Dice Arthur Brand que su vida es más "ajetreada" que la de Indiana Jones. No es para menos. Ha recuperado más de doscientas obras de arte (valoradas en 220 millones de euros) y ayuda a familias judías a recuperar piezas expoliadas por los nazis. ¿Hazañas destacables? Encontrar obras de Tamara de Lempicka y Dalí robadas de un museo holandés en 2009, recuperar un anillo propiedad de Oscar Wilde, sustraído del colegio universitario Magdalen, en Oxford, y también (agarrénse) devolver a su dueño saudí el Picasso valorado en 25 millones de dólares que le robaron en su yate. Esto ocurrió en 1999 y Brand lo reintegró en 2019. También recuperó 'El evangelio de Judas', codiciado texto copto que sitúa al delator de Cristo como su discípulo más fiel.
A pesar de este currículum arrollador, su aventura buscando Los caballos de Hitler (Espasa) es la más intensa de toda su carrera. De ahí surge este libro que The Times describió como “más cercano Dan Brown que a John Le Carré”. La historia comienza en Pisa, Italia, donde Brand se estresa nada más aterrizar. Piensa en quién le irá a recoger al aeropuerto, si una limusina, un coche con matrícula diplomática o la camioneta de un repartidor de comida china, ya que su anfitrión es imprevisible. Hablamos del profesor Richardson, alias para la ocasión de Michel Van Rijn, un personaje turbio. Ha sido traficante en el pasado y –en teoría– es un tapado de Scotland Yard y protegido del Mosad. Brand lo califica como "uno de los tipos más peligrosos del mundillo del arte", que parece tener capacidad para leer las mentes. Los dos se conocen desde hace quince años, cuando Arthur estaba iniciándose en los exigentes círculos del coleccionismo de arte.
El búnker de Hitler
Debido a su actividad, Van Rijn cambiaba tanto de domicilio que acabó distanciándose de Brand. Todo cambia en 2014, cuando le llama su viejo amigo: "Estoy ante algo increíble. Alucinante, en serio, algo grande. Créeme, nunca nos toparemos con algo más grande que esto". Y "esto" tenía que ver el con Führer (que nunca aceptó realmente su fracaso como artista) y con un tesoro que nadie estaba buscando: Schreitende Pferde, los dos caballos de bronce al galope, de tres metros de altura, que cercaban la escalera que llevaba al jardín de la Cancillería del Reich en Berlín. Debajo, en el subsuelo, se encontraba el führerbunker en el que Hitler se suicidó con Eva Braun.
Un ostentoso marchante con conexiones nazis y el destino que tuvieron los moldes de yeso de Thorak hacen de este libro una historia trepidante
Se creía que la obra del escultor Josef Thorak fue destruida en los bombardeos de 1945, pero Van Rijn le enseña a Arthur Brand la fotografía reciente de las dos figuras. Por supuesto, no descartan que puedan estar falsificadas, pero se embarcan en una misión complicada, "destinada al fracaso". Contra todo pronóstico, la aventura finaliza frente a las dos piezas en una antigua base militar soviética al sur de Alemania, "protegidas" por un tanque Panzer. El 20 de mayo de 2015, Arthur Brand hacía público el hallazgo, entre la admiración general.
El libro tiene muchos momentos de alto voltaje, por ejemplo la aparición de un ostentoso marchante de arte con relaciones nazis y la parte en que se explica el destino que tuvieron los moldes de yeso de Thorak. Hablamos de una historia narrada con fluidez, pero que nunca renuncia a los detalles. Muchos lectores terminan alternando el papel con la pantalla, para buscar en Google los escenarios que se describen en el libro. Uno de los recursos más logrados radica en la reserva a desvelar identidades de algunos personajes, dejando que el lector sea también detective. Por su ritmo trepidante, Los caballos de Hitler es un libro que merece llegar a la gran pantalla. De hecho, MGM ya ha comprado los derechos mientras que una corporación alemana y holandesa está produciendo un documental.