Porque la nueva versión de los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby no es mala porque estuviera destinada a serlo, como dirían los ‘haters’ o detractores de este cine, lo es porque -como modositamente decía Jeanette- "el mundo la ha hecho así".
Desacuerdos con el guion desde el mismo comienzo, fans ofendidos por ciertas decisiones de casting (que no rayan una especial altura intelectual: la queja principal es que Johnny Storm sea negro), rodajes de última hora (y otros de ultimísima hora) y la evidencia de recortes de presupuesto en pleno rodaje. Ok, nada fuera de lo habitual en realidad en este tipo de largometrajes, nada que no se pudiera superar con un buen equipo de producción, una dirección solvente y un estudio con las ideas claras.
Muchos fallos en la producción
Pero a ello se añadieron fallos de promoción poco antes del estreno, entrevistas incómodas a su elenco (Milles Teller con la revista Esquire; Kate Mara y Michael B. Jordan y estos locutores, de la que se hizo eco el medio Us Weekly, y sobre todo ese inoportuno tuit del propio director, Josh Trank, rechazando la versión final de la película, y que él mismo trató de hacer desaparecer apenas minutos después en un gesto de ¿arrepentimiento? Todo hacía pensar que, efectivamente, algo poco fantástico pasaba con estos cuatro, y que la producción del asunto había sido más bien infernal.
Los peores temores se hicieron realidad. Hace apenas un par de semanas, la película se estrelló en la taquilla USA con menos de 30 millones de dólares recaudados en sus primeros tres días y una caída de más del 60% en su segunda semana, una cifra muy por debajo de lo esperado... que ya era menos de lo planeado inicialmente.
Aplastada por el inesperado éxito de Misión Imposible: Nación Secreta y los malos presagios, la película fue masacrada por la comunidad crítica, tan amiga de sacar el hacha y hacer leña del árbol caído. A día de hoy continúan los artículos en la prensa especializada del país, tratando de explicar el fiasco, escarbar en los pormenores de una producción casi maldita.
No me entiendan mal. La película del director de Josh Trank, responsable de la estimable Chronicle (otro filme que ensayaba con el género ‘superheroico’) resulta fallida se mire por donde se mire. Pero también, pese a lo genérico de los resultados, es evidente que se ha topado con un odio inmerecido, una inaudita e inexplicable incomprensión de todos aquellos que desean enterrar el género. Resulta difícil encajar que la película no tenga ni una sola virtud, y aún más una vez visto el largometraje, cuya primera mitad -pese a rutinaria- no está nada, pero que nada mal. Pero, como decimos, después algo malo pasa.
Cuatro Fantásticos tiene una primera hora muy estimable, lo suficientemente alejada de los parámetros del relato de superhéroes como para gozar de identidad propia e incluso un cierto halo de novedad. Pese a cierta sosería en la descripción de personajes y una innecesaria reducción del encanto de la Edad Dorada del cómic original (quizá el precio a pagar para alejarse de las versiones anteriores), Trank parece dirigir la cinta como Reed Richards su propio experimento, con la voluntad de sacar algo de la chatarra, tratando como sus protagonistas de encontrar todo un universo inexplorado más allá de lo meramente visible (una metáfora que el director parece dispuesto a explotar en todo momento).
Una maniobra arriesgada que da al traste con la película
La nueva Cuatro Fantásticos va de cinco chavales, que al final acaban en cuatro, sacando adelante un experimento científico, y mientras es fiel a esa premisa -da igual quién diga qué- está francamente bien. La película es durante más de la mitad de su metraje una inquietante fantasía juvenil perfectamente encarrilada, y no sólo como un relato de orígenes heroicos. Una versión respetuosa con el cómic, pero que altera ciertos elementos con cierta audacia y atrevimiento.
Tomando prestados recursos del cine juvenil de los ochenta (ese prólogo infantil...) así como de las aventuras científicas de Julio Verne y el cine de terror (y aquí la referencia inmediata es David Cronenberg: atención a la similitud del artefacto creado por Richards con el de La Mosca, o las terribles transformaciones físicas de los protagonistas, donde no se obvia el sufrimiento o el dolor, y que remiten directamente a la "nueva carne" del cineasta canadiense), la película no necesita de una sola escena de acción para definir sus propósitos. Y eso es maravilloso en una producción de este pelaje.
Pero no me pregunten por qué, entonces algo ocurre. La película realiza un salto cronológico a un año después en un golpe de efecto totalmente antinatural, que altera e interrumpe las relaciones entre los personajes (el romance de Richards con Susan, la rivalidad con su némesis Von Doom, su amistad con Ben Grimm), modifica la trama vista hasta el momento y descoloca al espectador sin darle tiempo a reaccionar, desembocando en un apresurado clímax donde por fin se decide a sumergirnos en la previsible orgía de efectos visuales. Una maniobra arriesgada que requiere de una buena fontanería de guion que aquí no existe. Menos de media hora después de ese giro inesperado, la película se acaba.
Un diagnóstico fácil
Pocas veces una decisión creativa ha dado al traste con una película con tanta claridad. Durante los quince minutos siguientes asistimos a un largometraje esquemático, repleto de lagunas y con una densidad argumental y un tono totalmente diferentes, sin que medie transición o explicación alguna. Lo de Cuatro Fantásticos es un coitus interruptus en toda regla. ¿Qué es lo que ha ocurrido con la película?
El diagnóstico en realidad es claro. La falta de entendimiento entre un joven y prometedor director con ideas pero poco ducho en tratar con un estudio, y un estudio también desesperado, pero esta vez por explotar a toda costa una propiedad para alejarla de las garras de la competencia. Cuatro Fantásticos no funciona no por ser lo que es o intentar serlo, sino porque a diferencia de otros filmes, sus problemas de producción sí se han reflejado en el (reducidísimo) metraje final, de apenas cien minutos de duración.
Todo se reduce a Twentieth Century Fox y Josh Trank, quien difícilmente volverá a trabajar con un gran estudio, echándose los trastos a la cabeza. Fox, insegura ante la actitud de Trank, trató de forzar decisiones en el set. El director no supo mantener el control entre su película y la que quería Emma Watts, actual presidenta del estudio. Y pagó su aislamiento con el reparto, encarándose físicamente con Milles Teller y, especialmente, con Kate Mara, una elección de Fox para reforzar mediáticamente el elenco. Entre medias, incidentes delirantes y nunca confirmados, como el causado por los perros del director, que habrían generado 100.000 dólares en daños en la casa alquilada por el estudio, y que dificultaron aún más el entendimiento.
Un filme que empieza bien y acaba mal
Una campaña de difamación mutua en la prensa que casi destruye la carrera del director, con Disney decidiendo despedir a Trank del spin-off de Star Wars nueve meses después de su fichaje estelar. Y lo más dramático para la película actual: un recorte brutal del presupuesto en pleno rodaje, pasando de 150 a 120 millones de dólares, repercutiendo en la eliminación de hasta tres secuencias de acción trascendentales (incluyendo una en un campamento terrorista, que pertenecerían a esa sección concreta de la película) y la eliminación de otras tantas escenas en proceso de producción. El material de promoción de Cuatro Fantásticos está repleto de planos y momentos que no han llegado al montaje final, algo habitual en los grandes estrenos pero que, en este caso, abunda especialmente.
Una pena, como decimos: el filme empieza razonablemente bien y, pese a sus defectos, acaba francamente mal. Es una película cuyo segundo acto está apenas esbozado, y que pasa directamente del planteamiento al desenlace. Ambas cosas están lo bastante bien para que los aficionados al cómic nos preguntemos por qué ha pasado esto, y el aficionado atisbe la película que sacaron del horno antes de que estuviera hecha. Y de la necesidad de hacer una crítica inteligente, constructiva, también para esas películas que la prensa despacha como "entretenimiento comercial".