Max Mannheimer, judío superviviente de los campos de exterminio nazis de Auschwitz y Dachau y una de las principales voces de recuerdo del Holocausto en Alemania, ha muerto a los 96 años en una clínica de Múnich. La directora del Centro Conmemorativo del antiguo campo de concentración de Dachau, Gabriele Hammermann, confirmó hoy que Mannheimer murió este viernes tras dedicar la mayor parte de su vida a luchar contra el olvido.
Mannheimer, responsable de la Sociedad Campo de Dachau y vicepresidente de su Comité Internacional, pasó no sólo por ese campo levantado en las cercanías de Múnich, sino que también sobrevivió al internamiento en Theresienstadt, Auschwitz y Varsovia en un periplo del horror en el que perdió prácticamente a toda su familia. Recogió sus memorias en el libro "Tercera vida", la que comenzó cuando el 30 de abril de 1945, famélico y enfermo de tifus, fue liberado al llegar las tropas estadounidenses a la localidad alemana de Tutzing, donde se encontraba en aquel momento junto a su hermano pequeño Edgar.
En mayo de 2015 volvió a subrayar la responsabilidad de mantener viva la memoria histórica
Su "primera vida", una infancia y juventud feliz, se había desarrollado en la localidad checoslovaca de Novy Jicin, donde comenzó también la "segunda", con la entrada del Ejército alemán en el país en octubre de 1938. La familia Mannheimer abandonó la zona ocupada en enero de 1939, pero no consiguió huir de la persecución nazi y en enero de 1943, tras pasar por el campo de concentración de Theresienstadt, fue deportada a Auschwitz, situado en territorio polaco; allí fueron asesinados la mujer de Max, sus padres y tres de sus hermanos.
Max y Edgar fueron trasladados al campo de concentración de Varsovia y en agosto de 1944 llegaron a Dachau para ser destinados a distintos campos de trabajo. Ambos pudieron sobrevivir hasta la llegada de los estadounidenses, cuando comenzó una nueva vida; regresó a su ciudad natal, conoció a su segunda esposa, una alemana, y volvió con ella a Alemania en 1946. En mayo del año pasado se sentó junto a la canciller, Angela Merkel, en el acto organizado en el antiguo crematorio de Dachau en recuerdo del 70 aniversario de la liberación de ese campo, donde subrayó la responsabilidad de mantener viva la memoria histórica.
Dedicó la mayor parte de su vida a dar voz a los seis millones de judíos que se estima que murieron a manos de los nazis, en charlas dirigidas a escolares o adultos en todo el país, y a combatir a la extrema derecha. "No sois responsables de lo que pasó, pero sí de que no vuelva a suceder", era una de las frases casi siempre presentes en sus encuentros con los estudiantes.