Tener el “pelo malo” en Venezuela –también se le llama “pelo quieto”- significa ser poseedor de una cabellera hirsuta, rizada desde la raíz, propia del potente mestizaje que caracteriza a la sociedad venezolana. A mitad de camino entre el complejo y la brecha social, miles de mujeres –aunque también hombres, y bastantes- invierten enormes cantidades de dinero –tengan mucho o poco- y horas de secador, tónicos alisantes o extravagantes tratamientos capilares para “domar” esos rizos, como si corrigiéndolos se matizaran los rasgos negros que todos llevan, revueltos, en la genética resultante de la potente mezcla que los hace únicos. Ese es el tema con el que este fin de semana, la venezolana Mariana Rondón ha cautivado al público del 61 Festival de Cine de San Sebastián.
Tras la buena acogida que tuvo en Toronto, el drama venezolano Pelo malo se presentó este sábado en la carrera por la Concha de Oro en San Sebastián. Esta es la tercera película de la cineasta y artista plástica venezolana, seis años después del éxito de Postales de Leningrado. Pero frente a esta historia autobiográfica de guerrilla y clandestinidad, Pelo malo es una cinta que pretende retratar una sociedad en la que las diferencias de clase con son, a su manera, forma más de violencia en la ya compleja forma de vida de un país donde más del 80% vive en pobreza crítica, apiñada en cinturones de miseria en los alrededores de la ciudad o enjaulada en complejos multifamiliares donde además de las balas, los medios de comunicación entran, potentes, con mensajes y valores tan contradictorios como la sociedad que las consume.
Coproducida con Perú y Alemania, Pelo malo cuenta la historia de Junior, un niño mulato de un barrio pobre de Caracas obstinado con alisarse el pelo para verse como un cantante de moda en la foto del colegio Y es que Junior es especial: no solo se pasa las horas ante el espejo, tratando de arreglarse el cabello, sino que además quiere posar como un cantante, a ratos se mueve amaneradamente e incluso se sienta para ir al baño como hacen las chicas. Su madre teme por él, pero en ausencia de una figura paterna que lo guíe, decide que la ‘letra con sangre entra’, desarrollando una rara relación de maltrato y violencia.
"En Venezuela, como en muchos otros lugares de Latinoamérica, hay grandes matriarcados que a veces fomentan un machismo atroz", explicó Rondón a los medios. "Son sociedades cargadas de testosterona en el área pública, lo militar es muy fuerte, pero las que resuelven el día a día en casa son las mujeres."La película está rodada en unos inmensos edificios multifamiliares de Caracas, en los que suelen vivir de clase media baja y pocos recursos. Aprovechándose de ese paisaje, al que da un tratamiento casi documental, Rondón explota visualmente sus posibilidades con conmovedoras secuencias, desenmascarando inocentemente la crudeza que rodea a Junior.
La directora quiso además "respetar el momento de filmación" para captar la inmediatez de la Caracas actual, y éste coincidió con los últimos días del presidente Hugo Chávez. "Se le dio un carácter religioso, mesiánico a la política", afirma. "Y esa construcción de una mitología me resultó muy perturbadora." Pelo malo está producida por Sudaca Films, una productora independiente fundada por Rondón y Marité Ugás. Ambas, directoras y guionistas, intercambian el papel con cada nuevo proyecto.