Cultura

Libros inacabados, ese otro género literario (I)

El castillo, de Franz Kafka; El hombre sin atributos, de Robert Musil; Plegarias atendidas, de Truman Capote... una lista de los manuscritos incompletos de los grandes autores de la literatura occidental.

Para muchos, no siempre representan la mejor versión de un escritor, una regla no del todo general si se examinan los casos de Kafka o Robert Musil. Escritos a veces toda prisa, con la muerte pisando los talones de su autor, o acaso guardadas durante años en un cajón por designio de quien lo creó, los manuscritos incompletos suponen un género literario en sí mismo. Son, por supuesto, póstumos pero a diferencia de muchos títulos publicados en la mismas circunstancias –como ocurrió con 2666 de Roberto Bolaño o los cinco volúmenes que dejó preparados  J.D Sallinger y se publicarán en 2015- estos no están del todo perfilados ni acabados. Incluso puede que no les interrumpiese le muerte, sino el gusto o la inconformidad de su autor. En esta selección, en Marabilias hemos escogido los algunos de los manuscritos inacabados más famosos de la historia.  

Habrá que comenzar entonces por uno de los mayores maestros del siglo XX: Vladimir Nabokov. El original de Laura fue la novela que el escritor no llegó a terminar y sobre la que pidió, expresamente, que fuese destruida. Escrita de manera fragmentaria en 138 fichas, el manuscrito no corrió la suerte que Nabokov dispuso para él. Véra, su viuda, lo guardó en una caja fuerte. Muerta la esposa del novelista, la decisión de qué hacer con el libro recayó sobre su hijo Dmitri, albacea de la obra del ruso, quien  decidió publicarla. Alfred A. Knopf la editó en Nueva York, en 2009, en una hermosísima edición facsímil de la que el lector puede extraer todas las fichas de archivador que usó el ruso para escribirla. En España la publicó Jorge Herralde, en una versión menos fetichista y bibliófila. Menospreciada por la crítica literaria, El original de Laura fue considerada por muchos una obcecación, un fogonazo del maestro moribundo, una novela en proceso, en fin…  algo que no cuajó.

Kafka, que  vivió casi 41 años (nació en 1883 en Praga y allí fue enterrado tras morir el 3 del junio de 1924) no llegó a publicar más que siete libros de los cuales tres provienen de manuscritos incompletos, aunque casi todos lo suficientemente perfilados como para que Max Brod pudiera publicarlos. Ocurrió con El proceso, publicado en 1925; El castillo, que el escritor comenzó a escribir en 1922, se publicó cuatro años más tarde, en 1926, y finalmente El desaparecido, publicada póstumamente en 1927. Su primera versión llevaba por título El fogonero, un texto que se publicó como libro independiente en 1913 y terminó convirtiéndose en el primer capítulo de la novela inacabada de Franz Kafka que Max Brod tituló America cuando se editó en 1927.Otro de los grandes manuscritos de este tipo ha sido El hombre sin atributos, escrito por Robert Musil (1880-1942) entre 1930 y 1943. En 1930 se publicó el primer volumen, en 1933 parte del segundo y póstumamente en 1943 el tomo final del libro.

Algunos textos incompletos regresan con la V de vendetta. Así ocurrió con Plegarias atendidas, de Truman Capote. El escritor norteamericano había fallecido el 25 de agosto de 1984, dejando inacabado el manuscrito, que vio  la luz en 1987 con tres capítulos: Monstruos Perfectos, La Côte Basque y Kate McCloud y que ya habían sido publicado de forma separada entre 1975 y 1976 en Esquire. Aquella publiacación separada, le valió a Capote una buena reprimenda de todos los retratados en aquellos reportaje, la mayoría figuras de alta sociedad neoyorquina que habían sido amigos del revoltoso Capote.

La pregunta sería, en tal caso, por qué despertaron tanta molestia aquellos folios. Por una razón: el escritor realizaba un feroz retrato de grupo de la clase alta neoyorquina. Incluía -sin ningún pudor- detalles de la vida de Gloria Vanderbilt, Peggy Guggenheim o Jacqueline Kennedy Onassis. A nadie le gustó el asunto, por mucho que adoraran al autor. Capote lo pagó caro: todos le dieron la espalda. Durante sus últimos años, el autor de A sangre fría habló con su editor, a quien refirió los cuatro capítulos restantes de Plegarias atendidas. El material, que nunca llegó a entregar a Random House, se creía desaparecido. Fue hallado unos años más tarde entre en la Sección de Manuscritos y Libros Raros de la Biblioteca de Nueva York.

Textos incompletos de grandísimos autores publicados de manera póstuma, destacan también: Billy Budd, de Herman Melville, publicada en 1924; Bouvard et Pécuchet, de Flaubert, publicada en 1881 o Lucien Leuwen o Un oficial enamorado, de Stendhal... Sin embargo ese será material para una segunda entrega sobre el mismo tema.

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