Fue el siglo de los enciclopedistas, la Ilustración, la Revolución Francesa y la proclamación del tercer Estado… años en los que la calenturienta imaginación occidental comenzó a deletrear, morbosa y desbocada ella, la palabra Revolución, una expresión que todavía hoy muchos repiten –acaso blanden- con el mismo empeño y cloqueo que tendría un saco lleno de huesos rotos al resonar en la oscuridad.
Fue en el año 1730 –casi setenta antes de que el antiguo régimen desapareciera, rebanada a rebanada- cuando el dramaturgo y novelista francés Pierre de Marivaux publicó y estrenó una de sus obras más significativas: El juego del amor y del azar (1730), una comedia sobre el amor galante que llega al teatro María Guerrero de Madrid en una producción del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) dirigida por Josep María Flotats.
Escrita medio siglo antes de la Revolución Francesa, la obra narra cómo la hija de un noble se intercambia con su criada
Marivaux, considerado después de Racine el poeta del amor del teatro francés, plantea en esta obra una traducción escenográfica de lo que ocurre en el mundo europeo: la razón práctica burguesa empieza a revolucionar el modo de entender los códigos sociales; una situación que Marivaux refleja en esta especie de celebración a la galantería amorosa y que Josep María Flotats ha elegido para mostrar la modernidad latente de un autor muy poco representado hasta ahora en España.
El juego del amor y del azar, que estará en Madrid del 5 al 23 de noviembre, narra la historia de la hija de un noble y su criada, que se intercambian los papeles el día de la visita del prometido de la aristócreta, que todavía no la conoce. El enredo sin embargo será doble, porque él hará lo mismo con su criado. Ese arte del enredo como motor irónico es, a decir del director catalán, una de las razones que hacen de ésta una obra atemporal, un clásico. Una mentira conduce a una verdad. ¡Voilá! La gasolina del teatro y, cómo no, de la literatura.
Una mentira conduce a una verdad. ¡Voilá! La gasolina del teatro y, cómo no, de la literatura
Flotats, que tuvo que abandonar en 1997 a la dirección del TNC por discrepancias con el gobierno de la Generalitat, prefiere ir a la pulpa, al centro, sin fuegos artificiales ni rebuscadas fórmulas. "Yo soy un transmisor, sé de donde vengo: de la tradición. Ésa es mi escuela: reivindicar la tradición", explicó el Premio Nacional de Teatro 1989 y Caballero de la Legión de Honor en Francia en un encuentro con la prensa.
El amor galante y la palabra como motor dramático, acaso político
¿Cómo saber si a uno lo aman por sí mismo y no por su estatus social? Ésa es la pregunta de fondo en esta obra de Marivaux traducida por Mauro Armiño para la versión que dirige Josep María Flotats. Será una mentira, o un conjunto de ellas, lo que conducirá a los personajes –y al espectador- a la respuesta.
La palabra como motor dramático, la parodia de lo novelesco, del heroísmo aristocrático y los prejuicios de nacimiento afloran en esta obra. Todo se hace visible en el refinado arte de la madeja, del enredo, que Marivaux teje con gusto a la vez que fusiona el registro popular de la Commedia dell’Arte y la lengua aristocrática de salón.
La parodia de lo novelesco, del heroísmo aristocrático y los prejuicios de nacimiento afloran en esta obra
Una ocurrencia pone en marcha la obra. El señor Orgón quiere casar a su hija Silvia con Dorante, hijo de un viejo amigo. Silvia habla de este casamiento con Lisette, su doncella, y le confía los temores que tiene de casarse con un muchacho que no conoce. Orgón, el padre, acepta que su hija se haga pasar por Lisette para poder observar disfrazada a su futuro marido. Dorante, el prometido, ha tenido la misma idea, y se presentará en casa de Orgón con los papeles intercambiados: su criado se hará pasar por él y él por su criado.
Este doble juego de disfraces provocará un sinfín de situaciones incómodas y enredos, con los que el autor teje una comedia que cuestiona las convenciones sociales. "En el baile de máscaras, de la mentira que son los textos de Marivaux, los personajes se visten de otras personas y dicen lo que no sienten para conseguir la verdad", explica Flotats, para quien en este tipo de montaje los actores deben interpretar de manera semejante a "las muñecas rusas".
Integran el reparto Enric Cambray, Rubén de Eguía, Guillem Gefaell, Vicky Luengo, Bernat Quintana, Mar Ulldemolins y, en el papel del padre, Álex Casanovas, quien ya ha trabajado anteriormente con Flotats.