Hablemos claro: hace mucho tiempo que la música cantada en inglés ha dejado de ser la más relevante del planeta pop. Ahora la hegemonía ha cambiado al español y la mayoría de oyentes de nuestro país no necesitan atender a los que ocurre en Londres, Nueva York y Los Ángeles. Por eso, sin complejos, los diez discos que marcaron nuestro año en Vozpópuli están todos cantados en nuestro idioma. Y bien potentes que suenan.
Cuando te muerdes el labio (Leiva)
Hace pocos meses, la filósofa Clara Ramas San Miguel señalaba que la tonalidad emocional de nuestra época es la angustia. Este apunte es relevante porque el gran mérito artístico de Leiva, reflejado especialmente en sus dos últimos discos, consiste en la capacidad para capturar ese sentimiento de ansiedad en canciones que conservan su energía y poder de contagio euforizante. Muchos ningunenan su obra por estar demasiado pegada a los tópicos rockeros, pero es su capacidad de describir nuestro presente lo que redime por completo. En esta ocasión, lo hace rodeado de muchas voces femeninas relevantes en el planeta pop-rock español (Zahara, Lafourcade, Silvana Estrada...) y con un repertorio a la altura de la leyenda en que ya se ha convertido el talentoso ex Pereza.
Pepas (Farruko)
El pionero del reguetón Nicky Jam señalaba este año en una entrevista que Farruko era el artista del género urbano que está marcando el futuro sonido las estrellas caribeñas. ¿A qué suena ese futuro? A una poderosa aleación de perreo con música electrónica. “Pepas”, sinónimo de ‘pastis’ o pastillas, es un himno a la ebriedad química tan machacón como efectivo, una especie de "Paquito el chocolatero" de la fiesta caribeña. El impacto que ha tenido en el planeta pop es tremendo: desde Barack Obama escogiéndola entre su música favorita de 2021 hasta algunos colegios españoles prohibiendo que se cante en los patios tras las protestas de padres.
Puta (Zahara)
Existe una señal universal de que estamos ante un buen disco: nos atrapa aunque no seamos devotos del sonido que utiliza. Me explico: quizá nos suene aburrido el indie introspectivo electrónico, más trillado ya que una era de Castilla, pero Puta de Zahara se impone desde esas coordenadas musicales. Las canciones se basan en confesiones destempladas, que tienen que ver con el nuevo desorden amoroso. Se trata de un enfoque conocido pero que aquí suena creíble, contundente y contagioso. Sobre el papel, una canción como "Merichane" tiene pinta de muermo cultural: memoria de las noches de baile y MDMA de jóvenes recién ingresados en la industria cultura. En realidad, captura de manera vibrante el vértigo y las dudas de esa situación, además de añadir imágenes potentes como la de la protagonista dejando sus bragas sucias en el armario de un amante ocasional (“jodiéndole la vida a un extraño”, se va a corear muy fuerte en los conciertos).
Dios los cría (Andrés Calamaro)
Alguien dijo, no recuerdo ya quién, que Andrés Calamaro no es solo una leyenda viva del rock, sino un puente cultural entre las dos orillas hispanohablantes del Atlántico. Si la historia del rock en castellano es un grito que dice "rompan todo", el Calamaro maduro parece volcado en coser con cariño nuestras tradiciones sonoras populares. Por eso en Dios los cría, su espléndido disco de duetos, se suceden con máxima naturalidad la elegancia de Julio Iglesias y el registro cotidiano de Julieta Venegas, las guitarras intensas y el sonido acariciante de la cumbia, el rajo 'stoniano' de Leiva y la voz medicinal de Milton Nascimento, entre otros nombres verdaderamente grandes (del flamenco, Vicente Amigo y Niño Josele). Una lección de música, que él mismo describió en una entrevista como “Bill Evans para las masas”.
Patria y vida (Yotuel, Gente De Zona y Descemer Bueno)
La música siempre ha sido uno de los emblemas de Cuba, por eso no es de extrañar que la canción más famosa de 2021 de las compuestas allí refleje los cambios políticos de la isla (no precisamente favorables al régimen poscastrista de Díaz-Canel). La letra, que menciona al movimiento antigubernamental San Isidro, tiene versos muy crudos sobre la situación social cubana: “Qué celebramos si la gente anda deprisa/ cambiando al Ché Guevara y a Martí por la divisa/ todo ha cambiado, ya no es lo mismo/ entre tú y yo hay un abismo / publicidad de un paraíso en Varadero/ mientras las madres lloran por sus hijos que se fueron”, reza la cuarta estrofa. Por supuesto, el título es una réplica del lema revolucionario ‘Patria o muerte’. Además de un himno pop pegadizo, estamos ante el certificado de divorcio entre la juventud cubana y esos líderes revolucioanrios que jamás hicieron ninguna revolución.
Contigo (David Rodríguez y María Rodés)
Dos músicos carismáticos de la escena indie española consiguen fundir su estilo personal en la olla country de clásicos como Dolly Parton, Merle Haggard, Johnny Cash, June Carter, Kris Kristofferson y Emmylou Harris. Su enfoque emocional: “¿Es posible creer en Dios? Sí, hay gente que cree en él. Es tener fe en algo superior a ti. Y miedo a perder esa fe. Ese es para mí el amor antiguo… Requiere un trabajazo para el que, en estos tiempos, creo que hay que tener un superpoder que pocos poseen. Pero, en el presente, más que un superpoder, si crees en esas cosas, parece que tienes una minusvalía”, explica David. Esta colección de joyitas derrite a cualquiera con medio corazón.
Homenaje a Silverio Franconetti (Raúl Montesinos)
No es un disco conocido, sino más bien ignoto, pero que representa muy bien la lucha del cante jondo por no perder su esencia en mezclas, rebajas y experimentos con gaseosa. Nuestro crítico de flamenco, Pedro Lópeh, nos lo recomendó así: “No me interesa mucho el flamenco grabado moderno, todo me suena bastante prescindible. Sí que me llama el flamenco nuevo en directo, y ahí hay gente jovencísima que son auténticas bestias: Reyes Carrasco, El Boleco…De lo grabado me engancha este Homenaje a Silverio Franconetti, de Raúl Montesinos, cantaor de la Puebla de Cazalla. Es un disco hardcore, café para los muy cafeteros, de lo que ya no se hace, pero una joya del cante”. Se trata de un estudio sonoro sobre el cantaor del siglo XIX, sevillano del barrio de La Alfalfa que revolucionó el género en su tiempo.
El madrileño (C. Tangana)
No es un disco perfecto, pero sí muy disfrutable y tremendamente hábil para capturar el espíritu de su época. Tangana triunfa rodeado de un elenco envidiable de estrellas, a quienes se adapta más que viceversa. A ratos, más que un disco, parece una fiesta de disfraces, pero esto no es un mérito ni un demérito, sino una decisión del artista que siempre ha sido sincero sobre la importancia en su propuesta de la moda, la mercadotecnia y la teatralidad. Tangana aspira en este disco a manejar la alquimia del ‘crossover’, seduciendo al público de siete a setenta años, y diría que sale triunfante gracias a una mezcla de olfato, biblioteca pop y máxima intuición para los featurings.
Las discotecas de la tarde (Tachenko)
El grupo zaragozano lleva años entregando algunas de las mejores canciones pop en nuestro idioma. Destacan por la elegancia de las melodías, la sutileza de las letras y unos estribillos dignos de la radiofórmula. Ahora vuelven con un álbum majestuoso sobre los conflictos de cumplir años. “Somos parte de una generación que parece estar eternamente atada al principio, a eternas adolescencias y a no mirar hacia la meta”, nos contaron. ¿El secreto de su éxito? “En cierta forma nunca hemos estado de moda. Siempre hemos sido militantes del pop, o de como lo entendemos, y eso nos hace por tanto militantes de la celebración. Esta claro que la música dominante ahora mismo tiene poco que ver con Tachenko, pero seguro que somos el refugio de muchos como nosotros. Ir contracorriente rejuvenece porque es una postura muy vital y precisa de muchas dosis de sinceridad”.
System Mix 036 (Mark Luva)
Bilbaíno, nacido en 1991 y autoeducado en los sonidos electrónicos más macarras. Así es Mark Luva, uno de los productores más estimulantes de la escena nacional actual, conocido sobre todo por su trabajo con La Zowi. Quien le haya disfrutado en vivo, sabe que no se anda con ritmos pequeños, sino que levanta un disfrutable infierno en cada uno de sus shows. En sus sesiones cabe technazo, ritmos gordos de hip-hop, dancehall tipo Vybz Kartel y también ingredientes imprevisibles como Mikel Laboa. Sin duda uno de los productores clave de nuestro trap nacional.
Un canto por México vol. 2 (Natalia Lafourcade)
La recuperación de canciones clásicas de la música popular mexicana, desde el folclore tradicional a los nuevos clásicos, puede parecer un proyecto que juega sobre seguro, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, enfrentarse a esas partituras históricas y aportar algo encierra un tremendo mérito artístico. Lafourcade lo consigue gracias a la enorme elegancia de su voz y a rodearse siempre de los músicos precisos, esta vez un elenco de auténtico lujo que incluye a Rubén Blades, Jorge Drexler y Mon Laferte (y, por supuesto, Los Cojolites). La mejor introducción posible en 2021 al tesoro de la música popular mexicana.
Seremos (Ismael Serrano)
Contra todo pronóstico, Serrano entrega un álbum sencillo y pegadizo, sin apenas canciones políticas, donde el madrileño posa de traje y hasta baila en algún vídeo. Más que exhibir sensibilidad, algo habitual en el gremio, el artista hace recuento de sus limitaciones: "No soy el perdedor/Que llora ante el espejo/ ni el corazón más puro/Solo soy, solo soy/ solo soy aquel que te amó/ como pudo”, confiesa. Parece un buen ejemplo de cómo el cantautor -y casi todos- vamos cambiando la épica sentimental por un digno trapicheo vital. Seremos hace recuento de las heridas, con crudeza y sentido del humor. En el fondo, cumplir años consiste en ser capaz de reconocer cada vez más errores propios y méritos ajenos. En las peores derrotas se encuentra alguna alegría, la de seguir vivos y coleando.