¿Qué es lo mejor de ser un miembro de Abba?, le pregunta la periodista a Benny Andersson. “Que no tienes que preocuparte por el dinero, y que tu vida es más fácil y relajada”, responde con cruda sinceridad el compositor y alma musical del grupo sueco que conmocionó la música de los años 70 y 80. Tan relajada, cabría añadir, que pueden incluso plantearse ofrecer a sus fans conciertos sin necesidad de moverse del salón de casa, ni pisar un escenario. Lo que resulta una oferta más que tentadora cuando todos los miembros del grupo han superado ya los 70 años.
Abba Voyage es el resultado de esa aventura. Un disco con diez canciones nuevas, anunciado para noviembre, y del que ya se han dado a conocer dos –"I still have faith in you" y "Don’t shut me down"- con el sabor y la buena factura musical del Abba de siempre, aunque, por ahora, sin alcanzar sus picos de genialidad. La otra pata del proyecto es un concierto en Londres, en mayo, en un escenario propio que se está construyendo en el parque de la reina Isabel II, y en el que los miembros del cuarteto harán acto de presencia en forma de hologramas virtuales, de avatares. Las únicas personas reales sobre el escenario serán los diez músicos de acompañamiento.
El renacer de Abba es el resultado del cruce entre dos realidades bien distintas: la nostalgia y la tecnología. Sin la posibilidad de rentabilizar con una gira de conciertos el nuevo disco resulta difícil concebir que los cuatro miembros del grupo hubieran vuelto a reunirse para grabar temas nuevos. Y el único modo de ofrecer esos conciertos -dado que las dos cantantes habían manifestado reiteradamente su reticencia a los escenarios- era mediante el recurso a la realidad virtual. Una nueva ‘realidad paralela’ que cada vez conquista más espacios en la vida diaria de las sociedades occidentales, cuyos ciudadanos viven existencias cada vez más despegadas de ese mundo de ‘lo real’, físico, áspero e indomesticable por definición, para instalarse en nuevas y mullidas realidades artificiales, en las que prima la volatilidad del deseo sobre la materialidad de una existencia limitada y contingente.
'Abbatares' y sucedáneos de experiencia
Quizás porque el cine se ha adelantado mucho en su labor anticipatoria tendemos a minusvalorar los saltos que se van produciendo en el mundo real, tan pequeños en comparación con las fantasías que nos muestran Matrix o El Congreso, la película de Ari Folman que más directamente abordó el problema de la sustitución de los artistas por avatares virtuales, y de la sustitución del mundo real por un universo paralelo de fantasía.
Abba se han sometido a un penoso y sofisticado proceso que inserta sus gestos actuales en sus cuerpos de hace décadas
Vivimos en un universo cultural en el que los perfiles de la realidad cada vez aparecen más difusos. E iniciativas como Abba Voyage, el concierto, van a contribuir a difuminarlos aún más. Sin embargo, late en su concepción la necesidad de no perder pie en lo real, que de algún modo ha de estar presente incluso en esa recreación ficticia e idealizada que serán los ‘abbatares’. La conexión con lo real viene de que las voces que sonarán en el concierto -o conciertos, pues es casi seguro que la iniciativa tendrá continuidad- han sido grabadas ahora: son las voces de los miembros de Abba hoy, auxiliadas por todas las posibilidades de retoque y mejora que brinda la tecnología de estudio, por descontado. Los cuatro miembros han interpretado en los últimos meses todo el repertorio del concierto para registrarlas.
Además, los ‘abbatares’ han sido concebidos a partir del estudio de los gestos y las facciones de los cuatro integrantes de Abba en la actualidad. Hay que aclarar, sin embargo, que eso no significa que las figuras virtuales vayan a reproducir -más o menos embellecido- el aspecto físico que los miembros del grupo ofrecen hoy. En absoluto, tal y como hemos podido ver al final del video de presentación de ‘I’m still have faith in you’ lo que se recrea es el aspecto de sus años de esplendor y madurez, cuando ellos (y su público) tenían casi cuarenta años menos que en la actualidad.
De modo que el proceso es paradójico. Las cantantes Agnetha Fältskog y Anna-Frid Lyngstad, y sus compañeros Benny Andersson y Bjorn Ulvaeus se han sometido a un penoso y sofisticado proceso, con sensores distribuidos por su cuerpo, para captar sus movimientos y sus rasgos con la máxima fidelidad y, sin embargo, toda esa información se volcará sobre imágenes que no tienen nada que ver con su apariencia de ahora.
Callas y Whitney Houston
Ya se ha explicado que la tecnología que permite la recreación virtual no es nueva. Se usa habitualmente en el cine y sirvió también, con efectos mucho más limitados, para ‘resucitar’ a María Callas y a Whitney Houston.
El caso de María Callas es significativo porque -tal y como cuenta Franco Zeffirelli en Callas forever, película en la que recreó la última etapa de su vida- a la mítica soprano se le ofreció la posibilidad de volver a los escenarios cantando en playback, que era el ‘truco virtual’ permitía la tecnología de la época. “No hay ningún fraude, la voz que suena es la tuya. Tienes derecho a usarla”, le decían los promotores de la idea para animarla. Pero ella no cedió. Sabía que la voz grabada ya no era su voz, que había perdido matices y había variado en sus cualidades con el tiempo, y que, además, carecía de la espontaneidad, y el riesgo, del sonido producido en directo. Riesgo bien real que ella había padecido en más de una ocasión, cuando se quedó sin voz en mitad de un recital, y que la había vuelto temerosa de los escenarios. Pero, al fin y al cabo, es ese riesgo, ese factor imprevisible -que también puede tener su lado luminoso, cuando el cantante, especialmente inspirado, alcanza cotas inesperadas de musicalidad- el que dota de autenticidad a la experiencia del directo.
Si algo caracteriza nuestro presente, en Europa y Occidente, es la pulsión por escapar de los límites de lo real
Y es el que explica por qué la fiesta de los toros es -por mucho que pese a sus detractores- la expresión artística que reproduce de forma más poderosa ese vértigo de lo imprevisible, de lo real, de la muerte, o el accidente, siempre al acecho y siempre posible. Ciertamente, es un valor que cada vez cuesta más entender en un mundo que recurre a formas cada vez más sofisticadas para intentar huir sus propios límites y del vértigo de la existencia.
Conflictos jurídicos y laborales
El nuevo concierto de Abba reaviva también un viejo debate que sacudió el mundo del cine hace unos años y que inspiró a Ari Folman para su película El congreso: ¿Es legítimo crear actores virtuales que puedan sustituir a los reales en las películas? ¿Cuál sería su estatuto laboral? ¿Cómo se regulan los derechos de autor? ¿Y la libertad de elección de sus papeles por el intérprete? ¿Podría darse el caso de que, una vez virtualizado, el actor no tuviera ya nunca más trabajo, porque los productores prefirieran al más dócil actor virtual?
Quizás porque las posibilidades técnicas no permitan todavía llegar tan lejos, la discusión terminó apagándose, pero renace ahora con fuerza (también con la película post mortem de James Dean o el anuncio de Cruzcampo de Lola Flores). ¿Sabemos qué estatus tienen los 'abbatares'? Dado que los originales todavía viven, y puesto que no son un ‘rider’ cualquiera sino estrellas del pop-rock, tendrán bien atados su uso y rendimiento. Pero ¿y después? Renacen las viejas preguntas. ¿Tendrán capacidad autónoma para interactuar y modificar, siquiera en parte, los parámetros de la función, o se limitarán a repetir un mismo show con variaciones previamente programadas? Pese a las futuristas anticipaciones del cine, aún quedan muchas dudas por despejar.
Pero lo que parece claro es que, si algo caracteriza nuestro presente, en Europa y Occidente, es la pulsión por escapar de los límites de lo real. Y la tecnología nos genera la ilusión - ¿la ficción? - de que esa huida es posible. Por eso los 'abbatares' recrean a los miembros de Abba en su momento de plenitud, y no como son ahora. ¿Quién quiere que le recuerden el paso del tiempo si puede evitarlo? A fin de cuentas, quienes acudan al espectáculo rejuvenecerán también gracias a los hologramas virtuales y volverán a ser, en su autopercepción e imaginación, como eran cuando esos personajes de carne y hueso llenaban el mundo de jovialidad y melodías hermosas. Sólo al llegar a casa y volver a mirarse en el espejo se romperá el hechizo. Pero entretanto…