Todo ocurre en una ciudad en la que nunca pasa nada. Sus habitantes llevan una vida acomodada. Nada malo podría ocurrir. Pero las cosas pasan. Tres niños—Jon Rosario, Dave Mulkern y Latrena Dersimonian— desaparecen durante un verano de temperaturas devastadoras en una ciudad situada entre Texas y Nuevo México, a escasos kilómetros de los desiertos nucleares. Nadie sabe qué podría haberlos motivado a fugarse –si es que realmente lo han hecho- de un lugar tranquilo, rodeado de las colinas donde viven familias de clase alta. Una joven detective embarazada, Daniella Méndez, irá tras la pista de estos chicos, intentará encontrar dónde pueden estar y porqué han llegado allí.
El dios de nuestro siglo (Seix Barral), novela de suspense en la que el escritor Lorenzo Luengo (Madrid, 1974) explora el mal que acecha la sociedad actual y los secretos que se esconden en internet
Esa es la historia central de El dios de nuestro siglo (Seix Barral), novela de suspense en la que el escritor Lorenzo Luengo (Madrid, 1974) explora el mal que acecha la sociedad actual y los secretos que se esconden en internet. Temas como la sexualización de los menores en la sociedad del espectáculo, los peligros de las redes sociales o la manipulación aparecen en la trama de este libro, que Lorenzo Luengo concibe como un informe policial que escribe la agente para dejar constancia del caso y en el que la narradora se suscita una pregunta: ¿qué hace la sociedad con sus niños? Entre largas noches de insomnio, sufriendo los rigores de su inoportuno embarazo y de la peor ola de calor del siglo, la joven detective Daniella indaga en el entorno más cercano de los tres pequeños en busca de pistas que la lleven a resolver el caso. Lo que hay debajo de lo que esos niños hacen supera con creces a lo que sus padres dan por hecho. Y lo peor es que ellos apenas y llegan a imaginarlo.
"Las noches no se portan nada bien con los vivos". Así arranca esta novela. Después de esa frase es muy difícil dar marcha atrás
"Las noches no se portan nada bien con los vivos". Así arranca esta novela. Después de esa frase es muy difícil dar marcha atrás. Escrita con un lenguaje directo y potente, que no escatima en belleza e indagación estética, Lorenzo Luengo aprovecha la prosa para enganchar al lector y desplegar paradojas sobre lo aparente, pero también sobre la relación con la belleza, así como nuestro sentido de la verdad y la vida. El dios de nuestro siglo es la mentira que protege nuestra identidad, dice Lorenzo Luengo. Es ese artefacto, esa invención quien sostiene la vida en común y da cuerpo a un thriller psicológico que refleja el lado más oscuro de la sociedad actual, una novela que se dice policial pero que sobrepasa esas categorías, incluso a costa de desdibujar las reglas del thriller -el género que eligen sus editores para presentarlo ante el lector-. El mensaje de fondo es lo que va más allá de la maldad y la corrupción. Algo mucho peor: la incapacidad de una comunidad para proteger a aquellos que en teoría encarnan la pureza y el bien.
"La idea fuerza es el vacío moral y el desplazamiento de los valores en la dirección equivocada", explica Lorenzo Luengo acerca de su quinta novela."Cuando abandonamos una serie de propósitos de belleza, desaparece la bondad y ese espacio en blanco es ocupado por el mal. La pérdida de nuestro sentido de trascendencia lo demuestra. Antes, el arte suplía la voluntad de trascendencia del individuo; ahora ese mismo vacío se llena con cosas. En la novela eso se expresa en los niños. Han perdido la inocencia porque se han introducido en un mundo que son incapaces de comprender y en el que incluso los propios adultos se comportan como niños", dice Luengo para referirse a los tres niños desaparecidos. De ellos, un personaje destaca sobre el resto: Latrena Dersimonian, una chica de once años que forma parte del grupo de desparecidos. Todo cuanto hace pone los pelos de punta: desde prostituirse a cambio de ropa de marca hasta confeccionar sus propios diez mandamientos en la tablilla sagrada de su cuerpo. En esta historia, los confines entre verdad y belleza se tocan hasta corromperse.
En esta historia, los confines entre verdad y belleza se tocan hasta corromperse
Todo, además, está contado con una efectividad estética que marca la diferencia entre continuar o abandonar la lectura. El lenguaje como elemento plástico y reflexivo tiene un lugar y un papel central en El dios de nuestro siglo. "Esta novela se relaciona con las anteriores en buena medida por el estilo, que es lo que genera una sensación de obra. Es justamente eso lo que hace que las novelas funcionen como un todo indisoluble. Cada libro como vectores independientes que apuntan en la misma dirección. Las palabras tienen que decir algo más de la frase que componen". Luengo, quien se siente deudor de la concepción de los simbolistas franceses se comporta en estas páginas como un escritor culto pero no pedante y ensarta entre página y página imágenes prodigiosas, ya sea por su plasticidad o por las ideas que propician.
"En esta novela es posible ver cómo en nuestra relación con la belleza prevalece más la idea de lo que podemos obtener a través de ella, de su verdadera esencia", explica el escritor. Los personajes de la novela, especialmente Latrena, hablan de una belleza pasajera: la moda, el canon puntual al que miles tributan su cordura; los objetos y atributos que estaríamos obligados a poseer. El dios de nuestro siglo propone la dicotomía entre lo transitorio y lo que permanece. "Nos solidarizamos con la belleza", escribe Lorenzo Luengo en sus páginas. Sin duda, nadie podría ir en contra de la belleza. Y en esta historia, sus protagonistas, tan bellos, llevan sin embargo el mal en su interior.
"Un padre nunca quiere imaginarse que estas cosas puedan pasar con sus hijos, la gente crea sus propias ficciones"
"Un padre nunca quiere imaginarse que estas cosas puedan pasar con sus hijos, la gente crea sus propias ficciones. Al mismo tiempo, los niños se crean un mundo de ficción donde desempeñan su papel, aun sin comprender dónde se han metido y cuál es el verdadero propósito de esa vida en la que creen moverse con seguridad". Esta no es una novela moral, asegura Luengo; es una exposición de hechos y una visión crítica, que recae en la joven detective Daniella. Esa mujer que con su insomnio permanente, con esa capacidad para no conciliar jamás el sueño, le recuerda al lector cuán voluntariamente dormido permanece el resto.
Esta es una novela culta con la minifalda del thriller, esa vitola que de un tiempo a esta parte envuelve a las novelas, para asegurar que vendan bien
Esta es una novela culta con la minifalda del thriller, esa vitola que de un tiempo a esta parte envuelve a las novelas, para asegurar que vendan bien. Ante esa pregunta, Luengo procura ser honesto. "No me considero un escritor de un género. Me gustan los territorios de los géneros conocidos y a partir de ahí mutar y sobrepasarlos. No considero esta novela exclusivamente thriller o novela negra. Ahora mismo, si Flaubert publicara Madame Bovary habrían dicho que era un thriller. Las etiquetas forman parte de cada tiempo. Madame Bovary produjo un enorme escándalo que en su momento, pero no era nuevo. Se publicaba en los folletines. Lo que hizo la diferencia, lo que realmente produjo el escándalo fue la forma en la que estaba contada”.