Cada tarde de verano se juntan 15 o 20 chavales, cerca de mi casa, en el parque valenciano de la Alameda. Los primeros llegan poco después de comer y los últimos se van ya bien entrada la noche. Tienen una estética similar: pelo rapado por los lados y chándal, casi siempre de Fila, Nike o Adidas. Muchos de ellos también llevan algo de bisutería de no demasiada calidad y una gorra o pañuelo en la cabeza. También comparten su gusto por las zapatillas deportivas y la mayoría suelen usar auriculares o cascos mientras caminan por la calle.
La media de edad del grupo será de apenas 17 años, teniendo el más mayor de todos veintialgo. Así, a pesar de que no hay ni diez años de diferencia entre el más mayor y el más pequeño, por lo que pertenecen verdaderamente a la misma generación, la experiencia en el parque y en las plazas es un grado y entre ellos mismos se distinguen por subgeneraciones. Para lo que les une, que es el freestyle o rap improvisado, consideran old school a quien lleva ya seis o siete años bajando a rapear a las plazas, cuando según ellos el freestyle no estaba de moda como ahora y menos gente lo practicaba. Luego hay chavales mucho más nuevos, que apenas llevan dos años siguiendo el movimiento del freestyle, algunos incluso menos.
De las 12 personas que estaban haciendo freestyle, ninguna era mujer. Tras un primer momento en el que afirmaron –un poco a la defensiva- que el parque es igual para todo el mundo y que si no bajaban sería porque no querían, unos pocos empezaron a reflexionar sobre la falta de referentes y el ambiente hostil al que están sometidas cuando van.
Explicaron que a pesar de que no sea lo común, cada vez participan más, ya que poco a poco empieza a haber mujeres en la élite del freestyle y se animan a intentarlo. Surgen nombres como Erika 2 Santos, Sara Socas, Marithea, Rouse y Roma, de España, Colombia y Argentina. No obstante, en el comentario siguiente me cuentan que igualmente entienden que para ellas es complicado, que en las batallas de gallos ‘vale todo’ y que por eso, por el temor a lo que les puedan decir mientras compiten, no participan tanto.
Según ellos, nunca es nada personal y todo acaba cuando termina la batalla, además de que cada vez se hacen menos comentarios que puedan resultar molestos no sólo por ellas, sino también porque no aportan nada a la batalla de gallos, son de mal gusto y suelen demostrar poca originalidad. ‘Eso hace unos años podía estar bien porque todo estaba menos evolucionado pero ahora todo ha cambiado y se valoran más el flow, las skills y todo eso’.
Freestyle: los orígenes
El freestyle, como tal, significa estilo libre, y se ha asociado comúnmente a la realización improvisada de una disciplina para la que normalmente se necesita preparación. Quizá el ejemplo más clásico sea el del freestyle jazz, que son sesiones de jazz semiimprovisadas en la que los artistas crean música sin una preparación previa total sobre el contenido. No obstante, actualmente, por la popularización de la disciplina, se asocia el freestyle prácticamente en su totalidad al freestyle rap o rap improvisado.
Bien, existen las batallas de rap improvisado, popularmente conocidas como batallas de gallos. En ellas, los freestylers tratan de desacreditar al rival y a sus argumentos con sus rimas, al tiempo que intentan ensalzar su figura y mostrarse como superiores, ya que después de la batalla hay un juez que decide, en base a su criterio, quien gana.
Históricamente, el rap escrito y el improvisado han ido de la mano: grandes raperos como Notorious B.I.G escribían parte de sus canciones a partir de fragmentos espontáneos...
Sin embargo, para poder ganar, casi siempre es necesario no sólo tener rimas ingeniosas, sino también sonar medianamente bien. No olvidemos que se trata –en última instancia- de improvisar para crear música, en este caso el rap. El flow, en su traducción literal, es la fluidez, la capacidad de improvisar musicalmente, al ritmo de la base (melodía de fondo sobre la que se improvisa), de una manera que sea agradable para el oyente y poco monótona. Las skills, por su parte, serían las habilidades que uno tiene y muestra al improvisar, como la realización de juegos de palabras, el uso de determinadas figuras poéticas o de una determinada métrica poco común en la ejecución de algunas rimas.
Históricamente, el rap escrito y el improvisado han ido de la mano, tanto que incluso muchos grandes raperos como Notorious B.I.G escribían parte de sus canciones a partir de fragmentos espontáneos, siendo ésta una práctica que se sigue realizando hoy en día para probar nuevos ritmos y formas de coger la instrumental sin necesidad de pararse a escribir una letra. Del mismo modo, las batallas de gallos, en un primer estadio, no eran más que competiciones de mc’s (raperos) para ver quién era mejor improvisando su rap.
¿Artistas o deportistas?
Hoy existe en las batallas un debate que tiene un importante trasfondo: se trata de la discusión acerca de si las personas que se dedican profesionalmente a las batallas de gallos o pretenden hacerlo son artistas o deportistas. Los deportistas serían principalmente no raperos, personas que se han criado escuchando más batallas que música y que adaptan su modelo de improvisación a los esquemas competitivos, con un estilo y estructura prediseñada que les permita tener una gran regularidad. Por el contrario, el sector de los considerados artistas sí que confluiría con el rap y el movimiento hip-hop, dándole una menor importancia a la competitividad y teniendo un esquema de improvisación más libre.
A la hora de practicar freestyle, los deportistas lo harían siguiendo los formatos propios de los torneos, mientras que los artistas lo practicarían no tanto para mejorar su versión competitiva como para pulir su improvisación en sí, queriendo sonar cada vez más limpios y similares a una canción, algo que por otra parte no pretenden los deportistas
En la actualidad, no se trata de posiciones irreconciliables, si bien muchos de los raperos, de los que consideraríamos artistas, han sido “expulsados” del mundo de las batallas debido a la deportivización de la disciplina, dado que cada vez ésta está más enfocada a un formato de competición, el cual es complicado de seguir y aplicar a rajatabla por este sector.
Lo sorprendente de Bnet es que, a primera vista, lo que hace puede no parecer tan complicado, pero intentas hacerlo y compruebas que es imposible", dice un chico del parque
Observando la evolución de las batallas de gallos desde que tomaran cierta relevancia con la Red Bull Batalla de los Gallos de 2005, se puede ver que en un inicio todos eran raperos que mostraban su arte en un formato de confrontación, mientras que esto habría ido cambiando, surgiendo cada vez más deportistas desvinculados y sin interés apenas por el rap.
Estuvimos hablando de representantes de ambos lados, de los que se centran en el freestyle como disciplina artística y las batallas como una extensión y quienes ven las batallas como un deporte que se debe entrenar e incluso estudiar para perfeccionar.
Respecto a los primeros, no tardó en salir el nombre de Bnet, freestyler madrileño ganador de la Red Bull Batalla de los Gallos Internacional 2019 y de la Freestyle Master Series España 2020-2021. Para muchos de los que estábamos allí, el mejor freestyler de la actualidad. De él se pueden destacar muchas cosas, pero todos coincidimos en que lo que le hace único es su tranquilidad y su capacidad para hacer fácil lo difícil.
Uno de los chavales decía: ‘Lo sorprendente de Bnet es que lo que hace, a primera vista, puede no parecer tan complicado como lo de otros, pero intentas hacerlo y compruebas que es imposible. Tiene una manera de rimar, una soltura y una forma de formular las frases que parece innata y recuerda mucho a un tema. De hecho, Bnet ha conseguido que muchos raperos consolidados que nunca han tenido mucho interés por las batallas se pongan a escucharlas o a interesarse por su figura, mira el Tote o Kase’.
Alejamiento del hip-hop
Así pues, Bnet no destaca por rimas complejas o muy ingeniosas, sino por un gran sentido del ritmo que, acompañado de una gran métrica, te recuerda a una canción de rap. Preguntados por el lado contrario, por el paradigma de freestyler deportista, señalaron a Gazir, quien quedó 2º en la Freestyle Master Series, justo por detrás de Bnet. Casi todos los de allí, más allá de que les guste más o menos su estilo, coincidieron en que, si no se tuerce su trayectoria, está destinado a ser de los mejores de la historia.
De él, se dijo lo siguiente: ‘Tiene un ingenio fuera de lo común, una facilidad para hacer rimas con doble sentido que no tiene nadie en el planeta. Siempre tiene alguna rima que te sorprende, que no te esperas, y eso después de tantos años viendo batallas es casi imposible. Es como que no llegas a entender cómo puede unir tantas ideas en tan poco tiempo, es un prodigio. Por desgracia, hay un sector dentro del freestyle que considera que es excesivamente complejo y prefiere golpes más sencillos y contundentes, que no se vayan tanto por las ramas pero para mí, este estilo es el futuro”.
Finalizando la conversación sobre este tema, todos coincidieron –o coincidimos- en que Bnet es una de las máximas representaciones del rap en batallas mientras que Gazir muestra a la perfección el desarrollo que está teniendo el formato competitivo y hasta que punto de dificultad se puede llevar una batalla. Así, las opiniones sobre quien es mejor –o quien les gusta más- están divididas dependiendo de lo que pretendan encontrar cuando están consumiendo una batalla de gallos.
Los más mayores sí se consideran la mayoría raperos y dicen escuchar rap, mientras que aquellos que descubrieron el freestyle y las batallas hace menos de dos años sienten más desconectados con respecto a este género musical. Esto confirmaría la tesis de una paulatina desconexión de las batallas respecto del rap conforme se van incorporando nuevas generaciones al circuito competitivo.
Antes éramos los raros del cole, del insti, del curro… Ahora hay tanta gente que ve batallas de gallos que el raro es el que no sabe qué son"
Ellos lo resumen así: ‘Antes éramos los raros del cole, del insti, del curro…y nos sentíamos bastante solos en todos los sitios, pero luego nos juntábamos los pocos que rapeábamos y éramos como de la familia. Ahora es al revés, hay tanta gente que ve batallas de gallos que prácticamente en nuestra generación el raro es el que no sabe qué son. Entonces pasa un poco como con el fútbol pero sin llegar a tanto, puedes juntarte con muchísima gente para ver una competición de freestyle pero no haces vínculos tan fuertes como antes. Antes era más especial, lo sentías más tuyo y tenías más complicidad con los que también lo hacían”.
El freestyle servía para tener una cierta identidad que, a su vez, te acercaba a unos y te distanciaba e incluso oponía a otros. Con su popularización, todo esto se termina. Se produce un proceso de desidentificación, en el que una parte de las personas que pertenecían a este movimiento antes de su enorme auge sienten que les están quitando algo. Y en parte es cierto, porque les están quitando parte de la identidad que habían construido a partir de su relación con este movimiento.
Adivinar el futuro
Todo esto dio pie a que habláramos acerca de hacia dónde creíamos que irían las batallas de gallos en los próximos años. Unos con ilusión y otros con resignación, compartían la misma premonición.
Según ellos, la concepción más artística –en el sentido más excluyente de la palabra- de las batallas de gallos no tendría nada que hacer ante la visión más deportiva, la cual es más fácil de comercializar y hacer que llegue al gran público.
En consecuencia, prevén que quizá surjan nuevas figuras dentro de la disciplina, como podrían ser los entrenadores, además de que deberá aparecer una mayor estructura burocrática capaz de calendarizar las competiciones, organizar diversas actividades con los competidores, regular las condiciones…En resumen, haría falta una Federación de freestyle que funcionara correctamente y fuera capaz de resolver aquellas cuestiones formales propias de la profesionalización.
También creen que se seguirá acentuando la voluntad de objetivar lo máximo posible el freestyle, tal y como demuestra la evolución del rol de los jurados, que en algunas competiciones deben calificar numéricamente todas las intervenciones de los competidores, ganando aquel que obtenga más puntos. Evidentemente, la puntuación que se ponga a uno u otro sigue basándose en la subjetividad de los jurados, pero que se elija al vencedor de esta manera permite, de cierta manera, comprender el criterio de los jurados, y que éstos justifiquen su decisión.
Claro que en las batallas nos hacemos los duros: se trata de intentar quedar por encima del otro
Por otra parte, también comentaron que es posible que se intenten copiar modelos de comercialización de otros deportes. Este mismo verano se ha llevado a cabo en España el primer evento de pago por visión de freestyle, el cual supuestamente sólo podrían ver quienes hubiesen pagado por la entrada presencial o por la posibilidad de ver los vídeos oficiales online.A mi juicio, se trató de un experimento fallido, en tanto que la gente subió a las plataformas audiovisuales los vídeos que grabó del evento y ante estas filtraciones la empresa organizadora optó por subir ella misma los vídeos oficiales. Además, la cantidad de personas que pagó por ver la competición en tiempo real en línea fue bastante menor de la esperada.
Para poder comprender el motivo de esto, hay que entender que, por una parte, el movimiento no está lo suficientemente desarrollado como para emplear este tipo de modelos y, por la otra, que el público al que van dirigidas las batallas es bastante más joven que el de otros deportes en los que sí es común el pago por visión, como el boxeo. Esto, evidentemente, hace que sea más probable que se trate de un público con bajos recursos, el cual difícilmente pagará por esto.
El papel de Red Bull
‘A ver, yo entiendo que no es lo ideal, pero tenemos que recordar que si la empresa Red Bull no hubiera apostado por el freestyle y las batallas en 2005 probablemente no serían lo que son ahora, y muchos de nosotros ni siquiera las conoceríamos”, dijo uno de los más jóvenes, que no había hablado hasta ahora. “A mí lo que no me gusta es que muchas empresas o personas que nunca se han interesado por esto ahora se acerquen porque ven que pueden sacar tajada. Y no es que vea genial que el mundo de las batallas se tenga que sostener gracias a empresas ajenas al movimiento, pero es que actualmente no hay otra manera de hacerlo crecer”.
Prefiero una batalla de calle en la que seamos setenta u ochenta personas que nos conozcamos prácticamente todas a ver un estadio de 20.000 personas lleno
Uno más mayor trata de replicarle: ‘Evidentemente las empresas ayudan al crecimiento y Red Bull ha sido muy necesaria, pero entre 2009 y 2012 Red Bull dejó de hacer su competición y no había ninguna otra gran empresa interesada en el freestyle. Si en esos años el freestyle y las batallas de gallos no desaparecieron fue por gente anónima que se juntaba a rapear y que organizaba pequeñas competencias a las que iban veinte o veinticinco personas. Si ya hace diez años las batallas pudieron sobrevivir sin necesidad de grandes empresas, ahora que es un movimiento tan grande, claro que se puede prescindir de empresas ajenas al freestyle. Claro que creceríamos más lento, pero también sería un crecimiento más firme y consolidado, más gestionado por aquellos que sostienen activamente las batallas y menos por aquellos que solo tienen intereses económicos en ellas”.
Luego siguió: “Sinceramente, prefiero una batalla de calle en la que seamos setenta u ochenta personas que nos conozcamos prácticamente todas a ver un estadio de 20.000 personas lleno, como si fuera el fútbol. Entiendo que lo que yo quiero no es viable económicamente, pero imagino que tendrá que haber un punto medio”.
Todos coinciden en que una clave de las batallas es que en el parque no hay diferencia de estatus entre el competidor y el espectador, aunque sea por el simple hecho de que materialmente suelen estar a la misma altura. No obstante, los freestylers de nivel no suelen bajar al parque, por lo que es en los grandes escenarios donde –pagando- los puedes ver.
Los chicos del barrio
Tradicionalmente, y por los orígenes del hip-hop en Estados Unidos, se ha relacionado la música rap con las clases bajas y con lo marginal. Esto, jamás ha sido así en España, o al menos no ha sido la tónica general. En nuestro país el rap se popularizó primeramente entre personas trabajadoras, si bien la mayoría estaban integradas en la sociedad y con un nivel de vida ‘digno’.
No es como el teatro o como el cine, que todo lo que ves es falso, es más bien como un concierto...
Sin embargo, en los últimos años, de la mano del fenómeno del trap, se ha puesto de moda toda una estética y discurso que reivindica cuestiones vinculadas con la delincuencia como el tráfico de drogas o la violencia.‘Claro que en las batallas nos hacemos los duros, en parte van de eso. Se trata de intentar quedar por encima del otro. El tema no es tanto ese, sino que muchos chavales intentan imitar a sus ídolos, que también están estereotipados y muchos no lo saben, y los imitan y pueden acabar mal de verdad. Esto ocurre creo yo sobre todo con el trap", señala.
Luego sigue: "Casi todos los chavales que conozco que escuchan esta música son gente con familias estructuradas e integrados en la sociedad, sin más problemas que los que podamos tener tú o yo, pero por intentar aparentar ser lo que no son algunos se pueden llegar a meter en lugares en los que nadie los ha llamado, y encima sin necesidad. Entiendo que ahora ser M.D.L.R –acrónimos de Mec de la rue, en castellano ‘chico de la calle’- , como dice el Morad, es lo que está de moda, pero uno debe ser consciente en todo momento de lo que está haciendo y de sus consecuencias".
Todos coincidieron también en señalar que en las batallas se contraponen personajes construidos, que quizá no son falsos en sí, pero sí son exageraciones de la realidad. ‘No es que sea como el teatro o como el cine, que todo lo que ves es falso, es más bien como un concierto. Sabes que el artista te está contando cosas basadas en hechos reales, pero sólo las que quiere contarte, y de la manera más espectacular posible’.Como ya era tarde y quedábamos pocos, decidí despedirme, ya que no iba a poder sacar mucha más información. Chocamos los puños y cada uno se puso sus auriculares para volver a casa.