Ismael Serrano (Madrid, 1974) es un superviviente. Protagonizó la explosión de los cantautores de los noventa, sobrevivió a los años de apogeo hípster y hoy es capaz de llenar el Palacio de los Deportes dos veces en el mismo año. “La atención que recibimos los cantautores siempre fue imprevisible. Empezamos a sonar en M80 ('La gramola') , Cadena Dial ('Océano Pacífico') y en Gomaespuma por las mañanas. Luego el interés de los medios se desvaneció. Javier Álvarez pasó de agobiarse porque le presentaban como un fenómeno de fans a dejar de sonar abruptamente. No son cosas fáciles de manejar. Llega un momento, no se sabe bien por qué, en el que alguien decide que se acabaron los cantautores y dejan de pincharnos”, recuerda en un despacho de su oficina de Madrid. “Quizá tiene que ver con que los locutores y prescriptores fueron perdiendo margen de maniobra y con el hecho de que hace tiempo que la radio musical no trata a sus oyentes como adultos”, lamenta.
Empezamos hablando sobre su libro de relatos, ‘El viento me lleva’ (2019), cuya inspiración son los vínculos sociales y los conflictos cotidianos. “Cuento cosas que conectan con mi universo musical, pero tengo los miedos de quien escribe literatura por primera vez. Hay quien puede verme como un intruso”, admite. Una de las piezas, 'La viuda que soñaba con el mar', le sirve para viajar por su pasado de su familia. “Es una recreación de Vallecas, pero no del barrio que yo no conocí, sino del de mis padres. Los barrios de la periferia de Madrid, sobre todo los de clase trabajadora, tenía esos vínculos de comunidad que fueron poco a poco destruidos por la precarización laboral. Por supuesto, había manifestaciones por la amnistía de los presos políticos, pero las más numerosas eran las que reclamaban alcantarillado y que la red de metro llegara hasta allí”, recuerda.
Narcisismo militante
El año pasado se cumplió medio siglo de las revueltas de Mayo del 68, que sirvieron de inspiración a uno de los himnos más conocidos de Serrano, “Papá, cuéntame otra vez”. Le pregunto si el problema de aquella insurrección tiene que ver con el cuestionamiento de demasiados vínculos humanos, desde la familia hasta la pareja, pasando por el Estado. “Es natural que los jóvenes cuestionen a los mayores, pero pudo haber cierta ingenuidad. La sociedad actual pospone el paso a la vida adulta, fomenta un tipo de individualismo que es muy infantil”, señala. “Cada vez tengo más claro el valor de la renuncia. Ser padre es dejar de hacer ciertas cosas, a cambio de otras fantásticas. Aprender a renunciar mejora nuestras vidas”, señala.
Su último disco de estudio, ‘La llamada” (2014), desplegaba un sonido emocionante y contagioso, tanto por su energía política como por la incorporación de ritmos populares latinos. Serrano logró renovar su discurso musical, un proceso que parece haberse detenido con la grabación de un doble directo (“Hoy es siempre”, 2017) y un trabajo acústico (“Todavía”, 2018). “El último álbum es una reivindicación del canon, del poder expresivo de la guitarra y la voz. Dicho esto, espero seguir profundizando en los ritmos populares. Cuando presentamos ‘La llamada’ montamos un concierto gratuito en Vallecas con las charangas del barrio que quedó muy bien con aquellas canciones”, explica.
Como curiosidad, le pregunto por la incorporación a su repertorio de media docena de versiones, todas ellas canciones clásicas de cantautores legendarios, desde “Ojalá” de Silvio Rodríguez hasta “Todo cambia” de Mercedes Sosa (lo normal es apostar por piezas menos conocidas). “Las incluyo porque disfruto al cantarlas. Son las que escogería para lo que los argentinos llaman ‘guitarreadas’, encuentros de amigos con guitarras acústicas. Hace mucho que no participo en ninguna; cuando te profesionalizas ocurren estas cosas. Solía cantar ‘Palabras para Julia’ (Paco Ibañez) y ‘Las cuatro y diez’ (Luis Eduardo Aute). También me gusta el reto que supone traer a tu terreno una canción clásica. Quiero que suene en tu boca como algo tuyo, que has interiorizado. Cuando escuchas un disco-homenaje se nota mucho qué artistas tienen interiorizadas las piezas que están cantando y cuáles no. Ocurre también en los programas de talentos musicales de televisión, donde ni siquiera parecen pensar en lo que sale de su boca. En mis conciertos, cantar estas piezas es homenajear a las referencias compartidas y disfrutar cantándolas con el público”, apunta. Ahora está experimentando con formatos de directo “más teatrales, con apoyo audiovisual. Quiero que el siguiente trabajo no sea un colección de canciones sueltas, sino que tenga un concepto. Igual es un error, pero me lo paso tan bien en el escenario con esa idea que voy a insistir”, confiesa.
"Sabina me invitó a tocar en el Luna Park de Buenos Aires y reconoció a Serrat por haber abierto allí un camino que luego hemos transitado otros”, explica Serrano
Serrano no es solo un superventas en España, sino también en varios países de América Latina. “Fue un empeño personal, he recorrido el continente con la guitarra al hombro. Cuando toco en el Gran Buenos Aires, hago conciertos en Tigre, Quilmes, Canning, Olabarría, Junín…Es como si Silvio tocase en Móstoles y Fuenlabrada. Cierto que la provincia de Buenos Aires es tan grande como España. En México me cuesta más, sobre todo funcionamos en el DF, donde podemos llenar teatros como el Metropolitan de 3.000 personas, pero no hemos recorrido tanto el país”. Le pido que me explique cuánto hay que cabezonería suya y cuánto de la discográfica. “En Colombia, por ejemplo, llenamos teatros de 600 personas, pero los de la disquera no aparecen nunca…y eso que estoy con Universal. Algo parecido ocurre en Puerto Rico, donde la gente de la compañía solo vino a comer , se pasaron el rato hablando alucinados de la visita de Bisbal o Bustamante y luego ni se acercan a ver el concierto”, comenta divertido.
Luego se para a pensar y se muestra agradecido. “Una vez Sabina me invitó a tocar en el Luna Park de Buenos Aires y reconoció a Serrat por haber abierto allí un camino que luego hemos transitado otros”, afirma. “En realidad, solo apostó por mí un ejecutivo argentino, Pelo Aprile, que venía del mundo del rock. La primera vez que pisé Chile fue porque me invitó Ángel Parra a participar en un concierto de homenaje a "Che" Guevara en el Estadio Nacional en 1990. Fue brutal ver a Silvio Rodríguez emocionar a un estadio con 50.000 personas solo con su voz y su guitarra, sin apoyo de ningún músico”, recuerda.
Comento que hoy sería imposible organizar un concierto de homenaje al "Che" Guevara sin despertar algún tipo de rechazo. “Tiene que ver con las hegemonías culturales, que ya no son locales, sino globales. La izquierda va perdiendo en casi todas partes. Allí se empiezan a reivindicar las dictaduras militares. La derecha está perdiendo los complejos y se ha vuelto ultraderecha, como se ve en Brasil con mucha claridad. También pasa en Argentina, donde se ha tomado distancia con las Madres de Mayo y la gente les llama ladronas por un escándalo inmobiliario. Su error fue intentar construir casa para la gente más pobre, un proyecto que exige montar una estructura donde se puede colar cualquier tipo con ganas de robar. Eso les salpica y la derecha ve una oportunidad de meter su discurso. El problema es que falta Estado y tienen que intervenir ellas. Yo canto “Las abuelas de la plaza de mayo” y había una ovación, ahora sé que hay un sector del público que se queda callado. Se ha roto el acuerdo de respeto”, lamenta.
Resumiendo: se ha dado la vuelta a la tortilla. “Con el ‘Ché’ no había ese consenso, pero se le consideraba un referente legitimo de la revolución cubana y de la emancipación de los pueblos frente al imperialismo. Hoy el gobierno argentino cuestiona la cifra de los 30.000 desaparecidos y Bolsonaro anima a celebrar la dictadura militar con un acto solemne. Me sabe mal decirlo, pero en su momento avisé que que la llegada de Chávez, Evo y Correa venía de un rechazo al sistema que la derecha podía convertir en rechazo a la democracia. Los reaccionarios manejan un discurso que adaptan según les conviene. Recordarás que, al principio, Lula era el bueno frente a Chávez, pero unos pocos años después fue el que terminó en la cárcel, peor que cualquier otro presidente de la zona", concluye.