Las mayores atrocidades del siglo XX se cometieron en nombre de algo tan peligroso como el bien. Dos guerras mundiales, genocidios, persecuciones… ese reguero que le queda a la humanidad después de que a unos cuantos les diera por customizar la palabra poder y lo que con este se podía hacer. Ocurrió con Hitler, con Stalin, Mussolini… La Europa de aquellos años se dio festín a expensas de las ideologías; la indigestión vino en forma de gente muerta, exterminada, perseguida, apartada, exilada. Esa es parte de la lectura que sobre el pasado ofrece el escritor Luis Gonzalo Díez en La barbarie de la virtud, un ensayo que traza un mapa conceptual y teórico con el cual examinar los errores políticos que arrastra Europa desde el siglo XVIII.
Desacralización y relectura del liberalismo; la constatación de cómo se utilizó el lenguaje científico para legitimar los odios políticos; la ambigüedad de la democracia en tanto forma de Estado y credo ideológico; los equívocos legados por las rupturas del siglo xx; la mezcla de euforia y crueldad en los regímenes totalitarios. Son esos algunos de los temas esenciales que el experto en la historia de las ideas políticas plantea en La barbarie de la virtud, el fruto de más de diez años de investigación sobre la obra de pensadores de diferente signo ideológico, desde finales del siglo XVIII hasta ahora.
Las ideas de escritores como Edmund Burke, Benjamin Constant, Donoso Cortés, David Hume, Mariano José de Larra, Max Weber, Alexander Herzen, Carl Schmitt, Kafka, Andréi Platónov o Alexandr Solchenitsyn sustentan las tesis que va desgranando este libro, que en suma aspira a dar claves para "pensar el siglo XX". Un siglo, escribe el autor, "inmanejable, impenetrable, que siempre deja el sabor de un fracaso interpretativo". Un siglo que, como enseña Vassili Grossman, "hizo de la historia un absoluto político y del hombre, un ser aterrado por la falta de bondad del Bien".
"Desacralización y relectura del liberalismo; el uso del lenguaje científico para legitimar los odios políticos y la ambigüedad de la democracia en tanto forma de Estado y credo ideológico"
Experto en la historia de las ideas políticas y del pensamiento literario en la modernidad, Luis Gonzalo es hHijo del novelista Luis Mateo Díez. De su padre heredó, dice, "la pasión por la literatura" y por las ideas y el debate. Su campo no es el de la narrativa sino el del ensayo, un género al que también pertenece su anterior libro, Los convencionalismos del sentimiento, en el que analiza el impacto emocional de la historia en algunas de las mejores novelas del siglo XX.
-Proponer que todo cuanto hizo Hitler fue guiado por la creencia de que hacía el bien es, al menos, inflamable. ¿No le parece?
-Lo que veo en nuestra cultura política de finales del siglo XVIII hasta ahora, sobre todo con episodios como el jacobinismo en la Revolución Francesa o los totalitarismos en el siglo XX, es que el crimen de Estado o el asesinato político no se ha justificado en nombre del mal, sino de la virtud, en nombre de la ideología. Lo dice Todorov en La tentación del bien. Cuando la política sucumbe a esa tentación, el político se absuelve de rendir cuentas. Se convierte en un fanático virtuoso que todo lo que hace está legitimado. No quiere decir eso que toda nuestra experiencia política recaiga en el registro de la barbarie de la virtud, pero hay una línea históricamente documentada que conviene tener en cuenta.
"El crimen de Estado o el asesinato político no se ha justificado en nombre del mal, sino de la virtud, en nombre de la ideología".
-Al comparar la libertad de los antiguos, para quienes no había diferencia entre lo público y lo privado porque todo estaba regido por la moral, con la libertad individual de la ilustración, uno tiene la impresión de que nos quedamos con la peor versión de las dos cosas.
-En el libro está muy trabajado desde la concepción de Benjamin Constant y los conceptos que él trabaja entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos; la libertad republicana y la de las sociedades democráticos capitalistas. Hay una escisión muy fuerte. Para los antiguos la política era una fuente de virtud y compromiso con el bien común, de lealtad, de solidaridad y la libertad de los modernos vela por nuestra independencia privada, que puede convertirnos en hedonistas, la felicidad entendida de forma más mostrenca. Lograr un equilibrio entre ambas formas de libertad, una idea republicana y otra representativa dela democracia, es una cuestión que un movimiento como el 15M ha intentado responder.
-¿El 15M? ¿Y cómo?
-En la idea de la recuperación de valores cívicos en nuestra comunidad política sin dejar de sentirnos libres desde el punto de vista individual. Pero como el 15M quedó tan desdibujado, indeterminado y terminó disolviéndose, eso no se ha estudiado con mayor claridad.
"Un Donoso Cortés, por consrvedaor o arbitrario, dice cosas sobre la España de su tiempo homologables con el 15M"
- Después de leer su libro, uno se queda con la impresión de que un conservador como Donoso Cortés y el 15M, a día de hoy, reivindican lo mismo.
-Claro. El libro está escrito, y espero que eso se vea, sin prejuicios. Planteo un abanico ideológico, respetando la línea argumental de los autores. Esa es la idea del libro. Si nos damos esa amplitud de miras, evitamos las etiquetas ideológicas y miramos nuestro pasado intelectual, podemos encontrar que un Donoso Cortés, por muy antiliberal, dice cosas sobre la España de su tiempo homologables con la sociedad de hoy, los mismos de los que habla el 15M: él habla de corrupción, de que en España los políticos se han olvidado del Estado y atienden sólo a sus intereses. Si le quitas la etiqueta de conservador, anti liberal, autoritario y lees sus argumentos dándole todo el peso, consigues algo familiar a lo que ocurre en la España de hoy.
-Usted cita a Hume para plantear la aparición de lo que él llamo una clase media especulativa. Ese planteamiento es de hace por lo menos dos siglos.
-Todo el problema que tenemos en España y Europa con el capitalismo financiero y la deuda pública así como con esta economía virtual, existe ya en el siglo XVIII. En ese entonces liberales como David Hume eran muy temerosos con la deriva especulativa del capitalismo, sobre todo en la expansión del crédito público. La mayor pesadilla financiera es un crédito público en expansión, es decir la deuda pública, que tiene un efecto desequilibrador devastador. Los autores liberales eran más sensibles al lado oscuro del capitalismo.
"Liberales como David Hume eran muy temerosos con la deriva especulativa del capitalismo, sobre todo en la expansión del crédito público"
-Con casi 300 años de anticipación, ya nos valía haber tomado nota.
-El capitalismo de aquel entonces no es el mismo de nuestra época, tampoco el papel del Estado. Pero ya hay elementos de esa realidad que sí. La idea actual de que el capitalismo financiero nos ha enseñado su peor versión ya la tenían ellos. Ese es el problema de las etiquetas, dices liberal ilustrado y parece que hablas de alguien que santifica el capitalismo, y no. Adam Smith y Hume sabían que existían diferencias entre una clase comercial y una clase especulativa. Estaban a favor de los comerciantes pero no de los especuladores.
-Usted echa por tierra la idea de que la Ilustración supuso la apoteosis de la razón.
-Porque no lo fue. Sé que estoy rompiendo con una línea de pensamiento dominante tanto en la ideología de derechas como de izquierdas, que siguen explicando La Ilustración como razón cosificadora que nos ha llevado a Auschwitz, a la industria cultural, a vivir manipulados, al exterminio… Eso es falso. Los autores en los que me he basado me demuestran que la ilustración no puede equipararse con la modernidad. El tono de esos autores no es el cientificismo más desalmado o el individualismo económico más exacerbado, ¡qué va! Son sensibles a la experiencia humana, a los sentimientos, a lo que nos humaniza. Muchos ilustrados eran filósofos morales. Decía David Hume que la razón es esclava de las pasiones. ¡Eso lo dice un Ilustrado! El asunto capital de la Ilustración son nuestros sentimientos morales más que la razón.
"No se trata de absolver a La Ilustración, sino de situarla.El problema es que heredamos de ella su optimismo respecto de las pasiones humanas".
-¿Y qué hacemos entonces con lo que pensábamos el fracaso ilustrado del siglo XX?
-No se trata de absolver a La Ilustración, sino de situarla. ¿Cuál es el problema que heredamos de ella? Pues su confianza y su optimismo respecto de las pasiones humanas. Ellos parten de la idea son peligrosas, pero que no tienen por qué llevarnos al desastre. Después de dos siglos qué ha pasado, ¡pues que en efecto nos ha llevado al desastre! Eran realistas pero tenían un punto de ingenuidad fascinante. Confiaban en que su ecuación social funcionase, esa ecuación pasaba por fiarse del hombre. Se intentó crear un modelo moral en el que las pasiones pudiesen controlarse a través de la sociabilidad y la tolerancia. Ese es el sueño ilustrado, que ha tenido muchas veces un reverso oscuro.
-Usted plantea que un nuevo concepto de lo político irrumpió en el siglo XX y lo vincula con el embrutecimiento de las sociedades europeas, ¿de qué embrutecimiento exactamente habla?
-Esa es la tesis de una serie de historiadores que han trabajado la Europa de los años 1930, después de la Primera Guerra Mundial y el proceso que nos llevaron a los totalitarismos. El embrutecimiento de las sociedades europeas pasa por el hecho de que la política se convierte en un absoluto moral para regenerar la sociedad. Eso en lugar de solucionar las cosas, las empeoró porque fue una fábrica de bárbaros puritanos, de virtuosos de la barbarie, de políticos que abanderando una determinada idea del bien establecieron el caldo de cultivo que nos llevó a los peores excesos del totalitarismo. Esa idea absoluta de que el contrario es tu enemigo y tienes un motivo para matarlo; para que falangistas y comunistas se puedan pegar un tiro en la calle; que más que las leyes, manda la legitimidad de cada grupo y que aquel que no comparte el punto de vista de ese grupo debe ser exterminado. Vamos, convertir la política en absoluto moral. Ese es el embrutecimiento y el tema esencial del libro: la barbarie de la virtud.
"El embrutecimiento de las sociedades europeas pasa por el hecho de que la política se convierte en un absoluto moral para regenerar la sociedad".
- Está vacunada la Europa de hoy contra ese embrutecimiento, suponemos.
-Afortunadamente, la talla política embrutecida de un Hitler o un Stalin no es el tono dominante hoy en nuestra corrompida política. Prefiero un político corrupto a un político fanático. Hitler y Stalin eran bárbaros de la virtud. La mediocridad política actual es mucho más manejable y menos peligrosa que los bárbaros de la virtud, los populistas y demagogos que utilizando a su favor la corrupción, se presentan como la anti-política, los salvadores, los regeneradores. No me atrevo a hacer caracterizaciones actuales. Pero si comparamos el presente con la historia, veremos que es un momento duro y malo, pero no un momento extremo como en la Europa de los años 30, aunque pueden existir brotes parciales, como las que ya hay, de fanatismos. Pero son brotes parciales a los que hay que hacer seguimiento.
-¿Fue Franco un bárbaro de la virtud?
-El franquismo atravesó varias etapas. Quizás la primera etapa, la santificación de Franco durante la guerra civil o los primeros años del franquismo, sí podemos entenderlo de acuerdo a una idea del líder trabajada ideológicamente que se parecería a lo que trabajo en el libro sobre los bárbaros de la virtud. Pero yo creo que Franco fue mucho más camaleón, pragmático y cínico que un totalitarismo, aunque en sus primeros años probablemente sí. De ahí las muchas metamorfosis del franquismo.