Son las nueve de la mañana. No es la mejor hora para beber una copa de Jerez. A él parece darle lo mismo, algo natural: verter un vaso entero en una taza humeante de café negro. Se pregunta quien lo escucha si la lucidez y acritud de sus ideas viene del generoso o si ya las traía en el torrente sanguíneo. A los cinco minutos, el asunto queda más que claro: el crítico literario y ensayista Alfonso Berardinelli (Roma 1947), ejerce su papel de agitador cultural desde los gestos más pequeños y las desobediencias más específicas. Y eso es lo que hace en su libro Leer es un riesgo (Círculo de Tiza), un volumen que recoge sus reflexiones acerca del acto de la lectura y de los cánones literarios que han articulado esa experiencia como lugar individual y universal.
En Leer es un riesgo, Berardinelli opone la lectura –la práctica en sí y la reflexión sobre su naturaleza- al pensamiento insustancial
Leer es un riesgo opone la lectura –la práctica en sí y la reflexión sobre su naturaleza- al pensamiento insustancial. Leer como propósito, como camino hacia la virtud. Leer como obligación moral –no moralista-. Leer como la elección individual de ser menos estúpidos, algo que necesariamente no nos hará más felices. De ahí que la lectura suponga un riesgo: a contraer la responsabilidad que genera en nosotros aquello que hace pozo. En 1995, Berardinelli renunció a su cátedra en la universidad para protestar contra el "corporativismo conservador de la cultura italiana". Así que, sin ñoñeces ni adanismos, plantea en estas páginas una visión escéptica de lo que la Academia supone hoy día e incluso la forma en que ésta socava la propia lectura, porque la saquea de sentido, la uniformiza, la achata, llegando a producir incluso un efecto peor. “Un estúpido con una idea es peligroso: porque eso lo hace sentirse fuerte”, dice, aludiendo a las formas de enseñanza.
En 1995, Berardinelli renunció a su cátedra en la universidad para protestar contra el "corporativismo conservador de la cultura italiana".
Entendiendo el libro como un largo proceso, una cadena que involucra al autor, al lector y la mediación de terminadas instituciones, Berardinelli arroja luz sobre el relevo que ha sufrido la lectura como elección individual. Leer es un acto de insurrección. Un riesgo. Un contagio. Leer es traicionar a las versiones más precarias de nosotros mismos.. Esa es su tesis de fondo y a lo que han renunciado, voluntariamente, las personas: al derecho a ser libre que concede el acto de leer. Sobre este tema habla en esta entrevista, concedida a Vozpópuli durante su visita a Madrid.
-La lectura se sobreentiende como un acto de libertad. ¿Qué podemos pensar de una sociedad que voluntariamente renuncia a su derecho a leer?
-Es un escándalo. Resulta curioso: se habla poco de la renuncia a ese derecho. Todo el mundo inquiere y habla acerca de los derechos, pero se olvidan de algunos de ellos. El derecho a la cultura necesita ejercer el derecho a leer. Prefiero pensar que el derecho a leer sobrevive en el instinto de curiosidad y de independencia, porque la relación del ser humano con el libro es muy particular. No es una relación tan obvia y natural como en el pasado. Es una relación que parte de una elección.
"Todo el mundo inquiere y habla acerca de los derechos, pero se olvidan de algunos de ellos. El derecho a la cultura necesita ejercer el derecho a leer"
-¿A qué se refiere exactamente?
- Esto implica que el objeto libro adquiera un aura magnética, que ejerza una fascinación sobre quien lo lee y lo elige. Yo tengo un sueño recurrente: abro un libro, semejante a algo como una edición infantil del Quijote. En el sueño, empiezo a leer y justo en ese momento me voy dentro, literalmente: entro. Ese sueño expresa una percepción inconsciente de que los libros contienen: la capacidad de vivir otras vidas. La función del libro es abrir puertas cerradas y cambiar el espacio de la mente. Hoy, la gente busca esa mismas cosas, pero con otros medios.
-SU análisis de la lectura está unida en todo momento a la educación. Hay una frase en su libro en la que asegura que los libros de texto generan una irrealidad cultural. ¿Podría ampliar esa idea?
-A lo que me refiero es al hecho de que habría que introducir en la escuela los libros reales. Mostrarlos a los estudiantes, físicamente. Que lean esos títulos. Los jóvenes tienen contacto sólo con libros de texto, que no son verdaderamente libros, sino una ‘des-realización’ del libro. Se usan libros con pequeños fragmentos de grandes obras. Los docentes ocultan el libro original como evidencia. Se quedan con esa visión lejana y cómoda.
Los jóvenes tienen contacto sólo con libros de texto, que no son verdaderamente libros, sino una ‘des-realización’ del libro
-La noción de responsabilidad atraviesa todo el ensayo. Sin embargo, no es una idea militante. Cuando decidió marcharse de la universidad, parte del hecho de que no puede obligar a nadie a ser libre.
-No es mi intención militar en nada. Creo que ser militante es una voluntad que lesiona la realidad. Es mejor expresar un instinto, una noción básica: el instinto como ejercicio intelectual. Soy un hombre largas dudas, pero de instintos muy rápidos. Mi decisión de dejar la universidad fue producto de un proceso de maduración muy lento.
-Lo inquietante es que usted no espera a que la universidad cambie o mejore
-Sí, es verdad, tengo una muy discutible intuición de que buscar hacer perfecta la escuela es un sueño. Además, la escuela perfecta puede también ser peligrosa. Los límites y los pequeños traumas pueden enseñar mucho. Comencé hace años ya en la educación, con la motivación de corregir los defectos de mi escuela…
"La escuela perfecta puede también ser peligrosa. Los límites y los pequeños traumas pueden enseñar mucho"
-Da la impresión de que usted se fue de la Academia más por el compadreo intelectual y la burocracia de la enseñanza, que por el desinterés de los estudiantes.
-Ese es otro problema. Me interesa mucho enseñar pero hubo un momento en que se convirtió en un tema personal, porque enseñar cambiaba mi relación con la literatura. Explicarla continuamente a otros, reduciendo la complejidad, hizo sentir que me autocensura. Yo soy crítico literario, pero no puedo ser crítico y docente al mismo tiempo. Porque, al enseñar, no puedes introducir el conflicto. Al enseñar, no puedes decir “Marinetti era un idiota”. Para enseñar hay que seguir el ritmo de formación de la conciencia y después de 20 años, para mí comenzó a dejar de ser atractivo. A mí no me gustan los docentes que imponen cosas, prefiero los docentes más democráticos , que no quieren exhibirse y generar idolatría . Y en la universidad hay muchísimos de ese tipo, pero muchísimos. Sobre todo los filósofos, que son los principales responsables en la creación de los estúpidos y los locos.
"Al enseñar, no puedes introducir el conflicto. Al enseñar, no puedes decir 'Marinetti era un idiota'. Para enseñar hay que seguir el ritmo de formación de la conciencia"
-¿De qué forma exactamente?
-Ser estúpido es una situación lamentable, pero si a un estúpido le das una idea lo vuelves peligroso. No hay nada más peligroso que un estúpido con una idea, porque lo hace sentirse fuerte. El asunto es que la literatura es muy compleja: no se puede unificar a Tolstoi, no se pude meter en un mismo cajón a Machado y a Lorca; son cercanos, pero son muy distintos. En filosofía, la enseñanza tiene la tendencia a unificar los problemas. No se lee a los filósofos en los textos. Se pasa de uno a otro siguiendo una línea progresiva, por ejemplo: las ideas en Platón, las ideas en Aristóteles…. Cuando hacía una pregunta en los exámenes sentía que el estudiante contestaba filosóficamente, porque en particular en Venecia, era un universidad en la que se formaban paranoicos, mejor dicho paranoicos filosóficos. El mundo es mucho más amplio que eso.
"Ser estúpido es una situación lamentable, pero si a un estúpido le das una idea lo vuelves peligroso"
-Si entendiésemos lo literario, que no la literatura, como esa cadena que forman el libro: los lectores, la crítica, la enseñanza, salta a la vista en su libro de qué forma cada eslabón de esa cadena ha fallado.
-El libro es un nodo de relaciones productivas y activas. El texto presupone un autor, y el autor un lector, y el lector forma parte de un contexto. El autor no es responsable de lo que entiende el lector. Existe además una relación entre leer y vivir que nadie puede controlar. Si lee Hamlet o Dostoievski, no se sabe qué efecto tendrá en tu cabeza y qué relación existe entre lo que piensas y haces. La idea de la pluralidad de dimensiones que giran alrededor de un libro lo complejiza. El libro no es un objeto, es un proceso.
"El autor no es responsable de lo que entiende el lector. Existe además una relación entre leer y vivir que nadie puede controlar"
-Hay algo peor que no leer: que es la lectura como acto beato. Leer porque está bien, no porque genera conflicto. La gente compra más merchandising de librerías que libros.
-La lectura es un acto anárquico. Esa idea la trabaja Susan Sontag en su ensayo Contra la interpretación. Ella dice que la interpretación sólo es posible filológicamente. Pero la lectura no es un acto filológico, es social. La moralización del acto de leer es una empresa de fracaso. No se puede. Y las razones por las cuales se lee un libro son todas buenas. Puedo leer Guerra y paz porque tengo que hacer un viaje turístico a Rusia, ¿por qué no? Lo verdaderamente importante es que la lectura contiene más que mi intención inicial.
-La apología de que hacemos de la tecnología, dice usted, delata la ausencia de un fin.
-La mayoría de la gente considera sagrada la realidad de la tecnología. Algo que no se puede desobedecer. Nadie quiere permanecer al margen de ella.
- Italia ha vivido un ocaso. Se desconoce de su idea de cuna cultural ¿Le ocurre lo mismo al resto de Europa?
-Grecia, Italia e incluso España, porque nos parecemos, tienen un largo pasado. En sus realidades nacionales experimentan una decadencia. El pasado es pesado, tenemos un largo pasado y ese problema es común para toda Europa: tiene un largo pasado que no guarda relación alguna con el presente. Las organizaciones burocráticas y legales de la Europa actual es un sustituto de unificación superficial. Jürgen Habermas dijo que nuestra moral, nuestra religión son las constituciones nacionales. Y esto es un empobrecimiento terrible porque elimina las diversidades y la profundidad histórica. Europa es un contienen demasiado complejo como para encontrar su explicación sólo en eso.