Estuvo en la evacuación de Saigón, Vietnam, en 1975. Mientras cubría la Guerra de Fútbol, en un viaje de Nicaragua a Honduras, logró zafarse de un conductor que quiso matarlo y días después, tras cruzar la frontera a pie mientras con una máquina de escribir en la mano, una bala perdida por poco hace diana en su cabeza. El periodista Diego Carcedo ha sido testigo de guerras, revoluciones y terremotos. Lo más difícil no fue sobrevivir a cada una de ellas, sino al miedo que pasó en el trance de conseguirlo.
Ese es el hilo conductor de Sobrevivir al miedo (Ediciones Península), un volumen que reúne veinte historias, apenas veinte, del centenar que forman parte de cincuenta años de profesión. Historiador y periodista, comenzó como reportero en La Nueva España. De allí pasó a trabajar en la agencia Pyresa y, en 1974, en TVE. Ejerció de corresponsal en Lisboa y en Nueva York y luego como director de los Servicios Informativos de TVE y director de Radio Nacional de España.
Sobrevivir al miedo (Ediciones Península) reúne veinte historias del centenar que forman parte de cincuenta años de profesión
Entre 1996 y 2007 fue miembro del consejo de administración de RTVE y en 2018 presidió el comité de expertos que evaluó las candidaturas al mismo organismo. Aunque ya se acerca a los ochenta, Carcedo no cuelga la pluma. Es presidente de la Asociación de Periodistas Europeos y columnista de las cabeceras de Vocento. Su conversación es pausada y cuidadosa. Asegura que el tiempo lo ha humanizado, y quien conversa con él apenas puede imaginar si alguna vez estuvo Carcedo despojado de la calma que lo caracteriza.
Ganador del Premio Espasa en 2011 con el libro Entre bestias y héroes (2011), el que ahora publica es el número doce en su bibliografía. Para haber sobrevivido a guerras, terremotos e incluso a ese campo minado de los despachos, a Carcedo no se le ha agriado el carácter, tampoco apela al pesimismo de quienes están de vuelta de todo, ni mucho menos se apunta a los buenismos. Lo suyo es, más bien, una disposición vitalista y parsimoniosa. Lo que no mata, fortalece… o tranquiliza.
50 años de periodismo abocetados en 20 episodios. ¿Por qué el hilo conductor de este libro es el miedo, en lugar, por ejemplo, de la verdad o el propio reporterismo?
No es un libro de ponerse medallas. Habría incluso que quitarlas. Cubrir una guerra o un acontecimiento, especialmente para televisión, crea una aureola de corresponsal de guerra, algo que hace parecer al reportero un aventurero o un héroe, cuando en realidad es un periodista normal y corriente.
Salir de Saigón en 1975 no es cualquier cosa, ya ve.
En una etapa fui el periodista español que cubrió más guerras, pero también hice otras cosas: periodismo local, corresponsalías, estuve en Portugal, Estados Unidos… Parece que he escrito un libro sobre mi vida y no es así.
¿Y entonces, qué es este libro?
Son 20 hechos que he vivido, desde el periodismo, en distintos sitios y situaciones: Honduras, Centroamérica, Oceanía, Filipinas, Vietnam, Camboya, Uganda… Hay una gran diversidad temática, geográfica y cronológica. Por eso los uní con el miedo que pasé en todos y cada uno de esos lugares y lo hice porque me ha perseguido siempre la pregunta sobre si he pasado mucho miedo o cómo sobreviví al miedo. Tuve que contestar muchas veces a eso y hoy respondo lo mismo: con suerte.
"Me ha perseguido siempre la pregunta sobre si he pasado mucho miedo o cómo sobreviví al miedo... con suerte"
Usted ha ocupado puestos de dirección informativa. ¿Dónde se está más expuesto… en los despachos o en los conflictos?
Los despachos son lo más ingrato que existe. No por el peligro físico, pero psíquico sin duda. Pero, a ver: en la calle te puede caer una cornisa o un fanático con un camión te puede atropellar. En la guerra se corre peligro, por supuesto, pero se mitifica mucho el peligro de la guerra, porque el reportero se arriesga un poco más de lo normal, en especial los de televisión, pero las grandes y verdaderas víctimas son los ciudadanos. ¿Cuántos periodistas han muerto en Siria? Unos cuantos, claro. ¿Pero cuántos civiles que no tienen nada que ver con el conflicto han muerto? Miles.
En un mismo año cubrió Vietnam y la salida de los últimos españoles del Sáhara. ¿Informó sobre un siglo que parecía ir a mejor o sobre las grietas del XXI?
El cambio de siglo, que sería el final de la Guerra Fría, me cogió en Estados Unidos. La cubrí muy a fondo. Me tocó informar toda la etapa de Reagan y Gorbachov, todas las cumbres: desde Reikiavik hasta Ginebra. Un día, en Estados Unidos, fui a entrevistar a un director de un instituto de prospectiva para saber qué perspectivas se ofrecían al mundo sin la tensión de la Guerra Fría, que ya había acabado. Me negó que existiese tal cosa como un fin. La guerra es consustancial al ser humano, me contestó. Ha acabado una pero no pararán de ocurrir y enumeró tres temas que ocasionarían las guerras en el futuro: conflictos de frontera, religiosos y económicos. Y efectivamente. Unos meses después estalló la Guerra de los Balcanes, luego la Guerra del Golfo Pérsico y la guerra del Terrorismo. Siempre me sorprendió aquella clarividencia.
Desde un taxista de Tegucigalpa que casi lo mata hasta los curanderos de Filipinas, un episodio en el que la realidad supera la ficción. El abanico es muy amplio.
He buscado eso. Porque tengo 60 u 80 historias de este tipo que no he escrito. Hay historias tristes, otras divertidas. He dejado alguna fuera para no reflejar personas que aún están vivas y saldrían ridiculizadas. Pero he buscado, insisto, la diversidad temática. Quiero quitar la imagen del corresponsal de guerra o el aventurero y hablar de ese periodista que igual está cubriendo guerras como una conferencia de paz. Estoy en contra de ese componente de aventura. Yo he estado en guerras, en revoluciones, en golpes de Estado, terremotos y siempre he buscado contar la información, no ser yo la información. Es verdad, yo hice cosas muy raras y complicadas para contar la información, como en la entrevista a (Idi) Amin.
"Cubrí guerras, revoluciones, golpes de Estado, terremotos y siempre he buscado contar la información, no ser yo la información"
Esa entrevista la reprodujeron casi todos los medios.
En aquel entonces la persona más ambicionada para entrevistar era Amin. Las informaciones más pedidas eran las de Vietnam, pero la de Amin también. En Kampala estuvimos encerrados días en el hotel, nos pincharon el teléfono, con el calor de Uganda, nadie quería hablar.
Cubrió a tiranos sanguinarios como Idi Amin, también otros un tanto pintorescos. ¿En qué se parecen los tiranos de hoy a alguno de aquellos?
En esa época hubo dos tiranos muy llamativos: Bokassa, que se proclamó emperador del imperio Centroafricano, un ser esperpéntico aunque menos cruel que Amin, uno de los más llamativos también. ¿De los tiranos actuales? Pues hay una corte de tiranos payasos, empezando por Trump, en Estados Unidos, o Bolsonaro en Brasil. También Salvini en Italia. Más que tiranos parecen personas empeñadas en llevar el mundo hacia atrás. De los tiranos que siguen existiendo, hay una colección importante en África y en Asia, en la antigua Birmania, por ejemplo. Los tiranos se parecen en todas partes.
Cuando habla del 23F dice que sintió el peor de todos los miedos: la incertidumbre…
Enorme. Entonces estaba en Portugal. Hay varios tipos de miedos, uno es ese: el agobio, la incertidumbre. ¿Después de todo lo que pasó vamos a echar para atrás? Fui consciente en aquellas horas de que no podía volver a España, porque era considerado alguien de izquierdas. Me entró indignación y sentí necesidad de hacer algo. Lo único que se me ocurrió fue ponerme a hacer las cuentas de las corresponsalías, me preparé para llamar un notario, dejar el cargo y marcharme. Luego, pasé a la etapa siguiente.
Me llamaron de la televisión portuguesa para contar lo que estaba pasando, conectaban en directo y yo interpretaba y traducía en ocasiones lo que se transmitía de Televisión Española. Cuando llegué al hotel, porque entonces vivía en un hotel, había una cantidad de llamadas de personas insultándome, era fascistas europeos que se notaba que estaban ilusionados con una vuelta que terminó frustrándose. Me mandaban a vivir a la URSS, me llamaron mal español, hijo de puta…
Usted es historiador y aunque nada es excluyente, ¿por qué eligió el periodismo como profesión?
Porque del periodismo podía vivir, con la historia en cambio no lo tenía fácil. Mi única opción era la enseñanza. Me gustaba la arqueología, pero entonces estaba muy restringida para tres o cuatro, y yo no era tan brillante. Me había especializado en la Edad Media, pero surgió la oportunidad de estudiar periodismo y con muy buena suerte conseguí a trabajar en el periódico de Oviedo. Debo decir que tuve mucha suerte en todo.
Pues, sí. Sobrevivió a que lo mataran en Centroamérica, a una bala que le pasó por al lado, salió de Vietnam en 1975…
Y tuve un infarto hace cuatro años.
Y estando ingresado, escribió el obituario de Isidoro Álvarez… por aquello de que estabais en el mismo hospital
Lo conté para contrarrestar y para desmitificar. Termino diciendo, ahora va a resultar que la noticia terminaré siendo yo -y ríe-.
A su edad, ¿todavía se tiene miedo?
Cada vez más.
¿A qué?
A muchas cosas. Propendo a tener preocupaciones. Normalmente cuando hablo, aunque estoy muy concentrado, al mismo tiempo pienso en otras cosas. Pienso mucho, vuelvo sobre las cosas todo el tiempo.
Pero eso no es miedo. ¿El que pasó en Centroamérica, Vietnam o Uganda ya no lo siente? ¿No regresa?
No. De ese tipo de miedo físico hace tiempo que no. Tengo otros miedos cotidianos.
¿Pasar miedo hace que termine purgándolo?
Lo que tengo son remordimientos. Me atormenta mucho el pasado.
¿Por qué?
Nunca he tenido problema con nadie, no me han llevado a juicio, no me he emborrachado ni he pegado a nadie, pero hay muchas cosas de mi vida de las que me arrepiento. Todo el mundo se arrepiente por las cosas que no ha hecho, pero yo me arrepiento de muchas de las que hice. Creo que me he humanizado bastante.
¿Cómo así? Explíqueme eso.
En tres o cuatro ocasiones he perdido el control de mí mismo. Una de esas veces fue en el incidente de el viaje de Managua a Tegucigalpa, adopté una conducta suicida, en Vietnam durante la evacuación me desmayé y tuve otra parecida. Cuando salí del hotel de Saigón, en el incidente con la pistola, estuve a punto de coger el jarrón de flores para reventarlo en la cabeza. No lo hice porque el cámara me paró, estuve a punto de cometer un disparate.
Lo de irse con una máquina de escribir y un abrigo caminando hacia la frontera entre Honduras y Nicaragua mientras lo confirma.
Aquello rayaba en lo ridículo. Yo venía de Chile, que estaba nevando, llevaba una maleta, una máquina de escribir y un abrigo comprado en Helsinki de piel de oveja. En Chile era maravilloso, pero en Nicaragua hacía un calor de 40 grados…
"En aquel entonces, para emitir las informaciones era casi una heroicidad"
A pesar de todo, usted es optimista, ¿tiene algo que reprochar al periodismo?
No, porque se hace el que se puede y últimamente el periodismo se ha complicado. En aquel entonces, para emitir las informaciones era casi una heroicidad. Más difícil que buscar la información era transmitirla. Llegar a los lugares era dificilísimo, había pocas comunicaciones. Pasé fronteras clandestinamente soborné a gente, hice de todo. EL periodismo actual ha sufrido una degradación muy grande, que no obedece a la evolución tecnológica, porque ha sido muy grande, pero que no está aprovechando por la crisis económica, por la ceguera de muchas empresas de creer que se puede sustituir a un periodista de 50 años con una experiencia por otro de 23. Son fundamentales los jóvenes, porque empujan, pero necesitas a los otros que frenen el empuje con entrenamiento. En ese sentido, la profesión se ha deteriorado. Me consta que se hacen esfuerzo, porque no se puede hacer igual un periódico con 22 que con 100 que no pueden pagar la hipoteca.
Si a usted le ofrecieran estar de nuevo tanto en el Consejo de TVE, como intervenir en su elección. ¿Lo haría de nuevo?
Sabes de sobra la respuesta.
Que no, pues…
Si me hubiese presentado yo al concurso de TVE, estoy seguro de que estaría entre los primeros, porque reunía todas las condiciones: años trabajando en TVE; años en otros medios; tengo el componente académico, porque soy profesor universitario; he escrito libros, este es el número doce; he ocupado puestos de máxima responsabilidad, fui director de informativos… pero no. No me interesaba. Sé que hay problemas, pero nosotros ya acabamos. Hemos asumido un compromiso con el Congreso, que es la máxima representación de la ciudadanía. Hemos asumido un compromiso con nuestro país, así que por nuestra parte que no quede. Hemos trabajado mucho. Y creo incluso, que han pagado un parte de las dietas para los que vivían fuera de Madrid y durante cinco meses adelantaron los gastos de sus viajes.
¿Qué le falta a la TVE actual con respecto a aquella a la que usted estuvo?
De TVE prefiero no hablar. Yo ahí pasé por todo: hice de todo, reporterismo, fui corresponsal catorce años, fui director de informativos, de relaciones internacionales, consejero de administración. Ahora mismo respeto a los compañeros y todo lo que cada uno de ellos opina y hace. Por eso prefiero no hacer ningún juicio.