Cultura

Cathy Claret: la música urbana que sigue pisando barrio

La artista francesa, que forma parte de la comunidad musical gitana, ofrece ritmos urbanos cocinados a pie de calle

  • Cathy Claret (izquierda) rindiendo homenaje a un mural de Camarón

Se habla mucho en los últimos años de la música urbana, que englobaría el trap, el reguetón, el hip-hop, y similares. Las fuentes de dichos estilos son callejeras, y brotan de barrios marginales y abandonados por las instituciones. El hecho de que ciertas corrientes estéticas y musicales hallen su origen en los barrios bajos es un fenómeno cultural bien conocido, y es también conocido el uso que hacen los miembros de clases más pudientes de esos mismos sonidos. Nada hay más ajeno a mis inclinaciones que un concepto tan mezquino como la apropiación cultural, pero considero pertinente establecer una distinción entre música urbana de calle y música urbana virtual. Vivimos hoy una era de simulación sin parangón, y los relatos dominantes participan generalmente de ese simular, de ese ficcionar la realidad para subsumirla a la ideología o el relato del poder. El mejor modo de combatir estas ilusiones colectivas es confrontar y vivir la realidad material, en este caso, de los barrios llamados marginales de España.

No se me ocurre nadie mejor que Cathy Claret como artista que ejerce esta función de recogida de datos musicales desde los barrios para derivarlos al terreno de la representación estética. Se trata de una artista que está grabando ahora mismo un disco íntegramente en el barrio barcelonés de La Mina, con músicos de La Mina. El trabjo lleva por título provisional "Claret nació en la ciudad de Nimes, en el sur de Francia. Después de una infancia muy dura, recaló a los 17 años en una familia gitana, hecho que tuvo repercusiones en su posterior carrera y vida personal: "Como no había tenido arraigo, ni tenía a nadie, entonces, me hizo mucho bien. Por fin tenía una familia. Había seis hermanas en la casa y el padre decía que desde entonces tenía siete hijas. Vivían en Barcelona, en el barrio de Can Tunis, el único barrio de España cien por cien gitano. Era un barrio lleno de arte. Pero nadie lo sabe", comparte con Vozpópuli. Cathy vivió feliz con su nueva familia en las barracas de Can Tunis, un hito fundamental en su vida.

Frente a la tendencia generalizada que representa nutrirse estéticamente de Internet, el trabajo a pie de campo es hoy más relevante que nunca, pues permite hallar los tesoros que son ignorados por los relatores digitales y mediáticos. El trabajo de Cathy Claret —quien comenzó su carrera como multinstrumentista— tiene, sin duda, un alto valor antropológico. Como ya he comentado, prepara un disco cuyo concepto consiste en contar solo con gitanos jóvenes, todos de barrio, ninguno de los cuales es conocido. Absolutamente todo el disco es producido en La Mina: las mezclas, la producción, la grabación. El álbum está siendo grabado al completo en un estudio casero del barrio. El trabajo lleva el título provisional de Tokio y se publicará en septiembre.

Claret recoge los sonidos de la calle, particularmente los de la Mina: "En el estudio casero hay no sé cuántos niños y a veces no puedo ni grabar porque hay demasiado ruido, ¿sabes? Además, hay que subir quince escaleras. Pero yo necesito esta frescura y esta lucha para sacar cosas. Los jóvenes de barrio siempre tienen sonidos nuevos, frescos. Casi todos los colaboradores son de La Mina pero también hay músicos de un barrio de Montpellier conocido como las 3000 Viviendas [igual que el de Sevilla]", explica. Más madera: "A mí los guetos no me gustan, pero la gente de los guetos me gusta. Los veo más frescos, más auténticos. Las tendencias, tanto musicales como estéticas vienen de los guetos. Y, como tengo todos mis amigos y no tenía presupuesto, tuve que contar con ellos. A mí La Mina me gusta mucho, yo lo que veo es muy positivo… vamos todos a merendar abajo, hay la playa al lado…", celebra. ¿Es todo tan idílico? Le recuerdo unos tiroteos acontecidos en septiembre. Se ríe: "Sí, a veces hay tiroteos".

Cathy Claret, una gitana más

La artista conoce muy bien distintas barriadas de España por su amistad con los gitanos, vinculados entre sí más allá de las fronteras nacionales, estableciendo relaciones familiares y fraternales entre el sur de Francia, Barcelona, Sevilla, Portugal. "Para los gitanos no hay fronteras. A cada boda, por ejemplo, todos los de Francia van a Sevilla o a Barcelona. Todos ellos están muy conectados. Yo ya venía mucho a España para diversas ceremonias", recuerda. Cuando Cathy visitaba a Rafael Amador disfrutaba de las hogueras nocturnas que los gitanos realizaban en las mismas calles de las 3000, momento que aprovechaban para realizar barbacoas, cantar y bailar.

Lo que veo ahora en Bershka lo llevaban las gitanas hace quince años: los chándal, el oro, las plataformas...

Hoy en la Mina esas hogueras son menos comunes, aunque todavía son comunes en el barrio de San Roque, en Badalona. Cathy también conoce bien las 3000 Viviendas de Sevilla, donde vivía su buen amigo Rafal Amador, hermano de Raimundo, y miembro del grupo Pata Negra. La artista decidió grabar en la Mina porque le habían hablado de un productor nativo: "Me dijeron: 'hay un chico ahí que graba increíble'. Y resultó que ya conocía a sus abuelos, sus tíos y su mujer, también. Era un sitio donde se grababa trap, reguetón… Pero, en realidad, enseguida hemos conectado porque son sonidos que a mí me interesan mucho". El referido productor es conocido como Che y tiene su estudio en la misma calle donde está ubicada la famosa estatua de Camarón en La Mina. "Hay muchos gitanos jóvenes en mi disco porque quiero que se vea lo buenos músicos que son, que van desde el trap hasta el flamenco. También he puesto guitarras, he puesto cajón", comparte.

Otro punto de interés es la libertad creativa y originalidad de los gitanos. Como eminentes representantes del mundo lumpen, estos suelen ser los primeros en adoptar nuevas corrientes musicales: "Hace años que existían estas tendencias [reguetón] y los gitanos fueron los primeros. Los gitanos son muy abiertos musicalmente", insiste Claret. Y prosigue: "Todas las tendencias vienen de los barrios. Yo veía el reguetón y el trap en las bodas gitanas hace quince años. La manera de vestir también. Lo que veo ahora en Bershka, era lo que llevaban las gitanas hace quince años: las plataformas, los chándales, el oro. En las bodas antes nos poníamos eso".

La historia parece mostrar que las formas de vida marginales representan una fuente de creatividad —por vía de un mecanismo que es todavía un misterio— y Cathy Claret habita la fuente misma de la que mana esa fértil fuerza regeneradora, en proximidad íntima con unos desfavorecidos a los que no todo el mundo está dispuesto a acercarse, a pesar, incluso, de emularlos en la distancia.

Iñaki Domínguez es antropólogo y autor del ensayo superventas 'Macarras interseculares'

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