Cultura

'Azul', 'Blanco' y 'Rojo': el tríptico existencial con el que Kieslowski abandonó el cine

Regresa a los cines la trilogía de los colores de Kieslowski, una búsqueda de la esperanza en tres películas independientes

Uno de los mayores retratos del dolor y la desesperación puede estar, sin duda, en la premisa de Azul, la primera parte de la trilogía de los colores de Krzysztof Kieslowski. En ella, una mujer pierde en un accidente de tráfico a su marido y a su hija pequeña y automáticamente esta situación se convierte en un ejemplo nítido del horror, de la angustia más absoluta, de un desconsuelo sin descanso y sin paliativos, pero también de una libertad no buscada para restablecer su alma. 

La primera parte del tríptico existencialista de este cineasta polaco, fallecido en 1996 cuando aún no había cumplido los 55 años, logró el León de Oro en el Festival de Venecia y acaba de regresar a los cines en una copia remasterizada en 4K, al tiempo que también lo ha hecho Blanco, la segunda parte, y lo hará en unos días Rojo, coincidiendo con el 30 aniversario del estreno en los cines de estas tres cintas.

Tal y como recoge la prensa de la época, cuando la tercera y última parte de este tríptico se presentó en el Festival de Cannes en 1994, donde optó a la Palma de Oro -máximo galardón del certamen-, Kieslowski aprovechó la ocasión tras el visionado de su película para anunciar su retirada del cine. Según argumentó ante los periodistas, ya había ganado suficiente dinero para comprar tabaco y fumárselo solo en su habitación viendo la televisión, pero nunca cine. Dos años después de aquello, falleció a causa de un infarto. 

El director de otras producciones, como su Decálogo (1988), una serie para la televisión polaca en la que exploró el significado de los mandamientos, o La doble vida de Verónica (1991), arrancó en 1993 una trilogía de películas que, si bien se pueden ver por separado sin guardar aparente relación narrativa, tienen conexiones y buscan en definitiva el sentido de la reconciliación a través de los colores de la bandera francesa y del lema oficial del país: "Libertad, igualdad, fraternidad". 

En Azul, Juliette Binoche interpreta uno de los mejores papeles de su carrera: el de Julie, una mujer que trata de empezar una nueva vida en el anonimato en un apartamento del centro de París después de la muerte en accidente de noche de su marido, un célebre compositor de música, y su hija pequeña. Sin embargo, en esa nueva vida no consigue evadirse del compromiso con otros individuos, ni tampoco de algunos asuntos pendientes que su marido dejó y que descubrirá tras su fallecimiento.

En la película Blanco, Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale, Kieslowski da otro paso y se sitúa lejos de la intensidad y del drama de Azul, según esta redactora de Vozpópuli, para abrazar una película que, si bien no puede ser considerada una comedia, sí recurre al humor sutil a través de la ironía, tanto en la historia de amor desesperado que presenta como en cuestiones morales del contexto social representadas en la venganza. En esta película, el matrimonio formado por Karol (Zbigniew Zamachowski) y Dominique (Julie Delpy) llega a su fin. Ella lo abandona y él y, acompañado por un amigo, decide volver a su país natal, un lugar en el que el capitalismo más voraz lo invade todo.

Kieslowski y la esperanza del mundo

El cierre de este tríptico es Rojo, nominada a tres Oscar (fotografía, director y guion), en la que la fraternidad se abre paso a través del abrigo de la amistad, porque el rojo, además de señal de peligro y advertencia, de ser el color de la sangre y de la violencia, también simboliza el amor. En ella, Valentina (Irène Jacob), una modelo que se gana la vida como modelo, salva la vida a un perro. La búsqueda del dueño la conduce hasta Kern (Jean-Louis Trintrignant), un juez jubilado que ha adoptado como afición escuchar las conversaciones telefónicas ajenas.

En su búsqueda de lo emocional, de la conexión íntima entre el director y el espectador, en esa comunicación fluida que el cineasta siempre buscó, el resultado de esta trilogía es un retrato tanto de los sentimientos como de la moral que rige el comportamiento de sus personajes.

La mayor contribución y el mensaje más universal e imperecedero de los Tres Colores es resaltar dónde reside la esperanza del mundo, por lo que su regreso a los cines es probablemente una de las mejores noticias y una ocasión para reflexionar, otra vez más, sobre el equilibrio de fuerzas con el que se sostiene un mundo que tan a menudo es difícil de entender y de explicar. Salvo si uno es Kieslowski.

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