Pompeya, la ciudad petrificada por la ceniza del Vesubio, ha aguantado 2.000 años en pie. En ese tiempo ha sobrevivido a terremotos, invasiones, expolios, los bombardeos de la II Guerra Mundial y hasta a Silvio Berlusconi. Sin embargo, desde hace tres años, sólo llegan noticias preocupantes de la conservación de este complejo declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997. Todo comenzó con la caída de la Casa de los Gladiadores, en 2010. Sin embargo, desde hace más de 15 días no son pocas las noticias que alarman al mundo sobre el estado real del parque arqueológico más importante de Europa.
Las malas condiciones climatológicas que azotan estos días el sur de Italia podrían haber contribuido a provocar estas nuevas caídas: la que se registró el 24 de noviembre y el pasado 2 de diciembre de 2013 y que afectó una pared de la Via Stabiana y un fresco de la Casa de la Fuente Pequeña. Aunque las quejas apuntan otras razones, la principal: la dejadez de las autoridades con respecto a la conservación de las ruinas. Las cosas han llegado a tal punto que la Unesco amenazó el pasado mes de julio con retirarle a Pompeya su condición de Patrimonio de la Humanidad.
Como el Coliseo de Roma, La Fontana de Trevi, los Uffizi de Florencia y otros teatros, museos y parques arqueológicos del país, Pompeya fue –según muchos- castigada por el manifiesto desprecio de Berlusconi por la cultura. En los dos últimos años, Pompeya dependió de un comisario especial, Marcello Fiori, cuyas relaciones con la mafia y una trama de corrupción local hacen a muchas organizaciones señalar no sólo el desvío de fondos europeos de conservación de patrimonio, sino su uso inadecuado.
En 2012, el Gobierno de Mario Monti aprobó el llamado Gran Proyecto de Pompeya, un programa de restauración que cuenta con un presupuesto de 105 millones de euros (142 millones de dólares), de los que 41,8 millones de euros (56,6 millones de dólares) proceden de los Fondos europeos de desarrollo regional de la Unión Europea (Feder).
En un intento por calmar los ánimos, el ministro de Bienes Culturales de Italia, Massimo Bray, anunció en su cuenta de Twitter que en breves nominará al director general del "Gran Proyecto Pompeya", "para realizar mejor todas las intervenciones necesarias".
La realidad, sin embargo, es bastante más veloz que los planes del gobierno. A lo largo de los últimos diez años –con el florecimiento de las rutas de vuelos low cost- la afluencia de visitantes y turistas se ha convertido en un verdadero azote para el complejo. Se calcula que, diariamente, a Pompeya llegan 6.000 visitantes, riadas de visitantes para un complejo que cada día tiene menor capacidad de resguardar y proteger uno de los monumentos fundamentales pero también más maltratados.