Lo que hoy se llama el Vieux Port fue la cuna de Marsella, el lugar donde desembarcaron hace 2.600 años los griegos que supieron ver la posición estrátegica del que iba a convertirse con el tiempo en el principal puerto mediterráneo de Europa. Marsella fue durante siglos un crisol en el que se fundieron los productos y culturas de todos los puntos del Mediterráneo.
Tras convertirse en Capital de la Cultura Europea en 2013, Marsella ha emprendido una profunda renovación que da nuevo lustre a los enclaves característicos y crea espacios flamantes de ocio y cultura. Y, sobre todo, muestra a Marsella –segunda ciudad de Francia con cerca de un millón de habitantes– como una localidad abierta y activa, alejada de los tópicos que durante décadas le dieron fama de ciudad caótica y un tanto abandonada.
Su proximidad, además, con la costa mediterránea y con el corazón de la Provenza –Aix-en-Provence está a solo 30 km–, son otros de sus grandes atractivos junto a los 22 museos, 17 teatros y muchos lugares con encanto que proliferan en sitios como Le Panier, durante siglos el barrio portuario y que tras recuperarse de su destrucción tras la ocupación nazi, se erigió como uno de los rincones más vitales y dinámicos de Marsella.
Marsella es la segunda ciudad de Francia y en su momento principal puerto mediterráneo de Europa.
Sin haber perdido su aire popular, en sus plazas y esquinas, en Le Panier los cafés trabajan a pleno rendimiento de día y de noche. Muchos artistas y artesanos han abierto allí sus talleres, dando a estas calles un nuevo aire. Justo allí está La Charité, un edificio del siglo XVIII que hoy sirve de sede, entre otros, del museo de Arqueología Mediterránea y el de Artes Africanas, Oceánicas y Amerindias.
También en esa zona está una de las muchas sorpresas que esconde la ciudad. Se trata del hotel Aux Vieux Panier, donde sus seis suites han sido decoradas ya sea por grafiteros o artistas gráficos, como Elise Flory, formada con Yamamoto. El precio de la habitación puede conseguirse desde 85 euros la noche.
Entre otras opciones de alojamiento destaca una segunda entrega de Mama Shelter -el primero está en París- diseñada por Philippe Starck para Marsella o el Bed&Breakfast Casa Honoré, del diseñador Annick Lestrohan.
En Le Panier, el antiguo barrio portuario, proliferan los cafés, los restaurantes, las tiendas y galerías.
Justamente en ocasión del proyecto Marsella-Provenza 2013, se han preparado cerca de 400 exposiciones, espectáculos, encargos artísticos, coloquios y talleres y se celebrará durante todo el año las culturas de Europa y del Mediterráneo.
Frente a Berlín, Ámsterdam o Londres, Marsella acoge cada día nuevas propuestas con tendencias alternativas y cosopolitas, lo que la ha convertido en un refugio apetecible por quienes buscan cosmopolitismo sin saturarse.
Hay vuelos directos hasta Marsella desde Madrid, Barcelona, Málaga, Bilbao y Valencia con aerolíneas como Iberia, Ryanair, Air France o Vueling, desde 42 euros.