Más de 200 millones de dólares. Ese es el presupuesto de la película El agente invisible, una de las superproducciones más caras de Netflix, que se ha estrenado este viernes en los cines y llegará a la plataforma el día 22 de este mes. Este blockbuster parece estar diseñado con escuadra y cartabón y ofrece exactamente lo que promete: diversión, mucha acción, altas dosis de adrenalina, las mejores coreografías de combate, tiroteos y muchas, muchas explosiones.
Cuenta un amigo que su madre, profesora de Química en la Universidad de Cantabria, le enseñaba a cocinar con menos rigor del que se le presupone a un científico. Así, cuando le preguntaba por las cantidades y medidas, ella le contestaba "un poco"; y cuando tenía dudas acerca de los tiempos, ella le respondía: "Sácalo cuando veas que está listo". El secreto de un buen menú, al parecer, no está en el cálculo, sino en la intuición, en las antípodas de la ciencia y la matemática.
A priori, una película dirigida por los hermanos Anthony y Joe Russo -los directores de las entregas de Vengadores y Capitán América- y protagonizada por Ryan Gosling, con Ana de Armas y Chris Evans en el reparto lo tiene todo para triunfar, para convertirse en un clásico del cine de acción, para dar comienzo a una saga de aventuras sin límites, a la altura de otros títulos como 007, Misión imposible o El caso Bourne. Con esta lista de ingredientes, ¿qué puede fallar en El agente invisible?
Probablemente, ante un éxito tan medido, tan calculado y pensado, lo que le falta a esta película es precisamente eso que no se puede pesar o medir, lo que ni el algoritmo más preciso puede predecir. A esta película le falta alma. Va a ser cierta esa frase tan manida entre los directores, que siempre aseguran en las entrevistas que no existe una fórmula para lograr el éxito a la hora de pensar y rodar una película que posteriormente reviente la taquilla.
En esta película, Ryan Gosling interpreta a Sierra Seis, un agente de la CIA reclutado en la cárcel que descubre los trapos sucios de la agencia para la que trabaja. Un excompañero con tendencias psicópatas (Evans) le perseguirá por todo el mundo utilizando todos los métodos a su alcance y a todos los asesinos a sueldo que conoce, pero en su huida no está solo, y la agente Dani Miranda (Ana de Armas) le cubre las espaldas.
El agente invisible: nada memorable
El papel de este agente infalible le sienta como un guante a Gosling, que no solo ha demostrado estar cómodo en este registro, sino también dominarlo como cualquier otro experto en el género. Chris Evans tampoco está mal en un papel que corre el riesgo de pasarse de vueltas en su excentricidad, pero los méritos de la cinta en el apartado interpretativo son, sin duda, para Ana de Armas.
Poco se habla -o no lo suficiente- de esta actriz hispano-cubana, que próximamente estrenará también en Netflix Blondie -el biopic sobre Marilyn Monroe- y que ya demostró sus dotes para el cine de acción recientemente en Sin tiempo para morir, la última entrega de Daniel Craig como el agente 007. Sin embargo, en esta ocasión, a diferencia de la película del famoso agente secreto británico, a su personaje no le hace falta ser el objetivo sexual o sentimental del protagonista, no hay conexiones más allá de una lealtad mutua, e incluso el público puede olvidar por momentos el atractivo de la actriz.
En cualquier caso, no hay suficientes motivos para convertir a El agente invisible en una película memorable, más allá de un entretenimiento asegurado a base de mucho espectáculo. El éxito puede ser impredecible, pero es realmente improbable cuando uno espera los mejores resultados con tan solo las dosis exactas de la fórmula secreta.