Bernardo Laniado-Romero, director del Museo Picasso de Barcelona, ha visto el verano muy plácido y por eso ha decidido echar un poco de leña al fuego. Al menos eso parece al leer sus declaraciones en el curso de verano de la Universidad de Málaga Picasso y sus museos, donde afirmó dos cosas: que el museo catalán dedicado al pintor se escogió por descarte y sin nombre.
Según Laniado-Romero, en 1953, el delegado de Bellas Artes en Málaga, Juan Temboury, escribió a Picasso y le solicitó la donación de dos obras de cada técnica a la ciudad. Picasso, "entusiasmado, replicó que no enviaría dos obras, sino dos camiones”. Sin embargo, no todo fue un camino de rosas y homenajes. Un año después, el propio pintor encargó a su hijo Paul que se desplazara a Málaga. Se topó con que el gobernador militar de Málaga había “rehusado la donación de obras".
Pocos meses después, el secretario personal de Picasso, Jaime Sabartés, viajó a Barcelona y en 1955 empezó a plantearse donar a esta ciudad su colección de obra picassiana, que sería el germen del Museo Picasso. Este deseo se consumaría con la intervención decisiva del notario Raimon Noguera. Sobre el tema, Laniado-Romero comentó que durante la inauguración, hace cincuenta años, el Museo abrió sus puertas, eso sí, sin el nombre del artista. ¿El motivo? La negativa del régimen franquista, representado en el entonces alcalde barcelonés, Josep María de Porcioles.
Poco antes de la inauguración de la pinacoteca barcelonesa, un oficio del Ayuntamiento ordenaba que se expurgara el nombre de Picasso de cualquier documento oficial y que el acto inaugural fuera eminentemente cultural y sólo con invitados locales. En su tarjeta oficial, el Ayuntamiento invitaba "a la apertura de la exposición de la Colección Jaime Sabartés", que sería como se conocería en sus primeros meses al Museo.
De ello llegó a hacerse eco el periódico The New York Times. Según Laniado-Romero fue ésa la razón que hizo que el régimen franquista rectificara y a finales de 1963 colgara un cartel en la puerta con el que le devolvía al espacio el nombre que le había sido arrebatado: "Museo Picasso". En 1968 llegaría la primera donación del propio Picasso a la ciudad condal, pero sería la donación de 1970, con gran parte de su obra de juventud, lo que convertiría al Museo Picasso de Barcelona "en el lugar donde poder estudiar la génesis del genio", ha destacado su director.