el sectarismo suele ser consecuencia de la ignorancia, que combinada con la superioridad moral, es aterradora

P. ¿Por qué nos fascinan tanto las historias de amor interclasista?
R. Porque las protagonizan personas más libres que otras, a las que no importa enfrentarse al mundo para hacerlas posible. Y porque esa libertad les hace admirables. La libertad es lo que nos hace humanos en grado sumo. A mayor libertad, más grandeza, y más aún cuando han de enfrentarse a las fuerzas adversas. Cuando un héroe (griego, por ejemplo) se enfrenta a su destino no está siendo vencido por él, sino que lo acepta libremente aun a sabiendas de que puede perder la vida. Decía Baroja que hay dos clases de relaciones, halopáticas y homopáticas, las que se hacen entre gentes parecidas (altas, feas, guapas, obreras) y las desiguales (uno bajo y otro alto, uno rico y otro pobre); estas últimas, qué duda cabe, garantizan mayores expectativas.

 P. Ha dicho en alguna ocasión que le parece que nuestra memoria histórica está en manos de comisarios políticos. ¿Cómo se sale de un callejón así?
R. Diría que leyendo. La mayor parte de la intransigencia y el sectarismo suele ser consecuencia de la ignorancia, que combinada con la superioridad moral, es aterradora.

P.  Para terminar...en un famoso discurso en la Plaza de Colón, usted dijo que a nadie se le debe llamar fascista por afirmar hoy lo mismo que afirmaba Pedro Sánchez hace tres meses. ¿Me gustaría saber si cree que el fascismo es algo vivo en 2024 y a qué aplicaría usted esa etiqueta?
R. Más lesiva para las instituciones democráticas españolas que el fascismo (la verdad, tampoco sé muy bien a qué le llaman fascismo; creo que cuando se habla de fascismo hoy se piensa en el de 1930, pero cuando se habla de comunismo veo que le llaman a uno facha si se atreve a recordar del que va de 1917 a 1980), más lesiva, decía, es hoy la suma de la derecha y extrema derecha nacionalista en Cataluña y el País Vasco, los exterroristas de ETA, los comunistas y el socialismo sanchista juntos. Sería solo esperpéntico, si no viéramos cuánto atenta contra la libertad e igualdad entre españoles.

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