Bruno Podalydès es uno de esos cineastas convencidos de que la vida es un proceso que se experimenta mejor con una sonrisa. Con esta máxima, llega a los cines El barco del amor, una comedia romántica que tiene una triple función. Por un lado, entretener. Por otro, conseguir que el espectador se libere y, en tercer lugar, darle motivos para pensar justo después de la carcajada.
"Esta es una feliz estafa colectiva", cuenta Podalydès a Vozpópuli con motivo del estreno de esta película en España. En ella, Frank (Daniel Auteuil), un rico inversor con ganas de seducir, le encarga a Justine (Sandrine Kiberlain), una de sus empleadas, que organice un viaje muy especial para una mujer con la que espera pasar un fin de semana romántico e inolvidable. Para ello, no escatima en gastos y le aporta una cuantía de hasta 14.000 euros que ella deberá distribuir como considere necesario para que esta escapada sea perfecta.
Justine, su marido y varios amigos que, como ellos, se encuentran en una situación económica delicada, se esfuerzan por similar un viaje lleno de lujos, sorpresas y comodidades, pero la verdadera sorprendida es ella, para quien estaba diseñado el viaje barato por el que ha estado trabajando con sus amigos con el fin de ahorrarse todo el dinero posible y tener algo de desahogo ante las deudas.
Más allá de esta historia divertida de granujas, pillos, estafadores de tres al cuarto y timadores, Podalydès muestra a varios personajes que esconden una historia u tanto dramática de pobreza, que hacen lo que pueden por encontrar la manera de salir de su agujero y saldar las deudas acumuladas con quienes tienen alrededor. "Cuando no tienes mucho que perder, ganas audacia. Desde Chaplin, siempre el astuto es el que se encuentra más próximo a las injusticias sociales, el que las sufre", ha señalado el director de esta película.
En este punto, Podalydès está convencido de que la comedia es necesaria para comprender mejor la realidad. "Cuando te ríes de algo es que lo entiendes directa e intuitivamente Y si luego logramos divertirnos, podemos esperar liberarlo. Esta opresión hizo que me afectara menos. Por eso Ken Loach tiene mucho éxito en sus comedias", apunta.
Este crucero por un canal provoca un viaje tranquilo, sin prisas por llegar a ningún destino, porque el verdadero objetivo es disfrutar del trayecto, como si se tratara de una metáfora con la vida. "Hoy puedes ir a todas partes y hacerlo muy rápido, de manera que ya no hay tiempo para viajar. El momento que ya no se dedica a la contemplación es algo que quería poner de relieve con este crucero", cuenta el cineasta.
El barco del amor y la Francia acomodada
Bruno Podalydès no es solo el director de El barco del amor, sino que también cuenta con un papel: el del patrón de barco que lleva a la supuesta pareja de enamorados por el canal, un recorrido que realiza contratado por partida doble: como encargado de una operación fraudulenta y como la exquisita persona a cargo del bote. Entre la tripulación del barco se encuentra también el hermano del director, el actor Denis Podalydès, uno de los rostros más conocidos del cine francés contemporáneo, con quien el cineasta juntaba su cama para montar obras de teatro en su habitación. "Y desde entonces seguimos", apunta.
Una de las críticas que a menudo se hace al cine actual y, en buena medida, al cine francés, es esa tendencia por retratar siempre a las clases más acomodadas, como si fueran las únicas desde las que se pueden narrar las grandes historias de amor y, en general, los grandes dilemas del alma que van más allá de buscar una manera de sobrevivir a los problemas cotidianos.
Aunque no es el caso de El barco del amor, que precisamente bebe de ese contraste entre las clases más pudientes y los más desafortunados de la sociedad, Podalydès defiende que el ideal es conseguir "conciliar dos objetivos", que pasan por lograr hacer vivir una realidad paralela al espectador sin dejar de mostrar el mundo real, un ideal en el que toma como modelo al cineasta Frank Capra, que a su juicio logró ambos objetivos.
"Siempre ha habido películas "ricas" que filman ricos porque a los espectadores les gustaría soñar con cine y películas más "realistas" que intentan mostrarnos el mundo tal como es, en todos sus aspectos. Creo que hoy carecemos de utopía en las películas", ha señalado.