Un poeta es el reflejo de sus lecturas… Y de sus traducciones, sus amigos, odios y demás conspiraciones. Él no es poeta, o no sólo poeta. Es mucho más. Filósofo, ensayista, traductor, crítico, profesor e integrante de la Gauche divine, Vicente Molina Foix (Elche, 1949) puede fardar de muchas cosas, entre ellas de haber sido seleccionado por José María Castellet en la antología Nueve novísimos poetas españoles; y eso sin haber publicado un solo verso siquiera, ya que su primer poemario no vio luz hasta 1988.
Castellet lo incluyó en la antología Nueve novísimos poetas españoles; y eso que no había publicado ni un verso todavía
A lo largo de su vida Molina Foix ha compaginado el trabajo literario con la enseñanza, la traducción y la creación. De ahí que buena parte de sus lecturas queden reflejadas en Enemigos de lo real (Galaxia Gutenberg), un compendio de varios años de textos y ensayos: reflexiones que abarcan desde Montaigne hasta Leopoldo María Panero, pasando por Shakespeare, Henry James, André Gidé, Azorín, Borges.
Durante sus años como profesor de Literatura en la Universidad de Oxford, Molina Foix acometió el estudio y la traducción de la obra de Shakespeare, a la que dedica buena parte del volumen que ahora llega a manos de los lectores. Fueron jornadas enteras buscando, como dice él, una “temperatura ideal” para la voz del dramaturgo. Así, tradujo como versos libres los parlamentos de Hamlet y Otelo, entre muchas otras obras.
De sus años en Londres le quedó no sólo el potente equipaje de las lecturas isabelinas, sino la amistad con Susan Sontang o Guillermo Cabrera Infante. Molina Foix y el autor de Tres tristes tigres compartían una profunda pasión por el cine. De ahí que a su regreso a España, en 1979, Molina Foix siguiera adelante no sólo con la creación literaria, sino también como crítico de cine y televisión. Suya incluso es la traducción que se hizo de La naranja mecánica de Burgess adaptada por Kubrick que se estrenó en la Seminci.
"Los novísimos pertenecen a un tiempo en el que la literatura se producía en movimientos. Yo diría que fue el último ismo de la literatura española"
Premio Barral en 1973 y el Azorín en 1983 por Los padres viudos, Molina Foix creció en una época que parece hoy extinta, una en la que Carlos Barral capitaneaba su barco editorial y la progresía barcelonesa de aquel entonces recibía la irrupción de un puñado de escritores, artistas, fotógrafos. “Los novísimos pertenece a un tiempo en el que la literatura se producía en movimientos. Yo diría que fue el último ismo de la literatura española. Nosotros no lo sabíamos. Fue Castellet quien creó aquello de los novísimos con Pere Gimferrer”, recuerda.
El hecho de que, según Molina Foix, los novísimos fueran los últimos con una concepción moderna de lo literario –lo grupal como forma de irrupción, con todo y declaración de intenciones- tampoco los hizo los mejores poetas. Sólo acaso los convirtió en el último fogonazo con pretensiones de asalto. “Fuimos los últimos en presentarnos como grupo, como una tribu. Si en el fondo los novísimos teníamos lo que todo ismo necesita: éramos jóvenes y conspiradores. Estábamos obsesionados con irritar al establishment literario. No hay que olvidar que cuando salimos nos insultaron de una manera terrible. Umbral, que hablaba de los novísimos a cada rato después, nos llamó hijos de papá, snobs, unos extranjerizantes”.
Pero con los libros escritos y leídos pasan también los años. “El escritor va creciendo, se pelea con los amigos, que es costumbre en los escritores por cierto, o los ve morir. De una forma u otra envejece, que es lo que me ha pasado a mí. Ahora me interesan mucho más los escritores jóvenes, porque de los míos, o nos ha separado el tiempo y la edad o sigue siendo gente que veo a menudo, pero nuestro episodio ya acabó”, dice Molina Foix, a quien se debe en España buena parte de la difusión de la obra de Thomas Bernhard.
"Nos insultaron de una manera terrible. Umbral, que hablaba de los novísimos a cada rato después, nos llamó hijos de papá y snobs"
Sin duda, aquel del que Molina Foix formaba parte era un puñado de jóvenes conspiradores contra el canon que tenían como mentor a Juan Benet y se movían a sus anchas en un país que volvía a la vida democrática. Aquellos fueron los años de Juan Marsé y la revista Bocaccio, a la que bautizaron así no en honor al Decamerón sino a la discoteca barcelonesa en la que coincidían desde Ester Tusquets hasta García Márquez. Al hablar de estos temas parece existir más nostalgia en quien pregunta que en quien contesta.
En las páginas de Enemigos de lo real, el autor de El abrecartas -premio Nacional de Literatura en 2007- consigue trazar un recorrido literario que va desde Shakespeare como primer lector de Montaigne o de Cervantes como un autor capaz de trascender la concepción que de lo literario se tenía hasta la recuperación de autores como Mariano José de Larra, a quien atribuye la creación de una Literatura del Yo expresada a través de sus distintos pseudónimos.
"Larra tiene crónicas tan modernas, que yo me río de cualquiera de la escuela americana o del New Yorker. Además, tiene relatos figurativos, pequeñas novelas, es fantástico”, comenta en una larga conversación que se vuelve anárquica y desacompasada, justamente porque quien hace preguntas agolpa en un mismo turno de palabra cinco o seis interrogantes juntas. Así, no hay poeta, ni traductor ni profesor oxoniense que pueda responder en orden.
Lo que no se puede dudar es que Enemigos de lo real es un libro generoso, tanto como la conversación de Molina Foix. En sus páginas, el autor se detiene en la tradición de los malditos y los raros, evocando las figuras del Marqués de Sade, Oscar Wilde, Arthur Cravan, el anarquista Félix Fénéon y Leopoldo María Panero, además de incluir una selección epistolar de Joyce, Gil de Biedma y Carmen Martín Gaite, así como de la reivindicación del Edgar Neville en tanto que novelista o de Ortega y Gasset como teórico de nuevas formas de expresión.
También aborda a Rilke, Turguéniev, Henry James, Borges como poeta, Vicente Aleixandre, Manuel Vázquez Montalbán, Paul Bowles y Jane Bowles considerados separadamente, Canetti, Virginia Woolf, Isak Dinesen, Pasolini, Susan Sontag, Cabrera Infante y Juan Benet. El volumen se completa con ensayos sobre escritores viajeros de la India, la literatura de la enfermedad y las tensiones de la vida privada en la novelística de la Primera Guerra Mundial.