España vive inmersa en una campaña electoral perpetua, al menos desde hace por lo menos un año. Sin embargo, a diferencia de hace unos meses, esta va en serio: mítines, debates, pescueceos, inauguraciones y hasta alfombras rojas. Allá donde se celebre un festival de cine o un concierto aparecerán los candidatos dispuestos a posar, comprometidos con la cultura, un síndrome que a la mayoría le dura lo que la campaña, como mucho un semestre, y que después no vuelven a experimentar ni por asomo. Van al cine e incluso a los Goya, incluso a ARCO, en cambio se prodigan poco por las librerías. Por cómo hablan salta a la vista que no leen demasiado: Pablo Casado cita (mal) El Quijote, Albert Rivera parece hacer leído sólo la contratapa de Los miserables, Pedro Sánchez tiene algunas confusiones entre Fray Luis y San Juan, Pablo Iglesias es más de series que de libros y Santiago Abascal tiene más afición por escribirlos que leerlos.
En Vozpópuli diseñaremos una lista de lecturas para cada candidato en función de sus características ideológicas, sus atributos y carencias ...
¿Qué hacer entonces con estos candidatos aparentemente poco versados en literatura? Pues echarles una mano. A lo largo de la semana, en Vozpópuli diseñaremos una lista de lecturas para cada uno. Lo haremos, cómo no, en función de sus características ideológicas, sus atributos y carencias personales e incluso en función de cuánto podría enseñarles determinada novela o ensayo sobre la España a la que aspiran gobernar y, por qué no, sobre su propia visión del mundo. En ocasiones y dependiendo de cuál candidato, unas serán más largas que otras. Para llevar un orden, se ordenarán por orden ideológico: comenzaremos desde los más escorados a la derecha, siendo Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera los primeros tres, hasta los más cercanos a la izquierda: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en ese orden.
Nos hemos valido de algunos prescriptores, quienes, tras bambalinas, se han ofrecido a colaborar con esta lista lectora: libreros y escritores de confianza han dado algunas ideas, no sin ironía por supuesto, para enriquecer las bibliotecas de los políticos. Comienza así el ejercicio lector con Santiago Abascal, líder de Vox y ex miembro del PP, al que se afilió cuando cumplió 18 años. Subido a la grupa de la españolía, Abascal descabalgó al PSOE de su feudo histórico, Andalucía, y tiene a los partidos políticos midiéndose con él, ya sea como Casado y Rivera, que intentan ser tan contundentes como él al tiempo que lo señalan como un radical, o el mismísimo Sánchez, que ha encontrado en el de Álava el ‘ahí viene el coco’ por el cual media España debería, si es responsable, votar por él.
Nos hemos valido de algunos prescriptores, quienes, tras bambalinas, se han ofrecido a colaborar con esta lista lectora
En noviembre de 2013, Abascal puso fin a veinte años de militancia en el PP con una carta abierta a Mariano Rajo y formó su propio partido, en 2014. Entonces Abascal no tenía el peso ni la proyección de la que goza hoy. Tras acusar a su antigua formación política de ser una “derechita cobarde”, Abascal ha endurecido el discurso: asentado en un relato patriota –o patriotero- como su primer y más vistoso atributo, sus ataques al feminismo lo han hecho célebre y ya ni hablar del populismo del tipo Rustbelt, pero en El Ejido… ¿Qué leería Abascal bajo este prisma? ¿Qué autores o qué obras específicas de determinados autores llamarían su atención? El ejercicio, además de pirómano, podría ser sin embargo útil para encuadrar al personaje Abascal en un territorio.
No le vendría nada mal Doriss Lessing a Abascal como una de las lecturas más urgentes. Está de suerte el líder de Vox, porque al celebrarse el centenario del nacimiento de la Premio Nobel este 2019 podrá conseguir muchos de sus libros, entre ellos el más icónico y trascendente de todos: El cuaderno dorado. Podría complementar su introducción a lo femenino, por qué no, con Susan Sontag, pero siendo Abascal tan pata negra y español, conviene rescatar escritoras, una de ellas Oliva Sabuco (1562-1622), natural de Alcaraz (Albacete) y la que se considera hoy una de las plumas más brillantes del Siglo de Oro y a la vez una de las más ignoradas. Lope de Vega llegó incluso a referirse a ella como Musa Décima. Con apenas 25 años, Sabuco fue capaz de escribir una obra cuya vigencia alcanza nuestros días: Nueva filosofía, un libro con textos como el Coloquio de los auxilios o los coloquios sobre el Conocimiento de sí mismo, la Compostura del Mundo o las Cosas que mejoran.
Podría complementar su introducción a lo femenino, por qué no, con Susan Sontag, pero siendo Abascal tan pata negra, conviene rescatar a Oliva Sabuco
Más o menos cumplimentado el capítulo femenino, al menos en sus apretsos esenciales, y por aquello de la extrema derecha que se atribuye a Abascal, convendría echar un vistazo al oráculo de los populismos de derechas. Se trata del francés Jean Raspail, muy en boga luego de que Steve Bannon, el asesor de Trump, y la dirigente del Frente Nacional, Marine Le Pen, recomendaran su libro El campamento de los santos (1973), que también se ha traducido como El desembarco, una novela apocalíptica que dibuja la visión de una Europa invadida por inmigrantes del tercer mundo que terminan por provocar la desaparición de Occidente.
También uno de los libros más recientes de Michel Houellebecq podría venirle como anillo al dedo al líder de Vox: se trata de Sumisión (Anagrama), una novela publicada en 2015, y que se ambientaba en la hipotética Francia del 2022: una en la que la socialdemocracia se ha estampado contra el muro de su propia ceguera y que vive gobernada por un partido musulmán. Aunque está escrita en clave parodia y farsa, muchos la interpretaron de forma literal, refiriéndose a ella como una novela xenófoba y anti-musulmana. ¿En cuál de las dos direcciones sería capaz de leerla Abascal? Ahí radica buena parte del encanto.
Por aquello de la diversidad de opiniones, decidimos apelar a la autoritas de un editor y un librero, a quienes preguntamos qué títulos incluirían en una lista de recomendaciones literarias para Santiago Abascal. Eligieron dos títulos, ambos, por cierto, tocados con el ramalazo de la ironía. El primero es Flos santorum (Vidas de santos), una colección hagiográfica de vidas de mártires normalmente narradas como reescrituras bíblicas o leyendas, las más conocidas de este tipo de compilaciones tienen uno de sus exponentes más importantes en el siglo XVII.
Uno de los Flos santorum (Vidas de santos) más importante pertenece al sacerdote jesuita Pedro de Ribadeneyra, quien mezcla una serie de refundiciones cristianizadas de otros relatos, reescrituras de cuentos populares, recreaciones de historias cercanas a la iconografía de la Biblia y a la mitología, así como minuciosos relatos de la tortura de un ser humano, como forma de tránsito a una vida mejor.
El segundo libro recomendado por un especialista externo es Zalacain, el aventurero, una de las novelas que forma parte de la tetralogía Tierra vasca de Pío Baroja, junto con La casa de Aitzgorri, El mayorazgo de Labraz y La leyenda de Jaun de Alzate. Publicada en 1908, esta novela de aventuras que narra la vida de Martín Zalacaín, una especie de héroe que lucha contra la adversidad y el destino en la convulsa época que dio lugar a las Guerras carlistas españolas. A mitad de camino entre la ironía y su reverso, no le vendría mal a Abascal arropar su discurso. Y aprovechando la fuerte impronta del culto al cuerpo, la disicplina y el hombre fuerte que anima buena parte de la retórica de Vox, convendría -cómo no- rescatar una magnífica novela de Andrea Camilleri: La captura de Macalé (Salamandra), un libro que forma parte de la serie decimónica del italiano ambientada en la ficticia Vigàta y que sirve de reverso para este universo hipermasculino y pseudocastrense de Vox.
La novela de Camilleri transcurre Sicilia en plena guerra de Abisinia. Está contada por Michelino, e hijo de Gerlando Sterlini, fascista ejemplar y prohombre de Vigàta. A sus seis años, y poseedor de una inteligencia y precocidad manifiesta, intenta asimilar lo que ocurre a su alrededor con los mecanismos propios de su edad, intuyendo las cosas aunque sin llegar a comprenderlas. Detrás de ese mundo adulto que él se empeña en conocer, encontrará la cara oscura y miserable de todo aquello cuanto su padre defiende: el ejército, la iglesia, la política e incluso la propia familia.