Son las once menos cuarto de la mañana. Suena el teléfono, Juan Cruz (Tenerife, 1948) contesta. Emilio Lledó ha ganado el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. El periódico para el que trabaja le pide un breve perfil sobre el filósofo. En poco menos de 20 minutos, el tiempo que demora en aparecer y desaparecer, el asunto queda resuelto, escrito y enviado. Entonces, ahora sí, Juan Cruz toma asiento, bebe dos vasos de agua y retoma lo que quedó en el aire: una conversación sobre Toda la vida preguntando (Círculo de Tiza), una antología que reúne 30 entrevistas suyas a distintos escritores, entre ellos, nueve Premios Nobel y siete Cervantes. "Yo creo en lo que decía Vázquez Montalbán: nunca digas no a lo que te piden de un periódico, porque nunca sabrás si será el último que hagas", dice como para quitar hierro a un asunto que, visto así, parece una losa.
"Odio las entrevistas de compadreo", asegura Juan Cruz mientras cuenta cómo salió de paseo con Jorge Luis Borges por el Madrid de los ochenta
Si existe algo como una capacidad aeróbica del sujeto verbo predicado, él ha de ser el poseedor de algún récord. Pero ese no es su mayor rasgo. Hay quienes aseguran que si dos aviones se dirigen, uno a Madrid y el otro a México, probablemente él vaya en ambos al mismo tiempo y, de paso, al aterrizar haya conseguido dos entrevistas con dos novelistas. Hipérboles a un lado, es innegable que la carrera periodística de Juan Cruz -que comenzó a los 13 años- ha sido prolífica. Ha sido reportero, columnista, novelista y editor -dirigió el sello Alfaguara en los noventa-. Sin embargo, con lo que más se le asocia puede que sea justamente con la entrevista... el motivo de este volumen en el que aparecen desde los premios Nobel Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa -el peruano escribe las palabras introductorias-, Doris Lessing o Günter Grass -del que se reserva una entrevista inédita- hasta Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Susan Sontag o María Zambrano.
"Odio las entrevistas de compadreo", asegura Juan Cruz mientras cuenta cómo salió de paseo con Jorge Luis Borges por Madrid en los años ochenta o aquel día en que para abrir el corazón de J.K. Rowling se presentó con un trozo de queso de cabrales. Para algunos demasiado indulgente con sus entrevistados -a quienes chincha poco, la verdad- Juan Cruz defiende lo que considera legítimo: una posición neutra cuando de entrevistar se trata. No en vano, el propio Vargas Llosa concede, cual elogio, aquello de que con él todos los entrevistados se sienten cómodos. Sobre este tema y la antología Toda la vida preguntando conversa el periodista.
"Siempre estoy en deuda con algo. Me parece que debo cumplir un compromiso"
-La mayoría de la gente piensa que Juan Cruz está en todas partes. ¿Con quién no ha hablado usted? ¿Qué tiene… el don de la ubicuidad?
-Eso es el amor al oficio.
-Ya, pero asalta la duda socarrona: ¿Realmente es posible que haya estado con tantos personajes ilustres a la vez? Por eso, quizá, al ver la selección de este libro resulte sorprendente que no estén sus entrevistas a Cortázar o Borges …
-Sí, yo entrevisté a Cortázar. Y la de Borges Borges salió en Cuadernos del Norte. No fue una entrevista para El País, aunque entonces yo ya trabajaba ahí. Recuerdo que fue en 1983. Yo paseé a Borges por Madrid, con mi familia. De las cosas que le escuché decir en ese recorrido hice una especie de crónica, no era tanto una entrevista. Pero puedo decirte que es, de los escritores que he conocido, el más humilde.
-¿Ve lo que le digo? La literatura siempre viene pasando cuando usted cruza. Se dice que vida y oficio coinciden, pero en su caso el asunto es casi una exageración.
-Es que yo no sé decir no. Siempre estoy en deuda con algo. Me parece que debo cumplir un compromiso. No sé con quién. Si miramos psicológicamente mi vida puede que tenga que ver con mi madre.
"Una entrevista es un paréntesis. Una vez que comienza, se abre un corchete. Esa persona con la que vas a hablar ya no es tu amigo ni tu cercano"
-En el libro cuenta cómo ella le compró una americana, una camisa y una corbata para que fuera bien vestido a su primera entrevista.
-Sí, la de Julio Caro-Baroja. Era mi primera entrevista importante. Ella consideró que yo tenía que cumplir. Yo jamás llevaba corbata ni chaqueta, pero mi madre consideraba aquello muy serio y por eso compró toda la ropa. Y eso que ella no tenía ni idea del periodismo, pero lo intuyó. Desde entonces tengo esa pulsión por cumplir, soy una persona urgida de hacer cosas.
-Desde 1968 hasta 2015 se acumula mucho oficio. ¿Siente que el tiempo ha viciado o incluso reblandecido su práctica como entrevistador?
-No, en mi caso no.
-Ya, pero… quiera o no, usted es amigo de muchos de sus entrevistados.
- Una entrevista es un paréntesis. Una vez que comienza, se abre un corchete y la conversación va en serio. Esa persona con la que vas a hablar ya no es tu amigo ni tu cercano. Por ejemplo, en una entrevista con Mario Vargas Llosa quizá no tendría sentido comenzar preguntando qué ocurrió entre él y García Márquez, pero también sería raro hacer la entrevista y no preguntar por eso, aunque ya lo sepas. Con los amigos no hay que dar por supuestas las respuestas. Tú sabes mucho de alguien, pero el lector no. Por eso hay que preguntar, para que el lector sepa. Una entrevista no es lo que tú sientes que vale, sino lo que vale para el periódico, es decir, para el conjunto de los lectores.
"El periodista no es igual que la realidad. De hecho, a la realidad hay que tratarla de usted"
-¿Nunca se ha sentido envanecido? ¿Se ha dado cuenta de cuándo su amor propio crece al entrevistar a determinado personaje?
-De eso hay que huir como gato escaldado.
-Puede huir, pero la verdad es que ocurre.
-Decía Onetti que uno debía tener una mano adicional. En el momento en que comenzaras a escribir algo que sabes que no debe reflejarse, te pegas. Un periodista es un periodista y no debe ser igual que el entrevistado. El periodista no es igual que la realidad. De hecho, a la realidad hay que tratarla de usted.
-El periodista como algo distinto de realidad… ¿Es eso posible?
- El periodista cuenta la realidad y cuenta al personaje. Sólo eso.
"Si el periodista lo único que quiere es coger en un renuncio al entrevistado, podrá conseguir aplausos de sus hooligans pero no una buena entrevista"
-Pensemos un momento: el escritor tiende a la soberbia y el periodista no se queda atrás. La entrevista parece el género más propicio para que el asunto termine convirtiéndose en un pulso de egos.
-Odio las entrevistas de compadreo. La curiosidad natural de las preguntas de un periodista que conoce al personaje, que sabe de él y tiene capacidad para profundizar, puede conseguir cosas nuevas en un entrevistado. Y si el periodista lo único que quiere es coger en un renuncio al entrevistado, podrá conseguir una cosa por la que lo puedan aplaudir sus hooligans pero no una buena entrevista, ni mucho menos la esencia de la persona que tiene delante.
-Usted no es de polémicas. Sin embargo, ¿alguien se ha levantado y lo ha dejado en mitad de una entrevista?
-No
-¿Y alguna que haya terminado, al menos, ásperamente?
-No… –Juan Cruz duda e interrumpe una frase que parece haber editado en su cabeza a toda velocidad, y entonces suelta- Los políticos, sobre todo los políticos en ejercicio, no son buenos entrevistados. Tienden a conducir las entrevistas. Por ejemplo, (José Antonio) Monago diciéndole a un periodista de la Cadena Ser: no me pregunte por tal cosa. Oiga: una entrevista es como salir a la mar, tú no eliges las olas. Pero Monago es un símbolo pero hay miles así: políticos en promoción, cantantes en promoción, escritores en promoción. Los políticos en ejercicio han sido una experiencia nefasta. Y los que están retirados pero que cuidan su imagen como Stee Lauder, también son nefastos. Hay mucho Cristiano Ronaldo en la política.
"Oiga: una entrevista es como salir a la mar, tú no eliges las olas", dice refiriéndose a Monago
-En la literatura también, y bastantes. Hay varios en su libro.
-Ya, los hay, por supuesto. Pero la literatura no es un servicio público, la política sí.
-¿De qué hablan los escritores hoy, a diferencia de hace treinta años, cuando usted comenzó a entrevistarlos en los setenta?
-Los escritores hoy hablan de contratos, de agentes literarios, de dinero… Me refiero a los escritores jóvenes. Los mayores hablan de lo que escriben. Estoy generalizando, claro, pero es cierto. Los escritores tienen ahora una urgencia económica, que es natural, pero tienen que volver a hablar de la escritura.
- ¿Y los periodistas, qué preguntan los periodistas hoy a diferencia de hace 30 años?
-Los periodistas hacen lo mismo. Caen en esa costumbre de considerar que el índice de ventas, los contratos y las traducciones son el alma de la literatura. Y eso no es así. El alma de la literatura es el dolor que proviene de los arañazos de la vida.
"Estamos bajo un peligro cierto de convertir todo en un espectáculo al que asistan muchas personas y los espectáculos no siempre son edificantes"
-Cuando usted comenzó a hacer periodismo no se escribía con el aliento de internet y las redes sociales en la nuca. No existía la pesadilla de los clicks, aquello que nos empuja a un cierto envilecimiento
-Hay una manera de luchar: no contraviniendo la ética de lo que decimos. Estamos bajo un peligro cierto de convertir todo en un espectáculo al que asistan muchas personas y los espectáculos no siempre son edificantes. El periodismo puede terminar rindiéndose a la multitud de los circos.
-¿Puede o ya lo ha hecho?
-Hoy le han dado el premio princesa de Asturias a Emilio Lledó, que dice que dentro de todo sí hay un pequeño no y dentro de todo no hay un pequeño sí…
-¿Qué entrevistas repetiría?
-Volvería a hacer la de Zadie Smith, a ver si borro de ella esa huella de frialdad que dejó en mí. O la que le hice a Kureishi. Francis Fukuyama fue la más decepcionante: ni siquiera te mira a los ojos.
-Cuando ocurre eso, la culpa puede que sea de quien no consigue que los levante...
-Sí. Muchas veces depende, en realidad, de cómo empiezas. Para una entrevista tienes que prepararte mucho sobre la esencia del personaje: quién es, qué interés tengo en hablar con él, cuáles son sus palabras, pero no las que ha dicho en otras entrevistas, sino las de sus libros.
-Usted ha sido editor, periodista, columnista. Hay una entrevista en que se unen dos de sus múltiples facetas. Estando usted al frente de Alfaguara, entrevistó a Jaime Salinas, que había salido escaldado del sello. Salinas dijo cosas durísimas. ¿Por qué la hizo? Y, acaso, ¿por qué Alfaguara decidió volver a publicarla?
-Yo creo que esa fue una entrevista muy honesta. Jaime Salinas es un editor ejemplar. No es la única que he hecho con editores. Hice una con Beatriz de Moura y también con otros editores.
-Ya, pero le pregunto específicamente por esa: la de Jaime Salinas.
- No creo que fuese un problema, esa entrevista fue un gran homenaje. Era un ajuste positivo de cuentas. Era una gratitud de la editorial, que a ojos de Salinas no se había portado bien con él. Yo que había sido su discípulo y su amigo, debía estar al frente de ese proyecto de hacerle un homenaje.