Ya de novio era incluso muy marido. De ahí que el dolor de Johanna Sansíleri, su viuda, resultara excesivo ante sus propios ojos. Existe, sin embargo, en la repentina muerte de Augusto D’Alembert una mezcla de duelo e insatisfacción que sembrará el desconcierto en esta mujer que ahora examina su viudedad como una incómoda herencia. “Que se sintiera Sansíleri asombrada ahora era una señal inequívoca de su pobreza espiritual”, escribe Álvaro Pombo (Santander, 1939) en La transformación de Johanna Sansíleri, su más reciente novela publicada esta semana por la editorial Destino.
El filósofo y escritor, autor de Donde las mujeres (Premio Nacional de Narrativa y Premio Ciudad de Barcelona 1997), retoma su eterna reflexión sobre lo individual y lo colectivo –también el universo femenino que le es afín- para relatar el proceso de transformación que sufre una mujer de la burguesía del Norte –Johanna Sansíleri- una vez que descubre cómo el gris y anodino marido que durante 20 años vivió a su lado, tenía una familia aparte. Sí: querida e hijo. Y será justamente ese hallazgo el lugar que encontrará esta mujer para pasar de su propio mundo, a volcarse en esa familia que adopta como suya.
“Al salir de sí misma, entra en el infierno de la proximidad del otro”, explica Pombo, quien describe esta novela como la historia de una transformación. “El tipo de mujeres que yo cuento en mis novelas son las que he conocido, aquellas que no tenían profesión y permanecían en casa. Uno de los fenómenos más importantes ha sido el cambio del interior al exterior”, dice, muy histriónico el novelista, quien viste una americana rojiza demasiado gruesa para la adelantada primavera que asoma estos días por Madrid.
Muy empeñado en aclarar que esta es una novela y no un libro de auto ayuda, piensa Pombo lo que Kafka: que escribir es una “forma de plegaria”. Porque la palabra, insiste, tiene un poder “performativo”. “Hace cosas sobre la gente”, asegura el escritor no sin antes rematar –risotada de por medio- cómo en un mundo excesivamente comunicado, la verdadera palabra ha sido desterrada de nuestros más elementales intercambios.
“El aburrimiento verbal de nuestros políticos genera un tedio nacional, una dormición”.
“El aburrimiento verbal de nuestros políticos genera un tedio nacional, una dormición”. Eso sí, “todos menos Rosa Díez”, remata Pombo, quien en las elecciones de 2011 se presentó a las listas del Senado por UPyD. “Hoy en día, todos los adelantos parecen atrasos. Hay seis millones de parados. Ocupamos un puesto que no tenemos. En la precariedad, estamos de más. Cierra cualquier cosa: el bar de abajo, la tienda de abajo. No hay dónde comprar el pan, solo el pan europeo. En ese momento en que todos sobramos, esta mujer, Johanna, se vuelca en los otros”.
Rodeado de ediciones en piel que cubren desde el parqué hasta el techo de este salón de la Real Academia de la Lengua, de la que él es miembro, el novelista lee largos trozos de su nueva novela, esperando acaso que sus páginas sean más claras que su conversación. Premio Planeta en el año 2006 por su novela La fortuna de Matilde Turpin, Pombo es un maestro en la excentricidad, dicen, pero más aún en el uso de una narrativa psicológica. Y retoma su advertencia, ya por tercera vez en menos de 20 minutos: este no es un libro de autoayuda sino una novela, es decir, “un retrato parcial de la realidad”.
"Cierra cualquier cosa: el bar de abajo, la tienda de abajo. No hay dónde comprar el pan, solo el pan europeo".
Kafka entra y sale de la conversación como una ventisca. Acaso porque el checo creía que los judíos nacían viejos, siente Pombo que el ramalazo hebraico lo alumbró demasiado mayor. “Quizá por eso lo que hago es rejuvenecer”, dice el santanderino asumiendo para sí la tercera persona: “Álvaro Pombo se aproxima cada año más intensamente a la calcomanía de la infancia”. Y quizá porque siente Pombo que se acerca del punto de partida, se encuentre ahora especialmente más volcado en ideas envolventes, como la religiosidad. “Es hora de revisar los agnosticismos. En la grande polvareda de las moralidades de la iglesia, se ha perdido el Don Roldán de la verdadera espiritualidad”, dice el también Premio Herralde de Novela y Premio Nadal 2012, quien se dedica en estos días a terminar un libro al respecto: Breve tratado del no nombrar al Dios.
“Álvaro Pombo se aproxima cada año más intensamente a la calcomanía de la infancia”.
“La opción que propongo para mi personaje, Johana Sansíleri –dice deleitándose en el sonido de ese nombre- es una opción ascética, que consiste en una combinación del vaciamiento de sí y el llenar la conciencia y la atención con lo otro”, el proceso que atraviesa la protagonista al preguntarse en verdad quién ha sido ella todos estos años; quién ha sido acaso también su marido; quién es ella ahora. A lo largo del libro, un gato entra y sale de las habitaciones como si entrara y saliera de la realidad, se trata de Virgilius –sí como el pseudónimo de Kiekegaard-, “un felino que pasa de lo visible a lo invisible”.