Chetniks, ustachas... Palabras distintas para tachar al vecino de lo mismo: nacionalista radical. Los primeros tienen su origen en la organización guerrillera conservadora y monárquica serbia que se opuso al Imperio otomano del siglo XIX y su continuación en el Ejército Yugoslavo de la Patria, durante la Segunda Guerra Mundial; los segundos, provienen de una organización terrorista basada en el racismo religioso croata, aliada del nazismo y fundada en 1929 por Ante Pavelić. Ambos términos han persistido en las ex repúblicas yugoslavas tras la Guerra de los Balcanes que sacudió la región en la década de los 90 y su empleo indiscriminado en cualquier conversación cotidiana entre serbios, croatas o bosnios es solo un ejemplo más de que la brecha del conflicto, uno de los más sangrientos del continente, aún está abierta.
La presencia de los nacionalismos preocupa al director de cine bosnio Danis Tanović (Zenica, 1969), el mismo que en 2001 arrebató el Oscar a la mejor película de habla no inglesa a la aplaudida Amélie con su drama bélico En tierra de nadie, aquella historia con tintes de humor negro en el que iban un militar serbio y dos bosnios y se quedaron atrapados en una trinchera. De visita en España, donde ha presentado Hotel Europa -la cinta basada en la obra de teatro homónima del escritor francés Bernard-Henri Levy y que estrenará en el país el próximo 3 de febrero-, Tanović aboga por "no dedicarles más tiempo y resolver problemas reales como el desempleo". Sin embargo, cuando se para a pensar en los escombros, sobre todo sentimentales, que aún quedan de aquella contienda no tarda en resignarse: "Nunca nos vamos a poner de acuerdo". Él no lo está ni con su propio padre. Mientras que el último nació, creció y se educó en Yugoslavia, el cineasta ha vivido en varios países. "Es importante que Estados desarrollados democráticamente sigan influyendo en los Balcanes", apunta.
Tanović se crió en Sarajevo, donde también estudió y aprendió a tocar el piano en el Conservatorio de Música. Después saltó a la Academia de Artes de Teatro de la capital, pero se vio obligado a dejar su carrera en 1992 durante el asedio de Sarajevo. Fue entonces cuando el también ganador de dos Osos de Plata por La Mujer del Chatarrero en la Berlinale de 2013, se unió a un equipo de filmación que siguió al ejército de Bosnia y Herzegovina en diversas misiones. En 1995 decide reanudar sus estudios en Bruselas, completándolos dos años más tarde. "Tengo una opinión totalmente contraria a la de mi padre, a veces no me entiende, lo que es normal. Por eso, los aspectos históricos hay que dejárselos a los historiadores, en lugar de estar tan involucrados emocionalmente cuando hablamos de temas que no se pueden solucionar, deberíamos empezar a hablar sobre de qué vamos a vivir o por qué no tenemos autopistas, por ejemplo", explica a Vozpópuli entre vapeo y vapeo de una pipa electrónica.
Sentado en la butaca de una de las salas del Cine Ideal de Madrid, Tanović desmenuza algunas partes de Hotel Europa, su séptimo largometraje y el primero rodado íntegramente en su ciudad natal. El thriller dramático gira en torno a un hotel decadente en el centro de Sarajevo, un lugar que parece una alegoría de la Europa actual. Es el centenario del asesinato del archiduque Francisco Fernando a manos del joven nacionalista serbo-bosnio Gavrilo Princip y la UE pretende celebrar allí una gala en honor a la efeméride. Sin embargo, el personal del hotel, que lleva dos meses sin cobrar, amenaza con hacer huelga en plena gala, una situación que tiene intranquilo a Omer, el gerente del hotel, pues si algo falla, el banco cerrará el edificio, que ya que está hipotecado. Ante la crisis, decide recurrir a Enzo, un matón encargado del club de striptease del sótano, para que detenga la huelga. Mientras tanto, en la azotea del hotel, la periodista de televisión Vedrana dirige las entrevistas para un especial sobre el centenario y entre sus invitados aparece descendiente del asesino del archiduque. Con menos concesiones al humor que en su filme, aunque con alguna media sonrisa, Tanović hace un recorrido por un hotel convertido en una olla que (no) funciona a presión... ideológica.
- Abuso de poder, conflictos laborales, la mafia operando desde el subsuelo... Su hotel parece una alegoría de la Europa actual. ¿Cree que en estas circunstancias podría darse otro 'Gravrilo Princip' en Sarajevo?
- No, espero que no. Mi película trata de transmitir que en vez de perder el tiempo con la locura de los nacionalismos, deberíamos dedicarnos a solucionar problemas reales de gente trabajadora. En las sociedades donde ese tipo de problemas no existen, no existen nacionalismos, es absurdo.
- Han pasado más de 100 años desde el asesinato del archiduque Francisco Fernando, pero su película refleja que la brecha entre Bosnia y Serbia continúa abierta. ¿En qué aspectos del día a día se percibe?
- Sí, existe desgraciadamente. Ahí está el problema. Estamos hablando todo el rato de quién empezó el conflicto en lugar de pensar cómo vamos a sobrevivir, tanto ellos como nosotros. No vamos a estar de acuerdo nunca, no puedo estar de acuerdo ni con mi padre. Tengo una opinión totalmente contraria a la de mi padre, lo que es normal. Mi padre nació, creció y se educó en Yugoslavia, yo, sin embargo, he vivido en varios países diferentes y mi padre a veces no me entiende. Por eso, todos esos aspectos históricos hay que dejárselos a los historiadores, en lugar de estar tan involucrados emocionalmente cuando hablamos de esos temas que no se pueden solucionar. Vamos a empezar a hablar sobre de qué vamos a vivir, qué tipo de escuelas necesitamos para nuestros hijos o por qué no tenemos autopistas, por ejemplo. Eso son los problemas reales, pero cómo no nos dedicamos a ellos, no sabemos resolverlos. Esa es la verdad de mi país y de toda Europa. En Alemania, por ejemplo, el nacionalismo que hay está controlado. Como tienen la vida solucionada económicamente hablando, por qué van a dedicar tiempo en problemas que no pertenecen a la vida real.
- Entonces, ¿el pasado político de un país siempre va a influir en el presente? ¿Siempre van a estar entrelazados aunque transcurran siglos?
- Tenemos que darnos cuenta de que el mundo ha cambiado. Hace diez años había personas que fabricaban unos soportes de madera para colgar cuadros y que estuvieran rectos y hoy se pueden alinear a través de una aplicación de móvil. Esa gente ya no tiene empleo. Ni ellos ni quienes lo transportaban ni quienes lo vendían, es decir, mucha gente que vivía de ese pequeño mecanismo ya no trabaja. Un programa ha cogido el trabajo de miles de personas. El verdadero problema es cómo vamos a resolver la falta de empleo y no la locura de los nacionalismos. El hecho de limpiar España de extranjeros no a a cambiar que la gente esté perdiendo trabajos.
- Un mes después de aquel asesinato se desata la Primera Guerra Mundial. ¿Sigue siendo Bosnia un polvorín para que se desencadene un conflicto de alcance europeo?
- Cuando leo sobre la Historia de España, vosotros también sois un polvorín. Todo el mundo lo es y nosotros también. Depende de nosotros. Si vosotros insistís en la independencia de Cataluña y del País Vasco, eso es lo que vas a tener, pero tengo esperanzas en que habéis aprendido de vuestra historia y que no ocurrirá nada. Nuestra guerra ocurrió hace 20 años, pero todavía está presente, es muy difícil luchar contra ese odio y desconfianza que existe. En España, aún no estáis de acuerdo cuando se habla de la Guerra Civil... Imagínate una guerra nueva, ¿cuánto tiempo habría que emplear para salir otra vez de ese odio? Por eso es importante que países como Francia, Italia y otros estados desarrollados democráticamente sigan influyendo en los Balcanes.
- En su película se hace muchas preguntas a través de los personajes como '¿A quién mataría Gravrilo Princip hoy?'. ¿Cuáles son las principales cuestiones que se plantea el pueblo bosnio en la actualidad? ¿Qué dudas necesitan resolver?
Para mí la idea de Bosnia-Herzegovina era que fuese como los EEUU de antes o la idea de Europa, donde la gente que pertenece a diferentes religiones puede convivir. Al igual que vosotros en Europa estáis todo el día planteando si eso es posible, nosotros nos preguntamos si Bosnia-Herzegovina es posible. Sucede lo mismo con los españoles cuando os preguntáis si la unidad de España es posible. Pero eso son unas cuestiones de carácter más intelectual y los bosnios en su día a día se preguntan más cómo pueden sobrevivir. La vida allí es muy dura desgraciadamente.
- En un plano paralelo a la celebración del 100º aniversario de la muerte del archiduque Francisco Fernando que retrata en su cinta, se desarrolla un conflicto laboral en el Hotel Europa. Un directivo que abusa de su poder y que, a su vez, depende de los préstamos de terceros... ¿Son el ansia por el dinero y la falta de escrúpulos las peores enfermedades de Europa?
- En Bosnia-Herzegovina desde luego que sí existe ese problema. Los trabajadores no están protegidos, el Estado sirve para cobrar los impuestos y pagar a una Administración que es completamente inútil. Tenemos 114 ministros, eso funciona en Bélgica que es una país rico y que tiene una historia de democracia que nosotros no. Una vez que elegimos a los políticos, a los que llamamos también casta, solo trabajan para sí mismos. El sistema no funciona porque los cargos políticos no se eligen en función de su preparación ni de su valía, sino por enchufe o solo porque pertenecen a un partido determinado. Luego, tampoco se dedican a resolver los problemas de la gente.