Esta historia comienza en una playa, un día de verano en 1961, cuando dos amigas embarazadas, Elvira y Roser, disfrutan del mar en Sorrals. Ambas especulan sobre el futuro de sus hijos; también con la posibilidad de que hereden el vínculo que les une a ambas. Así confecciona la escritora catalana Silvia Soler las primeras escenas de El verano que empieza (Planeta, 2013), una historia directa, sencilla, sin pretensiones pero llena de vida con la que la que obtuvo el Premio Ramón Llull 2013.
Se trata de un libro que cuenta la vida de Andreu y Júlia, hijos de familias amigas que se reúnen cada año para celebrar la noche de San Juan en el imaginario pueblo de Sorrals. Será justamente esa cena –fundamental en la tradición mediterránea- el epicentro de los encuentros y desencuentros que les prepara la vida a ambos protagonistas. Es, a su manera, un signo del tiempo que transcurre y los ciclos que se cumplen.
A juicio de Soler, El verano que empieza es una novela tan “melancólica como vital”. Evoca “la nostalgia por el tiempo transcurrido, pero también la fuerza, la celebración de la vida”, expresada no sólo en la noche de San Juan, sino también en el ambiente vitalista y descriptivo de un mundo completamente mediterráneo: lleno de luz, colores, texturas… nunca falta la mesa cubierta con un mantel de hilo blanco, copas azules y verdes y un jarrón en el que flotan hortensias y magnolias recién cogidas que impregnan todo con su olor.
¿Cuál es, sin embargo, la razón de ser de esta historia? Sus protagonistas sufren una tragedia, por lo que tendrán que asumir que "la vida es muy frágil", explica Soler. El mar se alza entonces como una de las metáforas más potentes del libro. "Sabes que habrá una tormenta, pero te cuesta imaginarlo al ver el agua tan calmada y brillante. Y cuando llega la tormenta hay que hacer un esfuerzo en pensar que la calma llegará otra vez", explica.
Consciente de que sus personajes en clave femenina pueden llegar a ser más complejos, Soler descarta, de entrada, la idea de una escritura femenina. Su literatura, dice ella, se mueve en registros como éste: historias que transcurren por sí solas, impulsadas por las acciones vitales de sus personajes. Sin embargo, también es cierto que Soler (Figueres, 1961) obtuvo gran éxito con la novela 39+1+1, un retrato en clave de humor sobre la crisis de los 40. "Aquello fue una variación, mi registro natural es éste", concluye.