Es una de las mentes más lúcidas de España. Novelista y poeta, Premio Nacional de Ensayo y columnista -uno de sus géneros más afilados e incendiarios-, Félix de Azúa ha obtenido el Premio Internacional de Ensayo Caballero Bonald por su libro Autobiografía de papel (Penguin Random House, 2014). Convocado por la Fundación Caballero Bonald en colaboración con el Ayuntamiento de Jérez, el premio se concede anualmente al libro de ensayo que haya destacado el año anterior.
El jurado que ha fallado este galardón ha señalado en la lectura del fallo, en la madrileña Casa de América, que el libro es "una reflexión estética a partir de la experiencia autobiográfica que, a su vez, constituye un provocativo balance de la historia cultural española desde finales del franquismo". "Resaltan su mirada subjetiva e independiente y la expresividad de un estilo cargado de ironía y emociones", subraya el jurado. El pasado año el ganador del premio fue el filólogo y académico Francisco Rico (Barcelona, 1942).
En Autobiografía de papel, Azúa hace un recorrido por su experiencia vital como escritor. La poesía, la novela, el ensayo y el periodismo suponen los géneros –o los estadios– de un mundo literario que resulta tan suyo como generacional. Explica de qué forma cada artefacto literario se ha transformado a la vez que lo ha hecho el mundo del que forma parte: una sociedad donde el poeta ya no es la voz de tribu, en la que la novela y el ensayo se han convertido sólo en mercancía o en la que la abolición de los sombreros se ha llevado consigo la “vieja costumbre occidental de pensar”.
Habla -sin proponérselo directamente- de una España (y una Europa) culturalmente pirotécnicas. El mayo francés, dice, no fueron más que los fuegos artificiales que “despedían la gran utopía del siglo XX”. Por eso, insiste, huelen a “viejo todos los progresismos” y nada todavía “nos suena a nuevo”. Quedamos así retratados como “primitvos de nuestra época”, huérfanos por primera vez tras el “fraude de las felicidades colectivas”.
No es un libro apocalíptico. En él, el autor de El aprendizaje de la decepción o Historia de un idiota contada por él mismo ofrece una instantánea cultural de su generación –la última, dice, que tuvo maestros-. En ese retrato entran y salen personajes fundamentales como Juan Benet o Diderot, pero también las estampas oscuras de una España y una Europa que todavía hoy no saben muy bien cómo contarse a sí mismas en menos de 140 caracteres.
Aunque afirmándolo se corra el riesgo de traicionar su espíritu, incluso de frivolizarlo (manosearlo, estropearlo, vulgarizarlo) Autobiografía de papel continúa la senda de Autobiografía sin vida. Actúa, a veces, como un manual contra la ingenuidad, las bienaventuranzas y las certezas. Es un ensayo tan literario como filosófico, el perfil más hegeliano de un Azúa que muerde en la conciencia al terminar la última página e incluso más, mucho más, durante los días siguientes a su lectura.
Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, Azúa (Barcelona, 1944) es un escritor experto en todos los géneros. Fue ganador del Premio Herralde, en 1987, con Diario de un hombre humillado. También ha publicado las novelas Las lecciones de Jena (1972), Las lecciones suspendidas (1978), Ultima lección (1981), Historia de un idiota contada por él mismo (1986), Cambio de bandera (1991), Demasiadas preguntas (1994) y Momentos decisivos (2000).
En su bibliografía hay también poesía -muy buena poesía-, teatro -la adaptación de Historia de un idiota contada por él mismo- y una amplia obra que le ha valido el Premio Nacional de Ensayo y de la que es obligatorio mencionar El aprendizaje de la decepción (1989), La invención de Caín (1999) y Esplendor y nada (2006). Entre sus libros más recientes destacan Ovejas negras (2007), Abierto a todas horas (2007) y Autobiografía sin vida (2010).