HONNI soit QUI mal y pense es el título de la gran exposición que La Casa Encendida dedica a los últimos 10 años de Louise Bourgeois (París, 1911-Nueva York, 2010), una intensa autobiografía escrita a través de piezas en las que la artista exorciza su pasado y refleja su temor al rechazo y el abandono. La Casa Encendida ha querido celebrar su décimo aniversario con una muestra en la que solo dos de las sesenta obras que componen el recorrido han sido vistas anteriormente en España, y un tercio de ellas no se han expuesto nunca y llegan a Madrid directamente desde su estudio.
Esculturas, dibujos, celdas-células, grabados sobre tela, ensamblajes o remiendos reconstruyen los diez últimos años de la vida de la artista, considerada por la crítica internacional como una de las más contundentes, sugerentes y extraordinarias de la historia del arte del siglo XX. La comisaria Danielle Tilkin ha titulado la exposición como una de las últimas obras de Bourgeois. "Aunque formula esta lema, Mal haya Quien mal piense, hacia el final de su vida, su obra y sus escritos demuestran que esta filosofía la ha acompañado siempre".
Hasta su muerte con casi cien años, Bourgeois no cesó de trabajar ya que para ella sus obras eran la forma de exorcizar su pasado, el de la infancia, presente durante toda su vida."En la etapa final puso los últimos acentos a una obra tan personal como universal que, durante más de medio siglo, nos hizo partícipes de su lucha, como mujer y como artista, por construirse y no ser eliminada", en opinión de la comisaria.
Sólo dos de las 70 obras de Bourgeois expuestas han sido expuestas en España.
Con un trabajo realizado al margen de las modas, y con el que se anticipó a su tiempo, Bourgeois hizo una obra giratoria en el sentido de que los problemas que le interesaban en los últimos años eran los mismos que le obsesionaron en su pasado. Lo que sí cambiaron fueron las emociones, más calmadas, y la forma de expresar sus sentimientos. Así puede verse en la exposición en la que, según Jerry Gorovoy, colaborador de la artista durante treinta años, se aprecia cómo realiza su trabajo con materiales más suaves y blandos, volviendo a la costura.
"Casi todo esta creado a partir de camisas, vestidos, telas. Se expresa de una forma más suave, a diferencia de periodos anteriores en los que utiliza el bronce o el mármol que materializaban su miedo a ser abandonada. Sus últimas obras son más conciliadoras", señaló. Las relaciones de ella con los demás le preocupaban mucho, recordó su colaborador, quien comentó que el seguir trabajando ayudaba a la artista "a paliar su ansiedad". Bourgeois "tenía miedo al rechazo", necesitaba que la gente estuviera a su alrededor, "pero a la vez era una persona difícil que, sin querer, apartaba a la gente. Esto le causaba tensión".
Las obras exhibidas muestran, según Gorovoy, cómo en los últimos quince años de su vida su padre dejó de ser protagonista. "Louise quiere volver a su infancia y a la protección de su madre. Es una etapa menos agresiva, aunque en algunas de sus obras no lo parezca". El hecho de que a lo largo de toda su trayectoria expresara "sentimientos que todos tenemos", como el rechazo, la venganza, el no querer ser abandonada, "hace que al contemplar sus obras la gente se sienta cercana a ellas", afirmó.
Bourgeois "tenía miedo al rechazo", necesitaba que la gente estuviera a su alrededor.
En el gran autorretrato de la artista que es la exposición, se pueden contemplar piezas "muy importantes", en opinión de Danielle Tilkin, quien destacó entre ellas Lady in Waiting (Dama esperando), en la que la artista ha introducido un sillón tapizado en una de sus celdas. En el sillón, una figura humana de la que sale una araña, espera. "Es una referencia al tiempo, a los mitos africanos del tiempo y la creación". Alrededor de esta pieza, varios relojes creados por la artista van marcando los diferentes ciclos de la vida. Tilkin ha reunido en otra de las salas una serie de obras "que son como una especie de despedida" y en las que también está presente la idea de la venganza, la reclusión y la forma de enfrentarse al rechazo.
En este espacio se puede contemplar Culprit Number Two, (Culpable Número Dos), una gran celda en la que una pequeña silla se enfrenta a un espejo. "Es un lugar para recogerse a pensar en uno mismo, el mundo y las batallas que se tienen que librar", comentó la comisaria. Con piezas muy personales, realizadas a partir de los jerseis que ella utilizaba y que son ecos de un pasado, finaliza el recorrido en el que se han incluido canciones de nanas cantadas por la propia artista.