El éxodo de Kabul sólo ha tenido una competencia en los medios informativos esta última semana, el suspense sobre si Mbappé venía o no venía al Real Madrid. En la Antigüedad los griegos inventaron el deporte como un substitutivo de la guerra, y entre todos los deportes nada se parece más a una batalla que un partido de fútbol. Esa es la causa por la que el fútbol apasiona a miles de millones de personas, y hay algo más que frivolidad cuando se habla de un fichaje del Real Madrid –oficialmente el mejor equipo de la Historia- a la vez que se produce una catástrofe en Afganistán.
Para entender la importancia que tiene el fútbol como canalizador de la agresividad humana basta ver qué sucede cuando el proceso se invierte, como sucedió en un partido entre las selecciones de Honduras y El Salvador en 1969, que provocó la llamada Guerra del Fútbol. Fue muy corta, cinco días, pero provocó 6.000 muertos, 15.000 heridos y 300.000 desplazados. Más les valdría haber jugado prórroga y penaltis para resolverlo.
El fichaje de Mbappé tenía además una lectura paralela a la tragedia de Afganistán. El Paris Saint-Germain, el club donde hasta ahora juega Mbappé, es propiedad del emir de Qatar, que ha respaldado a los talibanes en Afganistán. Hace poco lo denunció una portada de Charlie-Hebdo, la revista satírica francesa que más odios despierta entre los islamistas. Significativamente esa portada acusatoria tenía como excusa el fichaje de Messi por el Paris Saint-Germain.
No es nuevo que la contratación de un futbolista trascienda de la prensa deportiva y se convierta en tema de interés general. En 1950 el Barcelona FC fichó a Kubala, un futbolista del Honved de Budapest que había abandonado Hungría –y su club- huyendo de la dictadura comunista. La FIFA no admitió ese fichaje que se saltaba sus normas, pero el gobierno de Franco echó todo su peso en el asunto, y Kubala se quedó en el Barça. El régimen franquista lo presentó como una victoria política, y lo era, la prueba de que alguien que conocía el comunismo prefería disfrutar de la libertad en España, e incluso se produjo una película, Los ases buscan la Paz, narrando las peripecias de Kubala para huir del comunismo, ayudado por un soldado soviético que también ansiaba la libertad, interpretado por ¡Antonio Ozores!
Sentencias salomónicas
El fichaje más polémico que se ha producido en España fue no obstante el de Alfredo Di Stéfano, la superestrella argentina que abriría la carrera de triunfos internacionales del club blanco. Di Stéfano era una figura del River Plate de Buenos Aires, uno de los equipos más importantes de América, pero el Club Millonarios de Bogotá le ofreció una gran cantidad de dinero por ir a jugar a Colombia, y Di Stéfano dejó el River por las buenas, sin que hubiese acuerdo entre los dos clubes. Aquello suponía un conflicto entre Argentina y Colombia, y la FIFA intentó resolverlo con una sentencia salomónica, Di Stéfano jugaría hasta diciembre de 1953 con el Millonarios, y luego volvería al River.
Además de quedarse con Di Stéfano por los hechos consumados, el Real Madrid rompió con él todos los topes económicos que ponía el franquismo
En España se habían fijado en Di Stéfano tanto el Real Madrid como el Barcelona, y ambos fueron a por él. El club catalán llegó a un acuerdo de traspaso con el River y adelantó 2 millones de pesetas, pero Santiago Bernabéu, presidente del Madrid, fue más listo y más osado. En aquella época, 1953, en España no se podían conseguir divisas libremente, el gobierno mantenía un control férreo sobre la moneda extranjera y no la otorgaba más que para determinadas importaciones que se considerasen estratégicas. Bernabéu consiguió, no obstante, un maletín lleno de dólares, y con ese equipaje envió a Bogotá a su vicepresidente, Raimundo Saporta, que pagó 23.000 dólares al Millonarios y se trajo al jugador.
Así se reprodujo en España el conflicto que hubo en Sudamérica, dos clubs clamando sus derechos sobre Di Stéfano. La Delegación Nacional de Deportes tomó ejemplo de la FIFA y dictó otra sentencia salomónica: Di Stéfano jugaría una temporada en el Madrid, otra en el Barça, luego volvería al Real Madrid, y terminaría su cuarto año en Barcelona. Naturalmente tamaña tontería fue papel mojado, Di Stéfano se quedaría en el club blanco durante once temporadas, capitaneando la conversión del Real Madrid en el mejor club de la Historia (declarado por la FIFA), con la consecución de las cinco primeras ediciones de la Copa de Europa (hoy llamada Champion’s League), más ocho ligas y una copa españolas.
Además de quedarse con Di Stéfano por los hechos consumados, el Real Madrid rompió con él todos los topes económicos que ponía el gobierno. Hay que resaltar que en los años 50 España vivía en la penuria y, por ley, un futbolista no podía ganar más de 3.000 pesetas mensuales; el Real Madrid le puso un sueldo de 16.000. La ficha tampoco podía ser mayor de 150.000 pesetas anuales, pero la de Di Stéfano fue de 650.000. Bernabéu lo declaró en público, demostrando que el fútbol había entrado en una nueva realidad: era un poder fáctico, y los estados debían tomar nota.
No es de extrañar que el Libro de Oro del Real Madrid dijese que Bernabéu “es para el Real Madrid como para España fue Felipe II”.