Aunque Cádiz y Gran Canaria han postergado sus carnavales hasta junio, las capitales del carnaval gallego (Orense y el llamado “triángulo mágico” de Xinzo, Laza y Verín) decidieron entregarse a sus brazos y celebrarlo en fecha. “¡Mejor!, así se quitan el complejo”, me dijo en la orensana Plaza del Moruno un oso panda un poco tocado. La ourensanía está intrínsecamente ligada al carnaval, y en vilas como Xinzo se llega a celebrar hasta cinco fines de semana seguidos. El primer domingo (el fareleiro), con una batalla campal con harina; el segundo (el oleiro), con un concurso de lanzamiento de ollas de barro; el tercero (el corredoiro) con el patrullaje de las enmascaradas “pantallas”; y el cuarto (el de piñata), con un gran desfile callejero organizado por la vecindad. “Nosotras tenemos un grupo desde hace tres años en el que sólo se puede hablar de disfraces para el carnaval. Si has suspendido algo, si te ha dejado la novia, no lo cuentas por ahí. El grupo es exclusivamente para el carnaval y está abierto todo el año” me cuentan las orensanas Clara Dacosta y Marta Fernandez desde su disfraz de Alicia en el País de las Maravillas.
Este año el entroido tuvo una carga emocional más intensa de lo habitual. “Después de dos años de soledad pandémica, afloran las ganas de cooperar, trabajar y gozar en común” me confiesa Daniel Conde, profesor de Formación Profesional y partícipe del carnaval de Eiroás. Para él el carnaval orensano es “la materialización de la sátira y la retranca gallega”. Pero para a ojos de un forastero, el entroido orensano se antoja sobre todo como un laberinto de rituales y tradiciones fascinantes e impredecibles. También increíble, pues más allá de las tierras del Miño y el Sil aún no nos creen cuando contamos que en el lunes “borralleiro” de Laza se celebra una lluvia de hormigas rabiosas”. ¡Dios quiera que el Ministerio de Consumo no legalice las granjas de insectos antes del siguiente Entroido! Pues de momento esta tradición sobrevive en base a la caza furtiva de los pocos hormigueros del pueblo, guardando las hormigas en sacos y enrabitándolas con azúcar, vinagre o poniéndolas al sol. Sólo la providencia sabe cómo evolucionaría con munición ilimitada.
Sin embargo, lo que no se acaba nunca en estas tierras en días de carnaval es el orgullo del “triángulo mágico” (Xinzo, Laza y Verín). Un orgullo que personifican los trajes tradicionales del entroido en toda la provincia. En Xinzo estos dan lugar a Las Pantallas, con sus gorros frigios, sus capas rojas, sus decoraciones astrales y sus vejigas de vaca en cada mano (secas e infladas para hacer ruido al golpearse entre sí). En Verín, Maceda y Laza dan lugar a los cigarrones, los felos y los peliqueiros (respectivamente): tres variantes de traje de chaqueta con cencerros a la cadera y fajas sobre el abdomen que se visten con la máscara más emblemática del carnaval ourensano. Todo un emblema carnavalero reconocible por su careta sonriente, su coloretes rojos y sus mitras con dibujos animales pintados sobre la frente. Pero tampoco sería fácil pensar en el entroido sin reconocerse en los Boteiros de Viana do Bolo (con sus máscaras negras y sus trajes multicolores) o los Follateiros de Lobios que hacen sus trajes con hojas de maíz y granos secos de las mazorcas.
Entroido: lo que separó Eurovisión lo unió una boda
Como cada año, el Entroido ha ejercido de termómetro o espejo de nuestra sociedad: de sus fobias y manías a sus amores y pasiones. Por eso, así como en febrero de 2020 los disfraces de “virus chino” se adelantaron al estado de alarma, este año han abundado los trajes de soldado ruso. “Desertor!! // me voy de Entroido ”, avisaba uno de ellos sobre su espalda. Y, así como en su día cautivaron los disfraces de Satisfyer, este entroido “apasionaron” los disfraces ciclópeos de teta, las “damas de blanco” de Rigoberta Bandini y los trajes de las Tanxugueiras. Un eco de la cruzada eurovisiva que se ha extendido a las charangas callejeras, donde “Terra” y “Mamá” han vuelto a encontrarse a al son del bombo y del platillo con tan buena acogida como los clásicos. ¿Quién iba a esperar que dos canciones eurovisivas pudieran acabar acompañando a “Mi gran noche”,, “Maricarmen” o “Carnaval, Carnaval”?
Gonzalo Pérez Jácome, conocido como el Trump gallego, casó a una pareja sin quitarse su disfraz de Napoleón
Para mayores sorpresas, entre el fervor carnavalero y las pasiones contagiosas del alcohol, según se iban llenando los soportales de besos furtivos, el alcalde de Orense decidió casar a una pareja de cavernícolas. Aunque el pretendiente confesó que sólo buscaba una pedida de mano inolvidable, Gonzálo Perez Jácome, conocido por sus delirios faraónicos como el “Trump gallego”, pensó que no era suficiente y calentó a toda la plaza mayor para casarlles ipso facto sin quitarse su disfraz de Napoleón. “Hay testigos”, decía riendo. Un episodio más: después de los desfiles navideños de Renos, el proyecto de rascacielos más grande de España y sus duras negociaciones para construir “el mayor parque acuático del norte de España”, quizás ser recordado como el “gran cupido” del entroido orensano en este 2022.
Para los que no saciaron sus amores en el frenesí de la “festa rachada” quedaron los manjares del carnaval. “Lo mejor del Entroido es lo bien que entra el cocido de mi abuela día siguiente”, me confesó de madrugada un fiestero muy “lambón” (así llaman a los glotones por estas tierras). Pero lo que verdaderamente abunda tanto como el ibuprofeno y la aspirina son las orellas (una masa frita recubierta de azúcar) y las filloas ( hermanas gallegas de las crêpes francesas). Estas últimas se pueden hacer con harina, huevos y leche para rellenar de crema o nata, pero también hay quien las hace con sangre y se las come con todo tipo de rellenos salados. Para gustos variados brotan también entre las sobremesas las follas de limón (versión gallega del paparajotes murcianos) y las flores de carnaval (una masa frita con forma de rosetón), aunque lo que nunca falta es el licor café al que le cantan las comparsas eso de “Licor del negro café / Que me tumbas que me matas / (…) déjame ponerme en pie / y acompáñame a la fiesta”. Con tal banquete, es difícil quedarse con hambre, pero a muchos orensanos cinco semanas aún les saben a poco. ¿Conseguirá Gran Canaria y Cádiz saciar la espera de sus carnavaleros este mes de junio?