“Pareciera que se ha instalado todo un sistema para recortarnos el espíritu, para convertirnos en tierra fértil de autoritarismos”, dijo poco antes de morir en una entrevista concedida al diario El País. Ahora que su muerte es noticia consumada, las palabras del argentino Juan Gelman (Buenos Aires 1930, México DF, 2014) –retrasadas en el tiempo, citadas como un objeto lejano- actúan como una constatación. Vivimos, hoy, con poquísimas monedas en los bolsillos, con el alma escamada. La imagen debió de revelársele a Gelman –alguien que siempre luchó política y literariamente- como una foto de grupo condenada a repetirse. Ahora que Gelman está muerto, sus palabras, ésas que abren este párrafo, hacen pensar que cuando a la vida le quedan apenas hojuelas, la lucidez se abre paso grosera e irrevocable.
Poeta, periodista y traductor, el escritor y Premio Cervantes 2007 , Juan Gelman murió este martes, a los 83 años, en México, país en el que vivió parte de su largo y demorado exilio desde que se viera obligado a salir de Argentina en 1975. El "oficio ardiente" que para él había sido la poesía y el lenguaje, su “única patria”, le acogieron en el tránsito que separó una pérdida de otra: la de un país, la de un hijo. Fue acaso el lenguaje el que alimentó su actitud cívica y su constante denuncia de las violaciones de los derechos humanos cometidas durante el régimen militar argentino.
La lengua, una patria
Considerado el poeta argentino de mayor prestigio y el más premiado de su generación, la de los años 60-70, Juan Gelman obtuvo galardones como el Premio Nacional de Poesía argentino, el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Amenazado por el grupo paramilitar de ultraderecha argentino conocido como la Triple A, Gelman se vio obligado a exiliarse en 1975, primero a Italia, luego a Francia y más tarde a México.
El 24 de agosto de 1976, su hijo Marcelo y su nuera -la española Claudia García- fueron secuestrados por militares argentinos cuando ella estaba embarazada de siete meses. Él tenía 20 años y ella 19 cuando se los llevaron. Su hijo fue torturado y asesinado por los militares y, tras 23 años de intensa búsqueda, Gelman encontró a su nieta en Uruguay, donde había sido criada por la familia de un policía uruguayo. Su nuera figura en esa larga lista de 30.000 desaparecidos argentinos, y su caso es investigado por la justicia uruguaya.
El "oficio ardiente" que para él había sido la poesía y el lenguaje, su “única patria”, le acogieron en el tránsito que separó una pérdida de otra: la de un país, la de un hijo.
“Entre los culpables del asesinato de mi hijo había un general que fue condenado a prisión perpetua. Cuando dictaron la sentencia algunos jóvenes que ni siquiera habían vivido la dictadura saltaban de alegría. Pero yo no sentí nada. Ni odio, ni alegría ni nada. Y me pregunté por qué y eso me llevó a escribir, para explicarme qué había pasado, aunque, como todos los libros, empezó de una manera y siguió por otra”, dijo en una ocasión a la prensa un hombre que no se cansó de escarbar en la verdad, tampoco en la poesía.
Recuperada la democracia en Argentina, el juez Miguel Guillermo Pons, nombrado por el régimen militar (1976-1983) y ratificado por el Senado en 1984, dictó en 1985 una orden de captura por asociación ilícita contra Gelman. Esta acusación se refería a la participación del escritor en el Movimiento Peronista Montonero (MPM), aunque ya en 1979 Gelman hubiese roto públicamente con este movimiento. Tras una protesta liderada por varios escritores, entre ellos Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, la orden de captura contra él fue revocada en 1988. Un año después fue indultado por el Gobierno de Carlos Menem, pero Gelman mantuvo su residencia en la capital mexicana, donde se había instalado un año antes. Cuando llevaba doce años en el exilio, Gelman volvió a su país para declarar ante la justicia, y sólo entonces le fue otorgada la posibilidad de regreso en libertad. Pero el escritor enterró a su hijo y optó por irse a vivir a México. La última etapa de su obra poética refleja el dolor por sus amigos desaparecidos, la tierra lejana y el desarraigo del exilio.
El 24 de agosto de 1976, su hijo Marcelo y su nuera -la española Claudia García- fueron secuestrados, torturados y asesinados por militares argentinos. Ella estaba embarazada de siete meses.
De esta época permanecen Anunciaciones (1988), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío (1984-1992), La abierta oscuridad (1993), Incompletamente (1997) y Ni el flaco perdón de Dios (1997). Publicó más tarde En el hoy y mañana y ayer (2000), Valer la pena (2001) y País que fue, será (2004).
"El espíritu de un país que olvida su verdad no puede agrandar sus horizontes", dijo el escritor cuando recibió el Premio Reina Sofía en 2005. América Latina, añadió entonces, "sabe de la muerte temprana e injusta causada por el terrorismo de Estado", el mismo que produjo decenas de miles de muertos y desaparecidos en países como Argentina, Chile, Uruguay, El Salvador y Guatemala. "Sin embargo, la poesía sigue viva, es un tirar contra la muerte", dejó claro en aquella ocasión Juan Gelman, cuya primera obra de poesía fue Violín y otras cuestiones (1956).
La poesía, un género total en Gelman
Juan Gelman descubrió la poesía en los versos de Pushkin que su hermano mayor le recitaba en ruso. Perfiló y desarrolló una voz compleja y gruesa en sus libros El juego en que andamos (1959), Velorio del solo (1961), Gotan (1962), Cólera Buey (1965), Los poemas de Sidney West (1969), Fábulas (1971), Carta Abierta (1980), Bajo la lluvia ajena (1980), Hacia el Sur (1982), Com/posiciones (1983-1984) y Eso (1983-1984). Con influencias de San Juan de la Cruz en algunos de sus libros, Gelman publicó también Hechos y relaciones y Si dulcemente (1980) y Dibaxu (1983-1985).
"El espíritu de un país que olvida su verdad no puede agrandar sus horizontes", dijo el escritor cuando recibió el Premio Reina Sofía en 2005.
Hijo de una familia de inmigrantes ucranianos, en los últimos tiempos, la enfermedad –síndrome de mielodisplasia- le hizo hecho perder algunas de las ilusiones que impulsaron su obra. Hasta hace pocos meses escribió su columna semanal en el diario argentino Página 12, y seguía desde la lejanía a su equipo de toda la vida, el Atlanta, de la segunda división argentina. Escritor político, nutrido en el alimento real de lo que la política supone –intervenir- Gelman rechazó la escritura comprometida, acaso por sospechosa.
“El lugar que la ideología ocupa en la subjetividad de un escritor me parece pequeño, según los casos, claro. Y la relación entre la escritura y el pensamiento político tienen canales muy oscuros. Ezra Pound hizo propaganda para Mussolini pero también compuso un poema sobre la usura que ningún marxista-leninista-maoísta-fidelista hará jamás. Balzac era monárquico, pero los personajes más simpáticos de sus novelas eran republicanos. ¿Alguien conoce la ideología de Shakespeare? ¿Se sabe si era comunista o fascista?”, dijo en una ocasión al periodista Bernardo Marín.