El actor Javier Cámara es, sin lugar a dudas, uno de los intérpretes españoles más prolíficos y polifacéticos del panorama cinematográfico, televisivo y teatral del país. En los últimos tiempos ha demostrado ser capaz de moverse en el drama y en la comedia con la misma soltura, como se puede ver en el reciente drama El olvido que seremos, de Fernando Trueba, o las dos temporadas de la serie de Paolo Sorrentino (The Young Pope y The New Pope) así como en la saga de comedia Vamos Juan, Vota Juan y Venga Juan. Ahora, al tiempo que forma parte de la obra Los farsantes a las órdenes de Pablo Remón -en el Teatro Valle Inclán hasta el 12 de junio- debuta en su primer thriller: Rapa, la nueva serie de los creadores de 'Hierro', que se estrena en Movistar+ el próximo 19 de mayo.
Para esta ficción, creada por Pepe Coira y Fran Araújo y dirigida por Jorge Coira y Elena Trapé, el actor ha viajado a Galicia, donde se desarrolla una historia de suspense que, al igual que sucedió con la serie protagonizada por Candela Peña, vuelve a empaparse del paisaje, un sello personal de los hermanos Coira. En ella, el asesinato de la alcaldesa de Cedeira se convierte en la obsesión de Maite (Mónica López), sargento de la guardia civil, y Tomás (Javier Cámara), un profesor de Literatura en un instituto que se ha convertido en el único testigo de los hechos. En Vozpópuli hemos hablado con el actor sobre este estreno, sobre su papel en las ficciones políticas, sobre las redes sociales o sobre la terapia.
Pregunta: La serie Rapa te abre las puertas a un registro diferente. ¿Qué reto ha supuesto para ti?
Respuesta: Llegas a una edad en la que te importa menos lo que la gente pueda esperar, o si tienes que seguir en la comedia, y quieres saber qué sensaciones se tiene. La forma de hacer las cosas siempre es la misma, pero a veces los actores estamos demasiado pendientes de cuál es el tono de la historia y en ocasiones hay que olvidarse. En el fondo, el trabajo del actor es hacer un personaje y luego, si da miedo, si da risa, si hay más tensión o más acción forma parte del punto de vista del director.
P: El papel de Tomás es el de un bicho raro, alguien huraño y hermético. ¿Fue fácil encontrar referentes?
R: Si buscas dentro de ti y ese tipo está. En mayor o menor medida todos tenemos un misántropo dentro, un tipo que se quiere bajar de este ritmo. Está enfermo, en un sitio que está perdido en el norte de Galicia y dar clases le parece un aburrimiento. Ser testigo de un asesinato le parece el motor de energía que estaba buscando.
P: El capítulo piloto arranca con el crimen de la alcaldesa. No es la primera vez que te acercas a cuestiones políticas. Te hemos visto en la saga de Vamos Juan, Vota Juan y Venga Juan. ¿Qué te interesa de estas ficciones en las que se habla de asuntos políticos?
R: ¿Qué hecho cultural no es político? En esta serie, lo político queda un poco al margen. Es verdad que la investigación policial va más a lo político y yo pienso que va más a lo familiar, a lo personal. Antes, lo político era un tema poco atractivo, aunque se había intentado hacer alguna serie. No había visto nunca Borgen y me enganché con un capítulo. Lo político también es muy atractivo cuando está bien escrito. Hay algunos temas que, de la cantidad de series que se han hecho, los han tirado abajo. En algunos despachos tenían problema con sexo, religión o política, temas que daban pudor y sensibilidad. Ahora mismo todas las series proponen propuestas muy radicales, ya no hay tema que no sea mainstream.
Queríamos ser algo modernos a la hora de plantear algo político pero la realidad nos superaba por la izquierda, por la derecha y por todos lados", cuenta Javier Cámara
P: ¿Puede influir el hecho de que la política haya entrado en la vida más allá de los telediarios? Hay una especie de reality show constante en los medios.
R: Ocurre con varias cosas. Hay gente que se convierte en blanco de las iras de las redes sociales y sabes que en el siguiente momento va a ser otra cosa. Sí que es cierto que lo político es causa de meme constante. Cuando hacíamos Venga Juan, evidentemente teníamos que huir de la cercanía con la realidad, era muy peligroso porque es un tema multifocal. Queríamos ser algo modernos a la hora de plantear algo político pero la realidad nos superaba por la izquierda, por la derecha y por todos lados. La vida del político nos interesaba mucho y ahí hay mucho terreno que investigar en series, incluso más serias, que no pongan el foco en la comedia. Ahora mismo, tal y como se está radicalizando la opinión y cómo se está volviendo a lugares que nadie quería, eso dará mucho que hablar.
P: En la obra Los farsantes, que ahora está en cartel en el Teatro Valle-Inclán, habláis de vuestra profesión. ¿Hay suficiente autocrítica en general en la actualidad?
R: A veces cuando te miras al espejo tienes que ponerte fuerte para creértelo y en otros te miras y te das mucha caña. Si te importa lo que haces tiene que haber una parte muy crítica acerca de cómo enfocas el trabajo, si tienes capacidad crítica o no, si tienes capacidad de rehacer las cosas mejor o no. A veces cuando se opina de grupos mediáticos (como el mundo de la cultura, del teatro o del cine) hay muchas voces discordantes y sí hay autocrítica, o al menos yo lo hago. Es sano tener dos o tres personas en las que confías mucho y que te sirvan de mirada exterior, porque a veces uno pierde la objetividad con tanto halago o con tanta crítica. Sobre todo al principio eres más frágil y cualquier crítica destructiva te puede llevar a dejarlo. Esta profesión requiere experiencia y tiempo, implicas mucho lo emocional, generas una especie de cobertura para que ciertas cosas te resbalen, y no solo las negativas, porque no te puedes creer todo lo bonito que te dicen.
La terapia es un lugar donde uno va no solo a curarse sino también a conocerse", señala el actor
P: ¿Qué dependencia tienes de las redes sociales y de lo que se dice de ti? ¿Eres capaz de mantenerte al margen?
R: No hay un diálogo en las redes sociales. Creo que son un lugar bastante equívoco que no tiene nada que ver con lo que eres, pero es el tiempo que nos ha tocado vivir. Yo intento mantenerme al margen, aunque imagino que seguramente me influya, pero es gente que en el fondo no conozco, no sé quiénes son. Antes había lugares comunes más frágiles -como cuando en los 80 y los 90 se decía que el teatro estaba en crisis y en realidad estaban llenos- que tardaban más tiempo en solidificarse e incluso más tiempo en evaporarse. Ahora es que hay lugares comunes diariamente.
P: El hecho de que vuestra profesión esté expuesta al público, incluso a veces más de lo que os gustaría, ¿os lleva a recurrir más a terapia para sobrellevar esa atención?
La salud mental es importante para mantenerse en cierta exposición, aunque son muchos los condicionantes. Hay gente que está muy expuesta y le gusta y a otros no les apetece tanto, hay gente que está en esta profesión por tener éxito y otros por amor absoluto por la creación. Pero es algo que me preocupa, porque la pandemia nos ha pasado factura a nivel emocional a mucha gente, no solo a los colectivos más expuestos sino a todo el mundo en general. Será un tema recurrente en los próximos años y cuanto más se hable de ello, mejor. La gente debe tener acceso a terapeutas y psicólogos para minimizar esos daños, porque siempre ha habido cierto tabú. Es cierto que los actores estamos más cerca de eso porque nos gusta pensarnos y conocernos, la terapia es un lugar donde uno va no solo a curarse sino también a conocerse.