Mario Vargas Llosa llegó a tener siete empleos; uno de ellos como bibliotecario del Club Nacional de Perú. Marcel Proust en cambio tuvo uno solo uno –el de escritor lo damos por descontado- y fue también como bibliotecario, aunque apenas acudía a trabajar. "Estaba mucho más preocupado por lucir su vestimenta y sus poses en los salones de París", explica el catedrático de Literatura Ángel Esteban en El escritor en su paraíso un libro que da cuenta de los escritores que, para ganarse la vida, trabajaron en instituciones consagradas al préstamo y conservación de libros.
Hay quienes, como Hölderlin, conjuraron la enfermedad y la locura dedicándose a este oficio, mientras otros, como Georges Bataille, se volcaron por completo. Ese fue el que caso del filósofo francés, quien trabajó con archivos e incunables como medievalista en la Biblioteca Nacional de París y la Biblioteca Municipal de Orléans. Jorge Luis Borges, que siempre imaginó el Paraíso como una biblioteca, pasó buena parte de su vida extraviado en una. “La biblioteca de mi padre ha sido el acontecimiento capital de mi vida. Ahí, por obra de la voz de mi padre me fue revelada esa cosa misteriosa, la poesía; ahí me fueron revelados los mapas, las ilustraciones, más preciosas entonces para mí que las letras de molde”, dijo el argentino un año antes de morir.
En 1955, tras la salida de Perón, Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. Victoria Ocampo le había propuesto para ocupar el cargo. El primer día, agobiado por la responsabilidad, acudió acompañado por su madre… más de un millón de volúmenes se apilaban a la espera de ser clasificados y puestos en orden. Otro escritor que compaginó sus inquietudes literarias con los oficios para ganarse la vida fue Lewis Carroll, el autor en Alicia en el país de la maravillas, quien además de dar clases de matemáticas, trabajó como bibliotecario en Oxford. Le pagaban 35 libras.
Otro que vivió entre libros fue Rubén Darío, quien trabajó en la biblioteca Nacional de Nicaragua, en Managua, al poco tiempo de ser creada. El poeta cubano Reinaldo Arenas, un "guajiro" del campo, sin educación y sin cultura comenzó a trabajar en la Biblioteca Nacional prácticamente por casualidad. Muchos otros escritores dedicados a los libros aparecen en el libro: Eugenio d'Ors, que se inventó las bibliotecas populares de Cataluña; Vasconcelos, que revolucionó el concepto de biblioteca en México o a Menéndez Pelayo, "que dio su vida por los libros y las bibliotecas".
“Desde hace aproximadamente tres semanas, voy a la biblioteca. Insoportable, mortal. Volveré a dimitir y me sumiré de nuevo en la incertidumbre”, escribió Robert Musil sobre su trabajo con libros. Otro escritor que para poder mantenerse en sus años universitarios debió de trabajar entre libros fue Stephen King, quien fue bibliotecario de la Universidad de Maine; la conocía como la palma de su mano. “Yo llevaba unas patillas de concurso, casi hasta la barbilla. Credence Clearwater Revival cantaba Green river, y Kenny Rogers seguía con The first edition. Habían muerto Martin Luther King y Robert Kennedy, pero Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmy Hendrix, John Lenon y Elvis Presley seguían vivos. El hombre había llegado a la luna y yo a la lista de los alumnos problemáticos”, escribió. Bibliotecarios obsesivos o vocacionales; la literatura como soledad y oficio … son estos algunos de los pliegues que se esconden en este libro de magnífica y placentera lectura.